Nada que decir,
echo migas,
enfermo.
Es el trabajo,
lo tortura,
lo destroza,
lo mata,
no es para el.
Vago,
dejado,
pobre rata idiota,
esquizofrénico mal pagado.
Va a caer frito al piso,
un botón de apagado,
un adiós en susurros,
inescuchable,
ignorado,
se lo merece,
muerto sin querer,
muerto y ni era lindo,
muerto al atardecer.
(Dios mío todavía no)
Cobarde,
no estas preparado,
nadie lo entiende,
a nadie le importa.
Un nombre entre miles.
Un hombre entre hombres.
Un nadie indeciso bailando en la inconstancia.
Y todo es un poco exagerado,
tus pies,
tus ojos,
tu color,
tus miedos,
tus fobias,
tus sueños.
Tiene algo mal,
en la cabeza y claro,
en la muela.
Desea que esta noche no,
suficiente de latidos de abejas,
muela mala.
suerte de cinco centavos en la almohada.
Sudaca,
mierdita de canario,
boceto de persona,
escritor de prólogos.
Deseando sanar en el mar de los medios vivos.
Pánico a las marcas,
mal acostumbrado,
aun pocos dolores,
marica,
teme a los doctores
y a los hospitales
y a el amoniaco.
No a la muerte.
solo a la espera
y lo que deje sin completar,
y las tumbas anónimas,
hectáreas de cuerpos devorados por gusanos.
No tiene sentido.
No es lo que se espera.
No lo entiende.
Poco hombre,
huye de las multitudes,
irrita a su mujer,
aburrido semi-profesional,
nadie lo quiere invitar a comer mariscos.
Exiliado por elección,
se cree especial,
artista,
pero no del Mau mau,
ni de campiñas francesas.
Del sur si,
ahí si,
es un celebre,
se firma y se dedica todos sus poemas.
Y nunca llega a horario.
Discrepa con los relojes.
Y recibe multitudes,
que son de un par o menos.
Lo engañan con cervezas.
Lo matan con promesas.
No sabe cuando esta despierto
y no sabe hablar de Borges.
Se complace frente al espejo.
Memoriza la medida de su pene
y se miente unos centímetros.
Se olvidad de afeitarse,
usa camisas,
y toma cerveza en vasos,
pero siempre se le rebalsan,
y gana,
humedad en la ropa y en el alma.
Se echa perfume,
mira por sobre el hombro,
se cree con estilo.
Nadie le cree,
el no se cree,
Y dice:
“Me vuelvo a casa”
y se siente un solitario.
Pero duerme con la tele encendida.
Olvida las camisas,
pierde los escritos,
vuelve al nicho,
no atiende el teléfono,
aunque no es odio,
no sabe que decir.
Compra una roza,
se siente estúpido,
perdió a su mujer y tiene una roza,
evita las miradas pero las siente en la nuca,
camina desgarbado,
todos lo ven,
risas, risas, es el chico de la escuela,
moqueando en el patio,
abrazado al mástil,
defraudándolo todo,
Pero,
ama a su mujer,
tiene suerte,
no se la merece,
ni siquiera sus zapatos,
ni su suavidad,
pero pago cuatro pesos por una flor masacrada.
La encuentra, la besa, ama sus ojos felinos,
no dice el precio (lo dirá mas tarde)
es feliz en ese momento,
sólo tiene que estirarlo en lo que resta del año.
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