Nostalgias (no deseadas)

Para cinco flores sin marchitar en la memoria.
Me pregunto por dónde andarán.

Sólo hubo flores de mediodías:
Nunca acompañamos a la madrugada.
Y qué horror,
ya el futuro que teníamos por delante
cedió su paso al presente
¿qué digo yo al presente?
Me duele:
ya es pasado.
Al niño de diecisiete deshojadas primaveras
Por cinco pétalos de disímiles olores
Le pesa en los hombros la mitad de un siglo
Y ya no sé dónde está esa flora:
Empiezo a desconocer sus tiempos y espacios:
El de aquella señora de lacia y áurea cabellera
y sus manos queriendo cultivar con el roce de sus ojos claros
los tiernos surcos de mi piel todavía virginal;
la una mujer cruel que pulveriza mis pasos rotos sobre el asfalto
y la ilusión de cuajo;
el de una emblemática frivolidad que dejó París arder
sin darme cuenta;
aquélla que me ha dejado intacto lo que otra quiso cultivar
y antes de abandonarte, ciudad de ángeles y demonios,
la más dulce frigidez de amor que ya no repetiré.

No quise nostalgias entonces para este presente,
me olía a demasiado romanticismo
cuando ya militaba en esa sentimental vertiente,
pero, lo adivino ahora, el camino a la vejez
-primera vez que utilizo el término en la poesía-
por bien ¿o mal? que se transite por estos senderos
está plagada de añoranzas.

La Habana, 21.I.05