Déjame que te escriba como siempre lo hago. La huella que dejaste en mi cabecita de tornado tropical está en cada cosa que escribo. Entonces quiero que leas esta carta abierta para que veas que no soy tan mala contigo... no sé. Estos días nos hemos cruzado. No hemos intercambiado palabras más allá del cómo estás, hola, chao, qué bueno o las chiquillas te mandaron saludos. Sufro, te cuento, del síndrome de la ausencia. Te pongo de ejemplo a mi perro-hermano Shiki. Mi mamá se va al trabajo de las ocho de la mañana a las cuatro y media de la tarde. Y cuando ella llega a la casa, mi perro salta, mueve el poco de cola, se emociona, ladra, chilla... es feliz porque ha llegado su madre. Lo mismo me pasa contigo. No nos vemos por días, hasta por semanas enteras. Y apenas te veo, estrenando la nueva tenida o la sonrisa de oreja a oreja o la siesta vespertina, mi corazón estalla de alegría, por el sólo hecho de saber que tienes una pícara y brillante sonrisa. Cuando llego a mi casa, me recuesto en la cama y echo a volar mi imaginación. El techo es el único cielo limpio que hay en esta ciudad. Las paredes son extensiones de un espacio limitado por las penas y alegrías humanas. El piso es una nube de madera vieja en donde floto mientras bailo como tarada tus temas y me siento la guardiana del paraíso (sí, claro, semejante guardiana cuidando las puertas del cielo). Y llega mi mamá o mi abueli diciendome: "¡Pameeee!". Y ahí me pego el porrazo del año. Me bajan de mi nube... Te lo cuento porque precisamente me inspiro en tus raros giros de trompo o en tus patadas que me dejan como mármol quebrado. Y obligada a preguntar para qué me quieren. Esta carta abierta la escribo aquí porque he cumplido un sueño escribiendo en el sitio. Puede ser que a los cuenteros no les guste porque tiene un contenido íntimo y sólo relato sentimientos y situaciones cebollentas. Pero de algo estoy segura... que quiero que seas feliz, tú me dijiste que no ibas a estar conmigo siempre. Pues bien, yo estaré contigo siempre, porque me haces feliz, porque me siento bien, porque quiero hacerte feliz, porque necesito saber que estás bien. Porque, ¿sabes algo? Hace un año partió mi adolescencia. Ahora parte la tuya. Espero que el próximo año... seas el que muestre la sonrisa más amplia ante la vida. Y después de estas líneas, continuaré con mis cuentos. Porque mi literatura soy yo. Y tú, el mentor. Y tú, el superestrella. Y tú, mi amigo. Te quiere, Tu manager. ___________________________________________ El Bajativo Fatal... mi sueño en tus ojos. Paciencia perdida. Mañana parto a la playa y doy vueltas y vueltas buscando mi norte. Pues bien, aquí me ven haciendo las maletas. Mi madre, sorprendida, me grita que si tengo la mochila lista y le respondo: "¡Noooooo!". Me reta por distraída y por hacer todo a última hora. Tenía el vago presentimiento de que estas vacaciones serían las mejores, aunque claro... digo no más. La última vez que fui a la playa parecía un cochayuyo, y para combatir mi aburrimiento personal fingí un desmayo y regresé a Santiago, si no quería terminar internada fuera de la ciudad. Buscaba mi traje de baño cuando sonó el teléfono. - ¡Calu! Mi niña... por Dios, estoy haciendo mi equipaje. ¿A qué hora vas a estar en Las Cruces? - Ya hicimos los cálculos con mi tía. A las dos en el hotel. ¿Ya tienes los pasajes? - Sí, obvio. Ya los tenemos comprados, oleados y santificados... Supongo que tu querida tía-doctora-médico-cirujano le puso bencina al auto. - Ahora sí que no se le olvidó. Está llenito, lo justo. - Calu... - ¿Pasa algo, Pame? - Anoche tuve un sueño. Estaba en la playa, era de noche, y justo un ángel salía del mar, vestido de blanco... y me abrazaba. - Jajajajajaja... no creo que el Angelo vaya a la playa. Es como decir que las vacas volarán en Reñaca... Ay, esta Calu... es mi amiga, la pequeña y oxigenada Calu. Su tía es su madre adoptiva. Y nos juntaríamos en Las Cruces, con el Bryan, la Arosio y el Nachito. Ellos se irían con la Calu en el auto de su tía tocaya, mientras yo, más aventurera, iría en bus. Mi madre se quedaría en Santiago con mi perro-hermano Shiki, estudiando para ser la mejor asistente técnico. Llegué a Las Cruces como a las once y media de la mañana, de un día sábado. Calu y los chiquillos me fueron a encontrar al paradero. - Oh, que se ve linda la viajera... se supone que yo seré el que te broncee la espalda- encaró Bryan mientras bajaba el equipaje. - Sí, claro. No te preocupes. ¿No reclamarás si te entierro en la arena y te hago una peluca con algas?- lo miré de pies a cabeza y le alcé la ceja, para provocarlo. - ¡Ya! Ay, parecen perro y gato- dijo la Calu en tono autoritario. Ordenamos nuestros equipajes en las habitaciones del hotel, mientras la Calu se cambiaba de ropa para ponerse su bikini negro. Ya el mío lo traía puesto, así que recorrimos el hotel. Por todas partes. Era fascinante, un olor a vida marina. Y también una fragancia muy sospechosa. El Eminence penaba con su masculino hedor. - Qué raro. Digo yo, a quién se le dio vuelta el perfume- le espeté a la Calu. - Debe ser un galán que caminará por la playa mostrando sus cualidades de Adonis... o mejor- su cara se deformó-, su gusto por la ropa artesanal... Y vimos, saliendo de la habitación, con pantalones blancos y polerón azul de tela delgada, a un jovencito alto, de mechas semitiesas y ojos brillantes, con un fuerte parecido al ángel de mi sueño... |