"Si el hombre no tiene la costumbre de preguntar ¿para qué sirve ésto? ¿Para qué sirve aquéllo otro?, yo no puedo hacer nada por él”
Confucio
“A una pregunta tonta, una respuesta igualmente tonta”
-Platón-
“
No me importan las respuestas porque las conozco todas, me interesan las preguntas”
-El Talmud-
¡Sigue abuela! ¡Sigue!
Era la voz cantarina que rompía la atmósfera ese jueves al final de la mañana, en uno de esos días del mes de junio en que engalanado de plúmbeo gris desde la bóveda celeste la niebla baja y lame los suelos de asfaltoconcreto y más que como un gatito frente a una taza de leche como en el cuento de Alicia a través de los espejos, era como el manto en que llegaban los designios de Zeus, ya que impedía el aterrizaje de los aviones en el aeropuerto provincial de la ciudad.
Con sus 58 años a cuesta, la señora Sofía Camino de Lovera estaba cómodamente sentada en una regia butaca trébede en madera de caoba, de respaldares de terciopelo floreado en rojos y amarillos acuarela en fondo azul eléctrico. Ella junto al ventanal del quinto piso se regocijaba la vista con el mecer de las largoootas barbas de los pinos y del sauce llorón que alegremente convivían en la plaza ubicado al frente del edificio donde se encontraba de visita. Había quedándose en silencio después de haberle contado a su nieta de diez años páginas del árbol vivo, fértil de la vida. Y en sus reflexiones volvía a repetir inconscientemente una frase sólo comprensible para ella:
–Interesante...es interesante.
Sí, está bien, pero ahora te voy a narrar algo aprendido no se cuándo, pero sí en alguna parte antes que llegue la hora para que mi niña se siente a almorzar.
En un pueblo por allá retirado en las montañas habían apagado los televisores y la gente empezó a creer que vivía muy bien. Pero, llegó un hombre de otros mundos y les dijo: ¡Qué mal viven ustedes!. Y la gente empezó a pensar un día, dos días, una semana y entonces se preguntaron: ¿Y, sí es cierto que vivimos peor que todo el mundo?. Aprende mi niña, que, un pregunta es la que nos da el agua de la vida. Porque no es lo que uno se imagina, si no lo que nos dicen las causas del porqué las cosas existen... Así, se cuenta también que en otros tiempos vinieron a la tierra a incursionar dos diablos nuevos en el oficio. Y la impericia les hizo dejar la huella fumosa y azufrina. En los alrededores del sitio encontrábanse dos campesinos prestos para la siembra. Haciéndose los desentendidos empezaron a hablar uno, sobre las virtudes de la raíz, y el otro sobre las virtudes de la flor. Y con una lógica inimaginable la raíz venció a la flor. En eso, los dos diablos se materializaron y como no podían poseer las semillas que tenían los campesinos según las reglas establecidas, llegaron a un acuerdo. Ellos labrarían la tierra porque para eso eran diablos, y llegado el momento de la cosecha se repartirían en partes iguales el fruto de lo obtenido, para ellos la raíz y para los campesinos la flor. Llegado el tiempo de la cosecha el par de diablos retornaron a la tierra a exigir el cumplimiento del pacto hecho con los campesinos, de la raíz para los diablos y de la flor para los campesinos. Cuando el par de diablos fueron al mercado con su parte a vender, se dieron cuenta que habían sido birlados. Porque lo que habían sembrado era trigo. Y al seguir por el camino se encontraron con un campesino presto para la cosecha, e hicieron un trato a medias para recoger el fruto de lo sembrado, pero esta vez no se iban a dejar engañar, y de inmediato pidieron la flor para ellos cediéndole la raíz al campesino. Pero, esa vez lo que iban a sembrar eran papas. Mi niña piensa, que ya que, hasta los diablos tienen reglas, la importancia de las cosas se deben no las circunstancias sino a sus leyes, y el que no conoce las leyes les pasa lo que al par de Diablos... Abuela y nieta se levantaron y agarrándose de las manos acudieron al llamado de almorzar.
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