Lo mejor para él
Era una mañana como cualquiera o quizás mas linda que las demás, el cielo estaba completamente despejado y los pajarillos cantaban -lo cual es raro en plena ciudad- como anunciando que hoy sería un gran día.
Andrés, se alistaba para ir al trabajo, acababa de salir de la ducha y mientras se afeitaba, andaba absorto en sus pensamientos. Mientras tanto Fabiola, su esposa, sentada en la cama del dormitorio principal, escribía en un pequeño papel la lista de compras que haría en el mercado.
El día comenzaba ya para todos, menos para Julio su hijo de 14 años, quién dormía placidamente como si le hubieran inyectado un sedante; para él comenzaría el día unas 4 horas después, cerca a la hora del almuerzo como de costumbre.
Fabiola al terminar de escribir su lista, se dirigió hacia su marido quien no parecía estar de muy buen humor y le dijo:
-Necesito dinero para hacer las compras.
-En mi velador -respondió él a secas.
Ella abrió el cajón del velador y grande fue su sorpresa al encontrar junto al dinero una vieja pistola de calibre 38, luego de meditar unos segundos y sin salir de su asombro, la tomó cuidadosamente entre sus manos.
-¿Y esto? –dijo Fabiola.
- Ah...me la dio Juan, el precio era muy conveniente y creo que nos hacía falta.
-Yo no quiero tener un arma en casa -dijo ella.
-Pero ¿por qué? casi todo el mundo tiene una.
-Quiero que la devuelvas.
-¡No!, dijo Andrés
-No te das cuenta de que es peligroso, podría ocurrir cualquier desgracia.
-¡Desgracia sería que alguien entre a la casa y no tengamos con que defendernos! de alguna manera tenemos que cuidarnos-dijo él casi gritando.
Ya en la noche, mientras estaban reunidos en la mesa, nadie decía ni una palabra.
Andrés se veía tan serio como en la mañana, y aunque él, por lo general, solía ser una persona agradable; mantenía una imagen de rigidez en presencia de su hijo, “él tiene que respetarme” decía.
Pasaron varios minutos de silencio sepulcral, hasta que por fin Julio le dijo a su padre:
-¿Puedo salir mas tarde?
-¿A donde?-respondió él bastante intrigado.
-A una fiesta con mis amigos.
-No-dijo Andrés
-¿Por qué? -dijo Julio expresando su inconformidad.
-¡Porque no! -afirmó él de forma tajante.
Julio se levantó de la mesa molesto y murmuró casi entre dientes: “porque siempre eres así” y entrando a su cuarto cerró la puerta con todas sus fuerzas.
Fabiola, cuestionando la actitud de su marido le dijo:
-¿Por qué lo tratas así?
-No quiero que ande con esos vagos -le respondió fríamente
-Pero él es joven y quiere estar con sus amigos -insistió ella.
-Yo solo busco lo mejor para él -dijo Andrés- poniendo fin a la conversación
Mas tarde, cuando todos dormían, un ruido en el portón que daba a la calle despertó a Fabiola y ella completamente exaltada, despertó a su marido sacudiéndolo por el hombro.
-Andrés...Andrés -dijo ella.
-¿Que pasa?-respondió él todavía adormilado.
-Creo que alguien está intentando entrar a la casa.
Andrés se levantó súbitamente, tomó el arma de su velador y salió hacia el patio a toda prisa.
Una ves afuera, recorrió con su mirada el lugar y no encontró nada extraño.
Comenzó a caminar lentamente por el patio hacia el portón, la incertidumbre crecía con cada paso, hasta que el temor se apoderó de él, y deteniéndose abruptamente, una ves mas hizo una minuciosa inspección con la mirada por todo su entorno y no vio absolutamente nada. Se sintió aliviado, como si le hubieran quitado un peso de encima. Pero en ese instante, cuando se disponía a volver a la cama, el portón comenzó a sacudirse y una figura emergió de el, Andrés apuntó con el arma y antes de que el intruso termine de trepar el portón, una bala le cegó la vida y el cuerpo inerte cayó hacia la calle.
Se trataba de Julio, su propio hijo. Tan pronto notó que sus padres apagaron la luz de su cuarto, escapo de su casa como habitualmente lo hacía; ya que su padre nunca le daba permiso para salir de noche, ni escuchaba sus razones, pensaba que no tenía alternativa y nunca tubo problemas; pero siempre les decía a sus amigos “el día en que mi papá me descubra, me mata”
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