La encontró llorando en la acera una noche sin estrellas del verano, le pregunto que le ocurría, si podía hacer algo por ella, pero no recibió respuestas; pensó que era mejor marcharse pero alguna razón en el corazón se lo impidió. Necesitaba saber porque lloraba.
Fue entonces donde decidió sentarse a su lado, algo temeroso se disculpo con ella por la confianza tomada, le dijo que podía ayudarla, que no había nada que temer, que estaba muy preocupado por ella a pesar de no conocerla. El mar se dejaba oír en la lejanía.

Fue entonces donde ella le lanzo una mirada esperanzada fijándose en cada facción de su rostro, en la sinceridad de su mirada, en la proyección de la luna en su figura.

Le contó que la habían asaltado, que la habían golpeado, que la habían insultado, que estaba como perdida en el mundo, que quería desaparecer de la faz de la tierra y que necesitaba volver a casa.

Él le dijo que sentía mucho lo ocurrido, que aquellos tipos eran despreciables, que sentía una profunda rabia por aquello, que iba a ayudarla en todo lo que fuera posible y que no se preocupara, que el la protegería.

Una sonrisa se dibujo en su rostro, él pensó que era la sonrisa más linda del mundo.

Aquella noche sin estrellas viajaron en el taxi mas lento del universo, él le hablo de los días que pasaba frente al mar pescando con papá, le habló de caballitos y estrellas de mar, le habló de lo excelente que era bucear en el fondo de las aguas y conocer la vegetación deslumbrante que allí había, le habló de los tres días de naufragio que vivió con sus hermanos el verano pasado; ella le hablo de la ves que viajo en bote hacia una isla lejana de lobos marinos, le dijo que pudo sentir el alma del mar y que alcanzo a nadar junto a los lobos, que había quedado fascinada con todo aquello pero que jamás en su vida había buceado.

Aquella noche ella olvido tristezas y agresiones de ruines delincuentes, pues una sonrisa reemplazo a un rostro triste y un nuevo modo de sentir le abordo el corazón de manera súbita.
Esa misma noche él dejo de pensar por primera ves en su querido mar para concentrarse en la linda y atenta mirada que tenia enfrente y para quedarse hipnotizado por aquella sonrisa hasta en los sueños.

Hablaron durante varias noches seguidas por teléfono. Él le hablo de sus noches en alta mar y de cómo se veían las estrellas del cielo marino. Ella le dijo que de un tiempo a esta parte no había podido dejar de pensar en los océanos, ni mucho menos en las estrellas del cielo. Aquella misma noche ambos se lanzaron a sus respectivas camas, ella en un edificio moderno un poco alejado de la playa, y el en una edificación pequeña y sencilla cercana al mar de toda su vida, a soñar que eran delfines que recorrían los océanos del mundo contemplando el cielo estrellado por las noches de esplendor y jugando a deslizarse en las olas como dos surfistas. Fue un sueño compartido.

Fue ante el cielo celeste de febrero y ante un sol esplendoroso donde ella conoció las profundidades del mar, fue como ver mas allá del cielo con sus propios ojos o como descubrir un mundo de colores impactantes bajo el infinito océano.

Aquella mañana se le hizo difícil creer que aquella vegetación excelsa no pueda ser vista por el resto de las personas del mundo. Un gran tiburón blanco asomo imponente pero respetando la paz, luego un gran remolino de peces pequeñísimos en miles de colores desato la fiesta de brillo y luz en el fondo, todo aquello parecía una ilusión, una fiesta sin sonidos, un paraíso bajo olas y tempestades. Fue entonces donde él le toco el hombro haciéndole una señal acompañada de una sonrisa, la tomo de la mano, ella lo siguió de lo más gustosa y feliz.

Él era un soñador empedernido que aparte de adorarla a ella y al mar anhelaba tocar las estrellas y la luna; aquel día siguieron a un tímido delfín que curioseaba las cercanías de la costa.

Desde aquel día se verían en la playa de traviesas gaviotas por siempre, para hablar disfrutando al máximo del verano y del invierno, del los días y las noches y del sol y las estrellas infinitas que poblaban el cielo azul marino. Desde aquel entonces se quisieron mas que nunca y cada momento que pasaban juntos era de pura dicha.

Fue una mañana de fines de abril del siguiente año donde ella se sorprendería por su ausencia en la playa, lo fue a buscar al lugar donde solía estar con papá y sus hermanos pero no pudo distinguir su figura por ningún lado, pregunto por él a sus hermanos y ellos contestaron que había entrado muy temprano con papá a pescar en el bote, fue en aquel instante donde sintió un aguijoneo en el corazón. Se sentó en la arena y espero hasta el atardecer, luego hasta el anochecer contemplando el crepúsculo cambiante, sus hermanos miraban al mar con melancolía, ella también.
Ella observaba el cielo estrellado y la luna inmensa como espejo y unas cuantas lagrimas suyas cayeron en la arena.
Aquella noche el sueño la venció y se durmió en la arena esperando que él la despertara con un beso, pero aquello nunca sucedió.

A la mañana siguiente el mar se veía mas lleno de vida, el sol era un verdadero astro rey y las olas rugían dotadas de una nueva y extraña energía. Por la noche el cielo adquirió dos estrellas enormes que ala siguiente noche cayeron al mar como estrellas fugaces.