El caso que voy a relataros ocurrió en el mundo del secretariado
Dolores entrada en carnes, de edad bastante avanzada y poco agraciada no solo de físico, también de carácter, dominaba el cotarro, llevaba en la empresa muchos años (este era su único merito, no tenía cargo), odiaba con vehemencia a las nuevas hornadas, pues estas eran (la inmensa mayoría) más listas, más jóvenes y más guapas.
El nuevo Consejero Delegado, era un hombre, joven, alto, agradable, educado, guapísimo…..abogado, las niñas se derretían a su paso.
El rito de la firma, es un clásico en cualquier oficina, se prepara el correo en un libro, y a primera hora de la mañana una secretaría se lo lleva, permanece de pie frente a la mesa mientras el directivo firma.
El día en que le tocó a Dolores despachar con el Consejero Delegado, antes de acercarse pasó por el baño, se retoco el pelo se pinto los labios y armada con el libro entró en el despacho.
Como siempre él, correcto y simpático, dio los buenos días, le hizo algún halago y pasó al trabajo, ella frente a el muy digna algo inquieta no hacía otra cosa que mover las piernas, de pronto se escuchó un ruido extraño, que emitió Dolores desde sus entrañas, era un cuesco clásico oliente y sonoro, él imperturbable continuó firmando, cuando terminó, alzó la cabeza y le hizo entrega del libro sin mover ni un solo músculo de la cara.
Cuando esta salio y ya se había alejado del despacho, en los pasillos se escucho una sonora carcajada, que coincidió con la entrada en la oficina de Dolores profusamente Colorada. Unos dicen que ocurrió, ella nunca dijo nada, otros dicen que es una leyenda urbana.
|