La prueba
Ella estaba en un rincón de la sala orquestando sus manos largas que más que ganchos parecían batutas. Él fumaba y tamborileaba pensamientos; nada le parecía relevante. Intentaba recordar, pero las evocaciones pasaban veloces y livianas.
— ¿Qué haces?
—Tejo.
— ¿Es una corbata?
Ella ignoró el sentido irónico y siguió con la labor.
—Sólo practico un punto que resista cualquier embate.
Él salió dando un portazo. Respiró hondo; la fina lluvia
rápidamente lo perló.
— ¡Tu gabardina!— le gritó.
—Eres divina, estás en todo.
—Sólo te cuido— Le dijo paciente.
Se internó por las callejuelas del barrio. La luz mortecina dejaba ver los graffiti y bajo el dintel de un viejo
portón, a un ciego que cantaba acompañado por un bote de lata. Entró en el bar, pidió un tequila, después otro. La
luz traspasaba indiferente las capas de humo que salían de la boca de los escasos parroquianos. Un saxofonista resoplaba el instrumento. No aguantó más y pidió la cuenta.
Por la mañana, su esposa lo encontró colgado con el lienzo que ella había tejido. Dijo para sí: “El punto no es tan bueno, tendré que ajustarlo”, y empezó a vestirse de negro.
Texto agregado el 14-07-2003, y leído por 996
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