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Despuntaba el sol detrás de nubes doradas, que ocultaban el verdadero horizonte de las aguas agitadas. Parecía todo tan normal que inclusive el color no había cambiado, era oscuro... casi negro, solo que no lograba reconocer su aspecto mortífero.
En el nido en medio del acantilado, crías ansiosas esperaban que retornara con alguna presa; que todavía se movía intentando liberarse de mi pico, antes de dejarla caer para que de un sólo trago se la devoraran. La historia se repetía, si la captura era buena con suerte, quizás llegaría a saciar su apetito.
Llevaba varios viajes buceando en las gélidas aguas. Pero una amenaza desconocida avanzaba implacable sobre el agua. En el último instante percibí un olor fétido, nauseabundo...¡Demasiado tarde!, Apenas rocé la superficie caí de bruces clavándose mi pico en algo espeso, meloso, oscuro como la noche, lo mismo sucedía con mis alas, estaban como pegadas, recubiertas por una sustancia de tremendo peso, imposibilitándome el poder levantar vuelo. El esfuerzo fue sobrenatural, cansándome más y más hasta que al fin, sin energías, sólo me quedaba resignarme por algo que no comprendía, por algo que no debería haber estado allí, que por la acción inescrupulosa y sin cuidado de unos pocos, convertía en una trampa mortal, otrora reserva de tan suculentos manjares.
Las crías esperaron en vano. Los escasos rayos de luz en el poniente, se escondían detrás de otro horizonte; a igual que sus últimas esperanzas, ¡Solos quedaron a merced de aves de rapiña! Sin nunca llegar a saber, que por efecto de una marea negra estaban contadas sus horas, ¿cómo iban a saberlo cuando vieron pasar aquella figura metálica gigantesca?, Que en nada se parecía a su nombre “Prestige”...sólo era en otro idioma, que muy poco tenía de prestigioso, dejando un negro y mortal recuerdo, brotando de sus entrañas desde las profundidades del océano.
Más de uno de mi especie pasó a engrosar extensas listas, ahogados en una mal oliente masa espesa, sólo un puñado de seres en ropas blancas intentó desesperadamente de salvarnos, lográndolo con alguno que otro de mis hermanos.
¿Hasta cuándo el hombre no respetará mi entorno? ¿Acaso yo no respeto el suyo desplazándome cada vez más en busca de mi vital alimento a consecuencia de su injusta invasión?
Como mis crías y hermanos, ya no estoy aquí para disfrutar nuestro natural entorno de paz en los acantilados con puestas de sol majestuosos sobre el extenso mar. Fuimos devorados por la insensatez de aquellos llamados... “humanos”.
Nicolas Jackson

Texto agregado el 18-01-2005, y leído por 109 visitantes. (0 votos)


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