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Un tal Cardenas.
( sin corrección )


El placard lleno de viejas ropas y zapatos tirados por ahí. Filosofías baratas lo ataban a los rincones en momentos de desesperación. Credulidad. Solo. Nadie alrededor, ni el vecino molesto.
Por la escalera, un piso mas abajo, vivía esa siluetita con cintura de avispa. Ojos grandes y penetrantes no daba ni la hora. Entraba y salía en un estertor del viento. Cardenas le sentía el perfume y ya está, bastaba una noche inquieta de dar y dar vueltas en la cama llamando al sueño sin respuesta.
Tomando unos mates trató de hilar el ardid para retenerla unos segundos, hacer una pregunta tonta…algo que la detuviera frente a él y lo mirara solo una vez. Pensó y pensó. Nada.
Una descompostura inédita en el ascensor…no!
Una duda acerca de los impuestos…tampoco.
Rascaba el cuero cabelludo quitándose esa maldita caspa que lo acompañaba desde pibe nevándole los hombros. Dio dos vueltas por el depto., puso la pava, preparó el mate y tragaba saliva y la idea no le venía.
La tarde se iba volviendo noche sin querer, ingenuamente.
Tal vez no se podría resistir a darle a un hombre descuidado un poco de azúcar. –Mañana a primera hora te la devuelvo- le diría así como viene la cosa.
No. Es una estupidez terrible, eso lo hacen los estudiantes desesperados por desembarazarse de los libros a través del sexo ocasional. Pero esto es otra cosa, no es ocasión de náufrago, es deseo o algo así, decididamente es otra cosa.
En medio de la cebada se levantó y dirigiéndose al baño tomó el cepillo de dientes.
-Y si me encuentra con gusto a mate y cigarrillo en la boca?-
Riéndose de semejante estupidez se los lavó igual…por las dudas.
¿Por dónde iba?, Ah!, volvió al mate amargo y en un entre- cerrar de ojos la desnudó. Invadido por el pudor de un adolescente sacudió la cabeza para correrla un instante y retomar el ardid.
-Ya está!. Me robaron!!!-
Faltaba ahora justificar por qué llamarla justo a ella.
Tomó dos mates al hilo medio fríos medio lavados, no importaba.
La esperaría en la rambla de la avenida. Cuando ella entrara, antes de tomar el ascensor él se metería como loco diciendo que lo robaron, recién, cosa increíble, en medio de la calle, y con gente y todo y las luces, así como así, con total desparpajo.
Poniendo la cara desencajada que poco le costaba porque siempre andaba con la cara desencajada. Qué más podría hacer ella que sorprenderse y al menos mirarlo, qué más? Era suficiente esa migaja de ojos oscuros. Entonces le pediría hacer una llamada telefónica para avisar a la policía.
-Tendrá teléfono?-
De todas maneras le tendría que responder, por sí o por no, pero escucharía esa voz de lira, de ángeles disfónicos, susurro de ventolinas, qué sé yo, hablaría.
-Falta que sea muda- Qué le importaba que no hablara con esa imagen inmaculada de virgencita del Lourdes, de estampita de agenda.
-Mierda que el mate está frío-
Pero continuó cebándoselos, sobándose los labios con la fantasía y más chupaba más la mantenía activa, imágenes que no se dejan caer porque sí. De eso se trata, de soñar despierto.
-A qué hora llega esta naifa?-
Las cuentas y los relojes le revoloteaban en la cabeza y el mate helado, heladísimo. Y seguía chupando fuerte.
Hizo el promedio entre la hora pico y alguna vicisitud del momento y le daba como a las nueve, minutos más, minutos menos.
-Me quedo sentado al costado del monumento o me tiro para la esquina?-
Buscando el lugar estratégico sintió la puntada. Justo debajo del cinturón. Se aflojó el cinto y cebó otro de esos amargos indescriptibles.
La puntada otra vez,-la puta madre, y ahora qué? No me iré a enfermar justo ahora que me faltan unos 15 para las nueve!!-
Preocupado el hombre y su puntada, ésta lo acompañaba al compás cada 10 segundos religiosamente, como si fuera una contracción y estuviera en pleno trabajo de parto.
Tomó otro más, para relajar el duodeno, se dijo, en una medicina totalmente casera que ponía a prueba cada vez que le daban chuchos y le erizaban los pelos del brazo.
-Cómo pasó la hora , mi Dios! 5 para las nueve-
Las agujas del reloj eran un remolino de los campos santafesinos ondeando la capa amarillenta de los trigales.
No se sabe si fue una maldición gitana o el destino, pero Cardenas escupió la silla para atrás y corrió al baño. Media hora le llevó la desesperanza y la evacuación de un amor mal parido y así, con solo apretar un botón se despidió de una pava llena de esa reina inalcanzable, del encuentro imposible y siguió solo sentado en el blanco inodoro con los pantalones arremangados hasta el suelo y la próxima vez.

Texto agregado el 14-07-2003, y leído por 236 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
15-07-2003 Pobre tu personaje! Pero es lo malo de soñar despierto: que se relajan los esfínteres de tanta tensión y se descompone el cuerpo de tanta ilusión. El miedo a lo real tiene esas cosas...! ;-) Saludos y bienvenido otra vez, César! moebiux
14-07-2003 pues para mí, la mejor parte es "siguió solo sentado en el blanco inodoro con los pantalones arremangados hasta el suelo y la próxima vez." un final tremendo. Gabrielly
14-07-2003 Jajajaja me quedo en esta frase: " Las agujas del reloj eran un remolino de los campos santafesinos ondeando la capa amarillenta de los trigales.", esta bueno, aunque no quiero más peleas por acá pleaseeeeee, besitos y que estes bien, Ana C. AnaCecilia
14-07-2003 es bueno, lo sabes?. Saludos. cao
 
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