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Desperté sollozando..., con lágrimas rodando por mis mejillas... No recuerdo que algo así me hubiese sucedido, ni aún siedo una niña...

No hacía frío, pese a ser invierno, pero mi alma se congelaba en la soledad de esas cuatro paredes disfrazadas de cielo (la habitación estaba pintada de azul).

Traté de justificar tanta angustia, repasando en mi mente lo soñado... Acerté a recordar a mi madre, rindiéndose: "No podía seguir queriéndome más..."
Estaba harta de que subestimara tanto amor derrochado en vano, sin que me hubiese parado a valorarlo un solo instante... Y encima..., era cierto.

La soledad se hizo más grande; esta vez arrasó la totalidad de mi rutina, obligada por errores cometidos en un pasado no muy lejano...

Pero... ¡No podía ser...! Mi madre jamás se había rendido, aunque yo viviese mucho tiempo pensando que sí..., que había dejado de luchar...
Creo que sólo dejó de luchar por cambiar su vida, que optó por tratar de amarla tal y como era...
Tal vez ahí resida el secreto de su fuerza inquebrantable...
Yo, en cambio, soy una inconformista... Aún creo que un cambio de actitud ante la vida, aunque sólo sea una decisión tomada, obra cambios inmediatos en todo lo que te rodea...
Pero..., eso es cosa de la mente, pobre criatura limitada, esforzándose hasta la saciedad por tratar de comprender a ese alma, que le habla de verdades que no entiende...

Y entonces, comenzó "mi regresión"... Siempre había tenido ganas de someterme a una, hipnotizada y todo eso...
Pero el alma tiene sus ases en la manga para satisfacer necesidades ocultas, indescifrables pero impresas como a fuego...

Recordé el prolongado tiempo que me había pasado enfadada con mi madre en silencio, sin decírselo y sin confesármelo a mí misma... La culpaba de mi sensación de desamparo absoluto, de mi falta de expresividad, de mi miedo ante la vida..., de mi tierna debilidad, como mujer que soy, disfrazada de fortaleza inquebrantable... Me sentía como si ella y su actitud de sumisión ante las incoherencias de mi padre, me hubiesen obligado a ser quien no soy, a hacer cosas que creí que no habría hecho jamás...
Y tal vez hubiese algo de cierto en todo ello, pero nada ni nadie podía otorgarme el derecho a juzgar la forma de amar de nadie, y mucho menos, de la mujer que más me ha amado, y probablemente me amará, en esta vida...

La habitación se hacía más grande, o yo me hacía más pequeña..., sumida en mis divagaciones...

¿Es probable que me hubiese esforzado por demostrar mi bondad, para poder juzgar de "inferior", el comportamiento de mis progenitores?
En parte, seguro que sí...
Algunas realidades apoyaban mis desvarios...
Como el hecho de tener que vivir fuera y lejos de mi casa, para adornar mi vida de amor y belleza...
Ahora, cuando vuelvo, esos sentimientos no me abandonan, no me hace daño el sentirlos, como antes, cuando se juzgaban mis sentimientos dependiendo del obligado beso que debía dar a mi padre cada vez que llegaba a casa... ¡Uf..., vaya sensaciones vergonzosas me atañían...! Me sentía como una verdadera hipócrita cada vez que tenía que hacer lo que sabía que se esperaba de mí...

Ya no estaba llorando... La ansiedad remitía, mis pulsaciones cogían un ritmo muy cercano a la normalidad...

¿Normalidad, digo? Parece mentira que yo pueda utilizar esa expresión que ha traído tantos problemas a mi devenir...
Me he sentido juzgada la mitad de mi vida, y puedo asegurar que me afectaba el no provocar un mínimo de orgullo en mis padres, aunque sólo fuese por las excelentes notas que les traía a casa... Aún recuerdo como si me estuviese sucediendo, mi alegría ahogada y enterrada muy profundo, cuando traje las notas de mi último curso de enseñanza obligatoria... Eran perfectas, sólo un ocho en Música "fallaba", y mi padre me regañó por ello y no dijo nada más...
Creo que desde ese momento supe, que hiciese lo que hiciese, siempre haría algo mal...

Cierto grado de calor comenzaba a invadirme... Mi alma estaba entregada... En el silencio de mi desierto se escuchaban mejor sus voces...

A mi padre no le debo nada... No mientras piense que se lo debo, encerrado en ese mundo suyo en el que sólo él tiene voz...
En cambio, mi madre, es otra cosa...
Me enfadé mucho con ella cuando murió su madre, mi abuela, y perdió la ilusión de vivir... Sentí cómo moría, cómo le costaba trabajo vivir, levantarse cada mañana...
Yo sólo tenía siete años... Tal vez en esta década, los niños posean mayor capacidad de entendimiento, o quizás simplemente sea que se les escucha... No sé... Yo sólo sé que me quedé desvalida... Sola, viendo la vida a través de unos ojos que ya no poseían ilusiones, ni esperanzas..., que parecía que esperaban, tan sólo, el momento de cerrarse para siempre...
Entonces me hice fuerte, y me atragantaba por las noches con mi dolor, en silencio, a solas..., asolada de superficialidad y rutina, de actuaciones robóticas, día tras día..., de discusiones sin sentido, mientras se fraguaba una guerra de "todos contra todos" en casa...
Tanta infelicidad..., supongo que todos buscábamos justificarla, y nadie, ni siquiera yo, buscó la culpa en sí mismo... Cualquiera era bueno para "acarrear con la culpa" de tanto dolor silencioso (mis padres o cualquiera de los cinco hermanos que éramos).

Ahora, ni siquiera estoy enfadada conmigo misma, a pesar de que sigo sin saber demostrar lo que siento en mi casa... El miedo a que masacren lo más sagrado de mí, mi alma, aún me retiene...

Pero sólo era tarde en el sueño... Eso espero...
Todo está perdonado...
El alejarme, y el reproche hacia ellos por tener que hacerlo...
El haber llegado a odiarles en ocasiones, y el reproche de haber tenido que albergar ese odio en mi interior, quemándome por dentro...
Las lágrimas abandonadas y avergonzadas de existir...
Las voces mudas de mi alma llegando a ninguna parte...
Los juicios provocando juicios...
Los reproches arrancando reproches...
Las dudas, los miedos...
Ahora todo queda tranquilo, en calma...

La habitación ya no parece un cielo disfrazado, tan sólo una estación más en mi recorrido...
Y de lejos, se oye la voz de mi madre que dice:
"Todo está bien, cariño..."

(16/01/05)

Texto agregado el 18-01-2005, y leído por 105 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
21-03-2005 Me llegó profundamente, leí cada palabra como si lo estuviera sintiendo en mi interior... mis más sinceras felicitaciones, me sentí protagonista de este escrito. mil estrellas. Crisss
 
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