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Desde que se compró el aparato, Marta no hacia más que cabificar. Empezó por cabificar las cucharas de plata de la abuela. Luego siguió con el televisor, los espejos, la bañera... Hasta sus mejores medias de seda cabificó. Un día pensó que podía cabificar las paredes del apartamento y así lo hizo. Cabificó a su marido y a la vecina del quinto. Todo lo que caía en sus manos, ella terminaba cabificándolo. Cuando el barrio entero estaba ya cabificado, no supo qué más hacer. “Oh, qué pena —se dijo—. Me gustaría tener un descabificador.” |
Texto agregado el 14-07-2003, y leído por 390
visitantes. (5 votos)
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Lectores Opinan |
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28-12-2003 |
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Muy bueno
Un abrazo
nikita |
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05-09-2003 |
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muy bueno!! migu |
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15-07-2003 |
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Jajaja me ha hecho gracia!! Muy bueno!! tabata_25 |
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14-07-2003 |
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x ke no siguio x otro barrio y otro y otro ? ElCaro |
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14-07-2003 |
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Es un relato notable por su perfección estructural y por su ingenioso contenido. Alé gallego, cinco estrellas bien merecidas para tí. CAO |
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14-07-2003 |
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Ayyyy, cielo, eres tan redondo cuando escribes.Tienes la perfección del círculo. Gracias por compartirlo... hache |
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14-07-2003 |
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iba a cabificar esta maravilla pero me h a dado miedo engancharme... ;) rnahimla |
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