Luego de tomar una refrescante cerveza en mi apartamento, salí corriendo hacia el supermercado que en veinte minutos cerraba. Recorrí las góndolas para ir completando los faltantes de mi despensa, que al final me llevo menos tiempo de lo pensado, así que con el calor que hacia decidí caminar tranquilo las dos cuadras hasta donde vivo y al ingresar al edificio, vi entrar a mi vecina del 5 to B en el ascensor.
La llame:
¡Zulema!...espera que subo contigo.
El describir a las personas siempre fue un problema para mi ya que no era fisonomista, pero ella era especial, la tierna mirada de sus inmensos ojos marrones, su cara de piel trigueña, con su pelo corto color castaño.
Eran pocas las ocasiones en que nos veíamos, pero suficientes como para saber que había buena onda. Luego de acomodar las bolsas en el piso del pequeño ascensor, cerré la puerta y oprimí el botón del 5to piso.
La maquina ya entrada en años a igual que el edificio, inició el ascenso penosamente, parecía tardar una eternidad salvo en esta ocasión que disfrutaba de buena compañía.
Los números pasaron con lentitud...2do...3ro y ya casi llegando al 4to, de pronto se detuvo. Prevaleció el silencio y la oscuridad, salvo la escasa luz del ventanal del pasillo. La primera reacción fue de sorpresa ya que jamás paso algo así; comentamos al unísono...¡que extraño!
Mientras esperábamos que retornara la energía, seguimos charlando de todo un poco, cansados al fin nos sentamos en el estrecho piso entre medio de bolsas del súper. Los minutos y las horas se sucedieron, ya que nadie podría acudir en nuestra ayuda.
Oscurecía y casi ni nos veíamos, pero llego el momento donde el estomago aclamaba y empecé a buscar con que podríamos saciarlo. Al fin medianamente satisfechos y mas relajados, seguimos comentando nuestras vivencias pasadas, las salidas, los noviazgos, las desilusiones y fracasos.
Cada ves era mas intima la charla, mas no podíamos vernos hasta que después de un largo rato, como que habíamos perdido la noción del tiempo, empezó a aclarar por la intensa luz de la luna llena.
Ahora si comencé a ver su rostro, al mirarme brillaban sus ojos, como así lo expuesto de su cuerpo, escasamente cubierto por una blusa color crema con amplio escote, de la cual varios botones estaban desprendidos para mitigar el calor sofocante...o eso imaginé, no podía evitar ver los efectos de luz y sombra, sobre curvas imponentes al resguardo de encajes delicados, eran muy sensuales a igual que sus labios, que cada ves estaban mas cerca...quizás demasiado, pude percibir su agitado aliento. Era difícil disimular lo que por natural instinto iba gestándose, las miradas...apasionadas, esa atracción que sin mediar palabras daba lugar a que las manos y los labios se buscaran, suavemente como midiendo la intensidad del deseo mutuo, luego en frenético apego como queriendo saciar tantos sentimientos reprimidos. Mis caricias recorrieron su cuerpo deteniéndose mas en unos puntos que en otros, su respiración se acelerada, empezaron a sobrarnos las ropas, que una a una fueron desparramándose...
Volvió la luz que nos cegó por unos instante como si fuera un poderoso reflector.
El ascensor nuevamente se puso en marcha, haciéndonos detener el proceso como avergonzados, todo iba como en un sueño irreal, pero no fue posible la entrega sublime al borde del delirio. Con prisa buscamos nuestras prendas antes de que llegue a la puerta del 5to piso. Recién en ese momento recordamos que en todo el edificio solo éramos Zulema y yo.
Demasiado tarde, el encanto y esplendor que envolvió nuestras almas durante esos intensos momentos de media luz, fue abruptamente cegado por alguien que creyendo cumplir adecuadamente con su deber, activó el interruptor que daría vida a toda una ciudad, sin percatarse que apagaba otra que hubiera sido igual de intensa...o mas, en aquel inolvidable ascensor.
Nicolas Jackson
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