EL CRIMEN DE LUCRECIA
La estaban matando. Tenia ampollas hasta debajo de los talones. Esa tarde había caminado con sus zapatos nuevos por más de cuatro horas buscando el arma perfecta. Por fin a eso de las seis y treinta la había encontrado en un pequeño almacén del centro de la ciudad; un sitio de esos donde se pueden comprar todo tipo de cosas.
El tipo del almacén le había recomendado ese modelo; la convenció cuando le dijo con voz susurrante que él también tenía uno de esos y que le había sido muy útil cuando “las cosas se ponían feas”. Así que no lo dudo, le pago al hombre lo acordado y lo gurdo en una gran bolsa de tela junto con las compras.
De camino a su casa planeaba en su mente paso a paso lo que haría; sería cruel, tan despiadada como pudiera serlo; al fin y al cabo se lo merecía y esta vez no tendría ningún tipo de consideración con ese monstruo que le había hecho la vida imposible tantas veces.
Había llegado la hora de su venganza; ahora estaba frente a las puertas de su casa, ya había oscurecido totalmente, solo se escuchaba el ladrido de los perros y el crujir de sus pasos sobre el césped mojado.
Saco las llaves de su bolso y abrió cautelosamente la puerta principal, de inmediato y sin hacer ningún ruido colocó las llaves y la bolsa de las compras sobre la mesa del recibidor. Sabía que probablemente su victima ya estaría en casa y que cualquier señal de su presencia podría ponerla sobre aviso.
Lentamente se acerco a la entrada de la sala y se quito los zapatos, sintió la suavidad de la alfombra bajo sus pies y se reconforto; ahora estaba lista para cualquier cosa. Consciente de cada uno de los pasos a seguir se dirigió nuevamente al recibidor, caminó de puntillas hasta la pequeña mesa y con gran habilidad extrajo el arma de la bolsa, era liviana, así que todo sería más fácil.
Respiró profundamente y dejó salir el aire de su boca lentamente. El artefacto resbalaba inevitablemente entre sus manos estremecidas por el miedo, estaba nerviosa, después de todo nunca había matado a nadie y en cualquier momento su plan podría fallar. Tuvo que cerrar los ojos un momento para calmarse. Se paso la mano por la frente sudorosa, se mordió los labios y se armo de valor; tenía que culminar su plan.
Se encamino decididamente hacia su cuarto visualizando en su mente la imagen de su victima, sabia que estaría allí, como todas las noches, esperándola, - ¡maldito¡- pesó ella, pronto llegaría su final y ya jamás tendría que volver a verlo.
Entró en el recinto buscando con la mirada la odiada figura, en un segundo apareció ante sus ojos; estaba de espaldas a ella, junto a la ventana de la habitación. Ella lo observo por unos segundos y se aferro al arma con más fuerza, con más odio, concentrando en ella todo su resentimiento. Contuvo la respiración y cuando estuvo muy cerca de él lo sorprendió con un certero golpe que de inmediato lo tendió en el piso. Ella se acerco con furia al cuerpo moribundo y descargo un segundo golpe sobre él. Por fin dejó de moverse.
Lucrecia sonrió emitiendo un breve suspiro de victoria; había culminado su plan. Descanso unos minutos sentada sobre su cama mientras miraba con repulsión el cuerpo que yacía sobre el piso de madera de su habitación. Buscó entre el armario una bolsa lo suficientemente grande e introdujo allí el cuerpo sin vida; luego limpió la sangre de la pared y el piso. Se lavo las manos de tal manera que no quedara rastro de lo que había ocurrido esa noche en su casa; apagó la luz y se acostó tranquila, sabía que ese molesto zumbido de mosquito no la desvelaría nunca más.
|