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Inicio / Cuenteros Locales / La_columna / Cartas, sobres y carteros (Por santacannabis en el día de Moebiux y con un guiño para él)

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Hace mucho que no recibo postales por correo ordinario. De esas que se venden en las tiendas para turistas en aparadores giratorios. Hay algunas muy clásicas como aquellas que dicen el nombre de la ciudad y varias fotos típicas. O aquellas que imitan un telegrama. También están aquellas que se despliegan hacia abajo y se guardan en una carterita del mismo papel. Hace poco alguien me regaló varias postales en propia mano, sin embargo han pasado muchos años sin que reciba ninguna. No sé si ya pasó de moda, si mis amigos son ingratos o si debo dejarme de nostalgias que viajan en la bicicleta del cartero.
Una carta y una postal no son lo mismo. Una carta de amor si va cerrada, es porque nos pertenece de forma exclusiva. Las postales van abiertas y muestran descaradamente el lugar en donde estuvimos y las letras que escribimos, a menos que se escriban en clave o en un lenguaje críptico y exclusivo de los que se aman. Una postal, si ha de ser de amor, debe mostrar un paisaje desolado en donde alguien haga falta para llenarlo.
En el ejercicio de escribir cartas, no siempre se llega al último eslabón de la cadena. A veces uno escribe cartas para sí mismo aunque el destinatario sea otro. Las cartas más descarnadas, atrevidas e impulsivas, rara vez llegarán a su destino original si uno no le pone cierta dosis de valor y heroísmo y se atreve a dar el gran paso del desliz epistolar: deslizarla en el buzón o deslizarla bajo la puerta.
Las cartas empiezan a ser objetos en franco desuso para tristeza de algunos aferrados románticos como yo. En el cine actual sobre historias actuales, muy raramente veremos la clásica escena de la carta, el abrecartas, la música misteriosa y la noticia terrible. O la música alegre y las buenas noticias.
El cartero ha dejado de ser ese mítico personaje mordido por el perro y esperado por las señoritas casaderas, para convertirse en un simple transportador de las peores noticias: Estados de cuenta de bancos, catálogos para comprarlo todo y adeudos varios.
Personalmente me cuesta mucho deshacerme de las cartas que me escriben. Tengo un par de cartas que incluso me sé de memoria. Guardo cartas insulsas que me escribieron en la primaria y que la relevancia del mensaje tiene más que ver con la estética de las plumas de colores y las calcomanías de figuras que con las incipientes letras.
Las cartas que nunca llegaron pueden cambiar el rumbo de la historia personal o incluso de un pueblo entero. También pueden salvarnos de un impulso o de un arrebato del que nos hemos desprendido.
Rilke aseguraba que la carta es la mejor forma de ejercitar el alma, y yo lo sostengo. Tal vez porque soy mucho más hábil con el lenguaje escrito que con el oral, o porque soy algo tímida y me va mejor la paradoja de esconderme tras un papel y al a vez mostrarme en él.
El género epistolar ha sido usado como la mejor manera de mostrar mensajes claros y contundentes en el que nos sintamos tocados de cierta forma, como es el caso de las cartas de San Pablo. También nos da una sensación de voyeurismo cuando leemos las cartas de James Joyce a Nora Barnacle, o bien nos pueden contar una historia de amor como los hace Bryce Echenique en “La amigdalitis de Tarzán” o una novela política como “La silla del águila” de Carlos Fuentes.
Yo me confieso adicta a escribir cartas. Me confieso también muy floja o muy cobarde para entregarlas. Adoro recibirlas y es por eso que me gusta leerlas y leer sobre ellas, así que a manera de despedida les ofrezco tres de mis fragmentos favoritos que hablan sobre las cartas:


Também escrevi em meu tempo cartas de amor,
Como as outras,
Ridículas.
As cartas de amor, se há amor,
Têm de ser
Ridículas.
Pessoa

Pero ahora te envío esta carta de lluvia
que te lleva un jinete de lluvia
por caminos acostumbrados a la lluvia.
Teillier


'Yo sostengo que la carta es, por lo menos,
tan valioso invento como la rueda en el curso de la vida de la humanidad.
Pedro Salinas

Texto agregado el 15-01-2005, y leído por 1388 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
18-01-2005 Si que se echan de menos si... lo correos electrónicos se borran demasiado fácilmente, no quedan constancias; las cartas se agrupan, se amontonan, se anudan con un cordel rojo... es distinto. Saludos Nomecreona
17-01-2005 preciosa columna, yo era asiduo a las cartas ya no... pero también recuerdo la sensación al recibirlas, el ansia por saber delas noticias de ese amigo o familiar.. barrasus
16-01-2005 Y qué decir de las tarjetas de Navidad, de esas que llegaban por docena con hermosos dibujos alusivos al invierno, al Nacimiento, en fin... ya sólo queda recordar, responder el móvil o el mail, pero nada de eso adorna nuestro pino navideño ni alegra las vísperas de la Nochebuena. Buen tema; dejo mis estrellas. Borarje
15-01-2005 Es una tema muy privilegiado, en mi concepto, para una columna, es muy cierto que hoy, si pasa el cartero por tu casa, solo dejará cuentas y muchísimas ofertas para que compres lo que quieras, ya no se reciben postales de los amigos que se encuentran de viaje y mucho menos, cartas de amor. Yo también tengo muchas cartas guardadas y las disfruto cada vez que las encuentro, hoy borramos los e-mail, es más fácil, si no es de tu gusto, tan solo lo borras, la carta, no se borra. Mis felicitaciones, he disfrutado con la lectura de tu columna. Mis cinco estrellas. Ignacia
15-01-2005 Un hermosa forma de llevarnos suavemente al viejo zaguán de la nostalgia donde corríamos todas las mañanas para revisar las emociones apretadas con forma de papel de carta. Hermosa columna la de hoy. Mis felicitaciones. carloel22
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