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La mañana nos había tomado por asalto, cubriéndonos del frío irreverente del amanecer. Ella estaba allí, enfrente mío, de rodillas en ese colchón sin sábanas que habíamos arrojado de apuro al suelo. Pero sin embargo, la extrañaba. Tal vez era el frío o quizás el tiempo que se asemejaba tanto a un cementerio esquivando la pax eterna con esa mueca pavorosa del desamor y el olvido, y a veces también de la memoria deshilachada de aquella fortuna ignota, pero lo cierto era que la echaba de menos. Ella parecía inmóvil, inconmovible ante todo lo que había sucedido. Nos dolía terriblemente el cuerpo, la boca, palpábamos el ardor de la piel pero a la vez la sentíamos enfriarse por las circunstancias que propician una mañana inerte. Ocurre que su imagen me dictaba ciertos recortes de planos estrechamente ligados a la confusión, a esa cosa de color rojo que sacudía en su mano y yo nunca antes había visto. Creo que nunca antes la había visto. Pero al mismo tiempo ella me parecía tan desconocida que entonces ya no había tiempo de nada, y había ciertas cuestiones en el aire perfumado que aseguraban lo vano de ser cuestionadas, afirmaban que ya no existen detalles –la mayoría- capaces de observar y compartir porque está preconfigurado, el presente, y configurado, el pasado, de manera tal que quede justificado y arraigado en las tradiciones el estado de cosas actual. Habíamos perdido las ganas de entrometernos en los detalles porque quizás habían perdido sentido. Pensaba porqué la amaba o porqué vivíamos en un lugar llamado Argentina y tras pensarlo puntillosamente, todo parecía perder su valor semántico. Trataba de buscar el fragmento de su significado más allá de lo que está dado como sobreentendido y entonces parecía que el todo desaparecía, que nunca había estado, que en realidad yo había inventado el termino amor o Argentina, y nunca se pronuncian, sólo se expresan con reticencias. Pero en verdad no se trataba de su inexistencia sino que no estábamos acostumbrados a escaparnos de los sofismas que rigen el mundo. Y los detalles, al estar allí listos para ser indagados, para sumergirse en ellos huyendo de la contingencia y el gregarismo, nos hacen tambalear, parece que desaparecemos pero sólo modificamos la forma en que nos conjugamos y nos perdemos en los pliegues rotos sin siquiera tener nuestra parte. |
Texto agregado el 13-07-2003, y leído por 203 visitantes. (0 votos)
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