Por qué siempre me tengo que tragar todo. No entiendo, en mi estómago no me cabe el pasado. Por eso me siento así, como en una jungla de alcohol y pesadillas, deambulando, la fantasma que escribe se desnuda ante la mirada del tiempo, fiel atleta de piernas infinitas, déjate de correr imbécil, sino no voy a tener uñas limadas para explicar por qué escribo de esta manera.
En la soledad de mi habitación dibujo con una neurona un banco, una silla, un pizarrón y una mochila. Saco de mi memoria los rostros frescos y frívolos de mis compañeras. Delante de mi banco están ellas, hablando del carrete del fin de semana pasado, para la próxima van a invitar a esos rubios del equis colegio... si eran tan simpáticos. Al frente están mis fieles amigas, repasando los vestigios de la clase que ya viene, contándome sus historias de litoral, contando mis historias de ángeles terrenales, historias de amor apolilladas de olvido. Entonces todo se vuelve blanco y negro. La amplitud de la sala ya no tiene ese color de alianza verde. Ahora es una fotografía sepia, un pasado extraño, a dónde me fui a meter. Me quedo como momia observando los cuerpos de mis amigas moviendose normal, títeres uniformados. Entonces se me ocurre mirar hacia atrás. Ya no estaban los casilleros. La sala se ampliaba. Habían hombres y mujeres sentados, tonteando, chacoteando, riendo. Entonces dos lágrimas rodaron por mis mejillas, escribiendo la tristeza en mi rostro. Me levanto y camino... mis piernas flaquean. Me caigo. Me derrumbo.
Entonces el escenario vuelve a la normalidad. De rodillas ante el tiempo. Hambrienta de otro tipo de caras... de ver a solamente mujeres cuando durante ocho años me agradaba estar sentada en el patio mirando a los chiquillos como jugaban en la cancha o cambiando cartas de estrategia. Sinceramente no quiero abandonar el presente porque tengo buenas amigas y no quiero separarme de ellas, más encima perderlas por un capricho. Un capricho que me atormenta, me atasca. No me deja ser feliz. Continuar tampoco.
Es doloroso leer un libro tuyo. Todos escribimos un libro en nuestras vidas. Cuando lo leemos podemos llorar o reír.
En mi caso... |