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Sonó el teléfono cuando él entraba por la puerta. Dejó rápidamente las llaves sobre la mesa y se dirigió al aparato. Pensativo, se quedó al lado, mirándolo, dejándolo sonar como si intentará averiguar el motivo de la llamada.
Javier era un joven alto, cercano a los treinta, corpuleno y con cierto atractivo. Solía ser un hombre callado, introvertido, que no dejaba que sus sentimientos fueran palpables en su rostro. Sin embargo, ésta vez algo en aquella llamada hacía que sus ojos se mostrasen inquietos.
Después de meditar unos segundos, descolgó el auricular y escucho la llamada, casí sin participar en la conversación que se estaba dando. Asentía y asimilaba las noticias que le estaban comunicando.
Después de colgar, cogió de nuevo las llaves y salió por la puerta.
Cuando ella entró en casa, él la esperaba sentado en el sofá del salón. El televisor estaba apagado y tan solo se entretenía con un vaso de vino, al que apenas le quedaba un sorbo.
Ellá se acercó, le dió un beso en la mejilla y comenzó a desnudarse en la habitación de al lado.
Mientras ella iba desprendiéndose de la ropa de trabajo, Javier comenzó a hablar, sin apartar la mirada del vaso, pero consciente que ella le escuchaba. Su rostro mostraba la tensión por las noticias que debía comunicar a su esposa.
Tras un noviazgo desde la infancia, Javier y ella se habían casado hacía apenas una año. Sus vidas habían estado siempres unidas, debido a la gran amistad que mantenían los padres de ambos, desde antes que ellos nacieran.
Habían crecido juntos, enamorándose día a día, sin que nadie más existiera en sus vidas.

-He ido esta tarde a la consulta del Doctor Silveira. Ya están los resultados.- Dijo él, seguro de que ella escuchaba.

Ella salió rápidamente de la habitación, sin preocuparse de que tan solo iba vestida con la ropa interior.

- Y bueno, ¿qué te ha dicho? Me tenías que haber avisado y te habría acompañado.
- Tienen pocas esperanzas.- sin apartar la mirada del vaso.- He tomado la decisión.

Al escuchar sus palabras, ella pareció perder sus fuerzas y se dejó caer junto a él, desplomandose sobre su hombro. Javier no quería mirarla.

- Ya me he despedido de mi madre y mi hermana.- Su padre había fallecido años antes y su madre vivía con su hermana, en una casa a las afueras.- No lo ha entendido.
-¡Yo tampoco!- gritó ella, con la voz debil por las primeras lagrimas.- ¿Cuánto tiempo te queda?¿6 meses?¿2 semanas?¿Un día? No nos puedes quitar ese tiempo. No te lo puedes quitar a ti.

Tras la segunda visita al doctor, hacía ya 8 meses, él ya había tomado la decisión.
En caso de que los análisis para comprobar el alcance del tumor fueran negativos, el abandonaría su vida; mientras todavía puediese.
Había decidido que no quería que su familia y amigos le vieran morir, que sufriesen el dolor del que espera, impotente, la muerte de un ser amado. Él ya había sufrido eso con su padre, viendo como se consumía poco a poco en la cama de un frío hospital. No quería eso para aquellos a quienes quería.

- Ya sabes cual es mi postura. No te pido que la entiendas, solo que la respetes.
- ¿Y dónde piensas ir?
- Eso ya no importa.

Cuando él marchase esa noche, desaparecería de la vida de ella, como si ya hubiese muerto, evitándole el sufrimiento de verlo. Se iría lejos, sin mantener contacto con ningún conocido. Se despediría de cada uno, para le recordasen como era, antes de que la enfermedad empezara a consumirle.
Ella le abrazó, ahogada ya en el mar de lágrimas, mientras suplicaba entre el llanto que no lo hiciera, que no se marchase, que disfrutase junto a ella lo que quedaba. El agotó el último trago de vino. Todo había terminado.

Por la mañana, antes de que ella despertase, recogió las maletas, que había preparado a la vuelta de la visita con el doctor, y se dirigió a la puerta. Antes de marchar, escribió una nota en un pequeño trozo de papel y la dejó junto a la cama, mientras besaba por última vez a su esposa, a su vida.
Lo siento.

Una vez en el aeropuerto cogió el primer vuelo para el que quedaban billetes y se embarcó, evitando mirar atrás, olvidando lo que dejaba. Mientrás se hacía a la idea del viaje en el que se embarcaba, sacó un papel del bolsillo de su abrigo.

Señor Javier Lortad;
Le entrego los resultados del análisis, los cuales muestran, sin lugar a duda, que se trata de un tumor benigno. Tan solo tendrá que someterse una leve intervención y a un tratamiento de dos meses. Ruego concerte cita con la enfermera.
Atentamente,
Doctor L. Silveira.

Texto agregado el 14-01-2005, y leído por 142 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
14-01-2005 Me gustó el final... Te animo a que sigas escribiendo la vida de Javier... Efecto_Placebo
 
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