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Baltit, a 12 de Enero de 2005

Namasté Sagrario:

Te confieso, hoy amanecí extrañamente feliz, levemente embelesado por el perfume narcótico de un inocente chaí, recordando sin duda la melodía humeante que recorre las cumbres pakistaníes, soñando cómo un día un invisible hilo de seda sellará al fin los espíritus salvajes de nuestro Félix y de nuestro Atxo. Cerca y lejos, como te conté en la última carta, un aurreusku tocado por Juanito pone siempre el broche de oro musical a tan ceremoniosa armonía.

Extasiado por tan mágica entonación, lo primero que han hecho mis ojos al desperezarse en su nueva morada ha sido contemplar las agrestes aristas del Chogori (por fin, ante mí!), silueta abismal sólo matizada por el glaciar del Baltoro y levemente perfilada por el contorno vacilante del espolón de los Abruzzi.Pero el coloso, Sagrario, aún puede esperar...

Repuesto del éxtasis, la vista de la Montaña de las Montañas es grandiosa, prodigiosa, como nunca lo había soñado, como nunca tantas y tantas veces habíamos imaginado. Aquí afuera el silencio del aire es algo aterrador, sólo interrumpido por el ágil cascabeleo de las piedras que danzan en el río Gilgit. Hacía días que nuestros cuerpos pedían a gritos un descanso de mil años como mínimo, y más después de la peripecia acaecida en el Xinqiang, con un inacabable papeleo burocrático en Urumchi que a punto estuvo de acabar con nuestra paciencia. A pesar de los obstáculos, nada ni nadie podía impedirnos visitar el Shangri-La profetizado por Hilton (James) allá en el lejano año 1933: aquí estamos y no podíamos disfrutar y gozar más del entorno.

Te cuento el viaje hasta ahora, almenos desde la última carta que te escribí la semana pasada: el trayecto des de Gilgit hasta Hunza-Kuibar por la mítica Autopista del Karakorum no tiene palabras para ser descrito, ya sea por las infernales condiciones del camino (precipicios milenarios y frío incluidos), como por las “dantescas” imágenes de un verde de los valles cabalgando encima de unas nubes azules amenazadoras; algo realmente espectacular. Atrás ha quedado la visita, de un solo día, al señorío imperial de Rakaposhi, y el paso, lento aquí como la vida misma, por los vergeles casi inhabitados de Nilt, Chalt, Karimabad, Ganesh y en la misma Baltit, donde estamos ahora: un frugal aperitivo antes de arribar a los dominios casi inexplorados de los hunzakutt.

La noche pasada ha sido extremadamente fría, creo que hemos llegado a los veintisiete grados bajo cero; el ánimo de la expedición, a pesar de la inclemencia climatológica, sigue intacto. De momento no hay cansancio ni frío que pueda hacer sucumbir nuestras defensas físicas ni nuestra resistencia anímica...La compañía de la txalaparta ayuda, ¡y no sabes cómo!, en estas noches gélidas del norte de Pakistán.

La ronroneante letanía no cesa de golpear en nuestros oídos, hace días que viene repitiéndose: Karakorum, Chogori, Karakorum, Chogori...el Imperturbable. Una obsesión de muro y nieve que, si hace falta, moriré con ella.

A la vera izquierda del Chogori yace amenazante el Nanga Parbat (donde Reinhold, no sé si lo recuerdas, perdió a su hermano Günther: “en la libertad existe la renuncia, pero no tiene límites”), receloso ante la llegada de insignificantes diosecillos de carne y hueso como nosotros dispuestos a profanar su templo de piedra. Desconfiados y siempre presentes, el Hidden Peak, el Broad Peak y el G-II acompañan a los dos colosos del Karakorum.

La deliciosa melodía sigue ensoñando nuestros días: el eterno lecho para Atxo, el eterno para Félix, siempre tímidos, siempre claustrales, impasibles ante la consumación mortal de su propio destino. Los extrañamos hoy y los extrañaremos siempre...

Lejos de aquí, en Namche Bazar, nos llegan noticias de Kurt Diemberger y Maurice Herzog, quienes, por lo que parece, tienen intención de asaltar un día de éstos el escultural Makalú; en el recuerdo, el Qomolagma y el Annapurna, y el manto fúnebre de púrpura dorada que cubre las figuras de Rob, Rob Hall, Scottie Fisher, del polaco Kuzucka, de Anatoli Boukreev y de tantos y tantos otros curiosos compulsivos. Oigo la canción de todos ellos, nuestra canción, allá a lo lejos...

Ya tenemos todo preparado para salir mañana hacia el campo base, trabajo de aproximación que nos llevará como mínimo una semana. La aclimatación está resultando dura, así que extremaremos al máximo la prudencia para no caer en errores fatales; la tensión se empieza a palpar en los rostros, y yo no puedo disimular las cosquillitas en el estómago antes del asalto final.

Me viene en este momento a la memoria una reflexión que dejé escrita en el diario días atrás, creo que fue en Ganesh, poco antes de llegar a Baltit, y que decía así:

La geografía de la escritura

Una cartografía de la imaginación

También acuden a mí en estas horas previas las palabras de Irving quién, ante la pregunta de unos periodistas sobre los motivos que le llevaban a escalar estas grandes montañas, les respondió con su habitual flema británica:

-Subo porque están ahí...

Sagrario, me he prometido que cuando baje triunfante del Chogori (¡esto o nada!), y llegue a la caótica Peshawar, rezaré una oración para que nuestra canción, la de todos ellos, siga sonando en las alturas...hago votos para que la Madre Naturaleza nos dé una última oportunidad, nos conceda la clemencia del triunfo.

Me voy despidiendo ya desde aquí esta casi mi montaña, horas antes de afrontar la ascensión, no sin antes recordarte lo mucho que te extraño, pero orgulloso de estar en el sitio que quiero y al lado de los que quiero en la Gran Montaña.

Gracias por felicitar el Año Nuevo a todos los conocidos y amigos, salúdalos a todos de mi parte.

Que la paz de las alturas sea conmigo, contigo y con todos nosotros

Pavel Robert de Comores

PD: por cierto, leyendo anoche a Bonatti, me he enterado que Tom Bouirdillon y Charles Evans, en su escalada al Muro, se quedaron a escasos 100 metros de la cima, a escasos 100 metros de Dios...Por ellos, Sagrario, lo he de hacer por ellos!

Éste es un homenaje a la Montaña de las Montañas, el Chogori o K-2, y a todos los alpinistas muertos en sus cumbres y en las del Karakorum en general; los personajes, lugares, fechas, citas y demás son absolutamente reales y ciertas. La narración ha corrido a cuenta de quién les escribe.

Pavel Robert de Comores, a 12/01/05


Texto agregado el 12-01-2005, y leído por 132 visitantes. (0 votos)


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