Un hijo
Delgada, alta y morena, de ojos claros y chispeantes, de risa fácil, alegría a flor de todo ella, trabajadora incansable, de gran excelencia en su actividad profesional, por que no decir perfecta conjunción entre belleza e inteligencia en una misma persona, iba para los treinta y cinco y se mantenía soltera, Ángela se llamaba cuando la conocí.
Digo se llamaba por que existen ocasiones en que los nombres son tan poco importantes o tan importantes que llegan a costar la vida, ella era Ángela; docente en una de la universidades tradicionales del país en aquella región sureña, ciudad de lluvias y donde acaba el río mas grande. Hasta los días en que la conocí no tenía hijos, en las conversas con sus amigos siempre surgía el tema, si le preguntaban, ella respondía con certeza.
“Hasta hoy no he sentido la necesidad de un hijo, cuando quiera criar voy a tenerlo”
No había forma de sacarle de allí, su presencia en las reuniones sociales causaba estragos en la mujeres que asistían, ello por que cada una se sentía insegura frente ella, sabían que sus hombres, maridos legales o no, le miraban con ojos de pasionales deseos, con hambre atávica de horadar la carne de aquella mujer, eso, la puta que le molestaba a cada mujer, pero, Ángela aún sabiéndose tan deseada hasta ese día no se le ve pareja masculina, los celos femeninos la piensan con algún amante muy clandestino al que no se le conoce rostro ni nombre, los hombres de su entorno, al no acceder a los placeres que se esconden bajo su ropa, por que de lo otro, de su cultura tan amplia, la verdad que no preocupaba, solo el deseo es quitar sus ropas y tenerla en la cama de algún motel de la zona. Allí surge la procaz y resentida expresión, “Marimacha, lesbiana, maricona, etc” porque han de saber que, si una mujer es reservada con sus relaciones y no las involucra con el grupo de personas que le rodean, pasa a ser un ser extraño y Ángela era así, nunca llevó a sus amores al grupo de amigos y camaradas partidarios.
Una noche de un invierno antiguo encontró a Ángela en un local en el que se reunían sus camaradas partidarios de una estructura de carácter regional. En un instante de esa tarde oscura y lluviosa entró un hombre, llegaba de la capital, lo ha enviado su Comité Central a ayudar en la organización de la región.
Esa noche invernal a Ángela se le iluminaron los ojos, lo primero que hizo luego de pasar el inescrutable encandilamiento, se acercó al compañero y preguntó su nombre, Marcelo dijo llamarse, hubo empatía inmediata, a pesar de las diferencias que había entre ambos se hizo una amistad desde la llegada de Marcelo esa ciudad.
Ángela se dirigió al lugar que hacía de cocina, hirvió agua e invitó a un café al recién llegado agradeció el gesto, él legaba por traslado partidario, obrero minero que desde muy joven había asumido la lucha social como norte, desde el inicio se había destacado transformándose en un trabajador intelectual más que “de explosivo y barreta” como se autodenominaba. Ella, hija de papá (así misma se llamaba) desheredada por no compatibilizar con las ideas tradicionales de la familia, había estudiado en un colegio de monjas con un alto rendimiento que le llevó a la Universidad a estudiar Economía y mas adelante filosofía, allí se inició en el conocimiento en la otra parte del mundo, el de los humildes y de allí a un paso para entrar en las ideas de la revolución.
Está legalmente casado en la ciudad, allí le esperan su mujer y tres hijos, ah, es un hombre alto y moreno, de ojos muy oscuros y cabello corto, siempre se acompaña por algún libro, sea literatura chilena o algún texto e estudios sociológicos o filosóficos, le cuesta llegar al quid de esa literatura, pero, cuando no entiende pregunta y discute, serio aunque no fanático, trata con cariño a las mujeres, pero nunca llega más allá con ellas, ha sido criado en la cultura de los antiguos dirigentes obreros, con alma de eremitas ascéticos, si alguna se acerca más de la cuenta él, simplemente enfría las pasiones hablando de su mujer y de sus hijos, .
Ángela le ha dicho, “levantas un ojo y entrecierras el otro, es un minúsculo gesto que sintetiza por demás tu actitud ante la vida como de pícaro asceta, rara mezcla de santón y revolucionario”. Desde el primer encuentro se ha dado una relación de amistad camaraderil, no exenta de discusiones por esto o lo otro, si se topan en alguna reunión, no hay tregua, él, lleva la voz de las alturas y se juega por convencer al resto de que son las ideas justas y correctas, hay entre los participantes aquellos que solo están de acuerdo con el dirigente, otros, discuten, argumentan lo incierto e incorrecto de alguna directriz, ella, busca sacar de sus casillas a Marcelo, a veces lo logra, otras este se percata que más bien le molesta, En ella hay una provocación casi invisible, de su cuerpo emana una montaña de feromonas, poco a poco ella va haciendo nudos en la red que tiende cerca de Marcelo, caerás en mi red piensa y se dice
“Aunque tengas cuidado de mí, un día te voy a comer, me dicen la mujer araña. Y agregaré Viuda negra, más bien, soy de aquellas que se comen al macho luego de usado, para usar su sangre alimentar al hijo”.
Poco a poco Marcelo se va acercando mas y mas a Ángela, a ratos se pierde, es cuando viaja a la capital a ver a su familia, al regreso él llega reticente a la cercanía de la mujer, se evade, se va a algunas localidades, siente que sus defensas se debilitan, así que hace lo suyo para mantenerse incólume ante el acto de conquista, medita “la procesión va por dentro” ella lo desarma en cada conversación que cada día son mas largas, y como dice el refrán “tanto va el cántaro al agua, que al final se rompe”. Una tarde, mas bien noche, al termino de un recital música latinoamericana que hizo un grupo de moda, ella le invita a un café en su departamento que está cerca al lugar, Marcelo la tomo del brazo y caminó a su lado las tres cuadras que distaban de aquel café, al entrar al departamento y mientras ella iba a colar café, el recorrió con la vista el lugar, adornado con gusto femenino, sobrio, un par de cuadros cuelgan en dos muros, oleos que muestran flores en uno y un retrato en otro, hay un equipo de música con varios discos cerca, libros se ven en varios lugares, la mayoría con marcas con separadores de hojas, en un escritorio hay algunas pruebas que debe revisar, pregunta Marcelo por el baño y lava sus manos, regresa Ángela con un par de tazas servidas de café negro, una bandejita con galletas dulces y de agua, mermelada y mantequilla, él coloca una radio con noticias, ella casi imperceptiblemente cambia la radio colocando un disco en el que se oye Para Elisa.
Conversan del recital, habla ella de sus padres y las contradicciones que hay entre ellos, él, cuenta de sus hijos, dos varones y una niña, menciona menos a su mujer, cuando menciona a los hijos, a ella le surge un brillo en los ojos, hablan de todo, los ojos están fijos en los ojos del otro, hablan de todo, a veces sus manos se topan al tomar una galleta, en él hay sonrisas con algo de timidez, en ella indescifrable y coqueta.
Cuando terminan el café y el disco ha dejado ya de sonar hace tiempo, Marcelo hace un atisbo de irse a su habitación, aún cuando no muy convencido, Ángela sonríe y bromea en el sentido de si en casa lo esperaba la mamá, finalmente, ella coloca su mano sobre la de Marcelo y éste dirige su mano a la cabeza de ella, los dedos se enlazan fuertemente, la mano de Marcelo recorre el cabello de la mujer acariciándolo suavemente, se levantan lentamente al unísono, sus ojos están pegaos en los del otro, se acercan y sus brazos se hacen dueños de los cuerpos que se atropellan por entregarse, un abrazo muy apretado, labios que se unen, dientes que se muerden entre si, lenguas enrolladas, no hay palabras, ojos que sonríen, manos que circulan por cuerpos desconocidos, cambia el olor del paisaje, es el deseo quien gana, como es la casa de ella, es Ángela quien suavemente va empujando al hombre hacia su dormitorio, caen sobre la cama ancha, perlan gotas de sudor en sus frentes, botón a botón van desatándose, sin excesiva carrera las manos hacen su trabajo, lentamente las palmas y dedos palpan la pulpa carnosa de ambos, poco a poco los muros impuestos por las ropas queda en nada, se aprieta a sus senos bebiendo de cada uno, ella enrosca sus dedos en el cabello y lo tira ni suave ni fuerte, cuando no hay mas ropaje que botar, él, colocando sus rodillas entre las de ella separa sus piernas y penetra en húmedo pozo que ella le regala, besos y gemidos se mezclan, sudores y pasiones guardadas, deseos indescifrables que se evidencian, giran sobre la cama, sus movimientos se van haciendo armónicos, finalmente hay un orgasmo largamente reprimido en Marcelo un poco más tarde un largo en Ángela, quedan quietos, se percibe el latir del cuerpo, los gozosos espasmos van dando paso a la paz, a la calma, luego de eso un largo abrazo, ojos sonrientes, plenos de cariño, de “amor” podría decir, las manos son mas intrusas, recorren los cuerpos hasta hace unos instantes desconocidos.
“¿Te quedas?” Pregunta ella.
“Si, me quedo”. Responde Marcelo.
Luego de ese primer encuentro vino un largo abrazo, algunos minutos de charla intrascendente y regresaron al intenso amor y pasión guardada en el alma de cada cual, recorrieron sus cuerpos con la vista, dedos y boca, no hubo ningún milímetro de geografía humana que no fuese explorado, explotaron al amor muchas veces aquella noche, eran como granadas de fragmentación en cada orgasmo conseguido, y así despiertos en esa noche con pocas estrellas; encontraron la mañana, amanecer de un sol que iluminaría tibio sin llegar al calor veraniego.
Luego de una larga y reparadora ducha tibia, desayunaron en el íntimo departamento de Ángela, ella salió a la facultad a impartir sus conocimientos y él, sonriente y con un embrollo en su cabeza caminó hasta el lugar de su actividad diaria, varias reuniones tenía ese día, en ellas su grado de atención a lo que se decían sus camaradas pasaban por alto, su pensamiento estaba en los ojos, labios y el bello cuerpo de Ángela, ¿Qué pasará? Hasta ese día nunca había cometido acto de infidelidad en su matrimonio, realmente andaba en la luna.
Pasaron algunos días antes de llegar a un nuevo encuentro amatorio entre ambos, y siguieron cada vez mas cercanos, se enamoró Marcelo, fue a la capital pero no fue capaz de contárselo a su mujer, regresó a la provincia su amor por la mujer iba en aumento, se lo dijo, ella preguntó por los hijos, por la mujer. Aún cuando Ángela le demostraba un gran amor, cariño, sensualidad y también pasión nunca le ha dicho que le ama, no es necesario se podría pensar, todo el mundo ya se ha percatado de lo que hay entre ambos, no falta quien se molesta, hablan en sordina de la situación, el hombre ha resuelto que en el próximo viaje le contara a su mujer y quiere divorciarse, se lo dice a ella, a Ángela, ella le responde que no haga nada aún, se coloca a la defensiva, le hace bromas, ríe, se ríen, y terminan en el departamento luego de cada discusión y pasaron los meses. Una mañana amaneció cambiada, distante de Marcelo, esa tarde va al local partidario pidiendo a Marcelo que por favor esa noche no vaya a su departamento, y que no vaya en la próxima semana ya que ella debe hacer un viaje a la capital, “andará en sus días” piensa el hombre, al regreso, ella luego de pasar una noche con Marcelo, le dice que ha resuelto dar por acabada la relación entre ambos, Marcelo no entiende nada y se la hace ver, le dice que está convencido de divorciarse de su mujer y quedarse en la región, ella acaricia los labios de ese hombre, se tiende boca arriba y queda mudo. Está enamorado y no comprende, no le cabe en la cabeza.
En la tarde ella va al local encuentra a Marcelo leyendo o tratando de leer por que no ha podido hacer nada en todo el día, sus ojos se alegran al verle, Ángela cuando llega, le saluda con un beso en la mejilla y le pide vayan a un café fuera del local, caminan, el la lleva tomada del brazo.
“Marcelo, Hoy terminamos nuestra relación, no hay otro hombre si es lo que piensas, lo nuestro, de mi parte ha sido exclusivo, no te he sido desde ese punto infiel y se que sufres y quieres acabar con tu mujer e hijos, es posible que luego de esta conversación me vas a odiar y lo entenderé.
Tengo 35 años y ya no me voy a unir con ningún hombre, he resuelto seguir sola y eso creo que no ha de variar en muchos años, pero, quiero ser madre, va a ser esta la última charla entre nos, te pido que luego de esto no me busques, ni en el local ni vayas a la facultad, si lo haces, francamente me voy de la ciudad, (cada vez que Marcelo quiere abrir la boca ella no se lo permite, es un monologo) te decía que quiero tener un hijo, hace años que lo pienso, cuando te vi por vez primera pensé que serías un buen hombre para engendrar a ese hijo. ESTOY EMBARAZADA desde hace dos meses, me lo ha confirmado el ginecólogo en la capital, no conocerás al hijo o hija, será solo mío, o mía, digas y hagas lo que sea no habrá cambio, te he utilizado como vehículo para ser madre y nada más, ni siquiera llevará tu apellido ni el de ningún otro hombre, solo los míos, es más, tengo aprobado un posgrado en una universidad de Europa así que lo aceptaré y me voy en los próximos días.
Tomó su cartera, pasó por la caja, pagó los cafés y se marchó para siempre llevando la semilla que plantó Marcelo.
Marcelo, miro a la mujer que se iba, miro el café en la taza, sus ojos se humedecieron, no se movió por largos minutos.
(cuenteros: un par de frases van entre comillas, me las he robado desde un cuento de libélula,)
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