Aun sentìa ese sexo debordarsele entre las piernas, sin embargo la mañana era otra, el mundo totalmente estaba cambiado. Extrañaba intensamente la desnudez de esta mañana, pero sin embargo el viento por la ventana del auto, la velocidad, el instante estaba ocurriendo, la vida le estaba ocurriendo. Cómo había de bien aprendido que la vida es un suceso. Entonces tomó el suceso del viento en la cara por la garganta, como tantas veces había tomado sucesos de frente.
Ahora viajaba a bordo de un auto veloz, dejó que el conductor, quien le trataba con mucha familiaridad, le llevase. El sitio era un nuevo sitio como la vida era una nueva vida. Los ojos puestos en las paredes para saberlas de memoria, puestos en los rostros, los oidos en las voces; sus sentidos en ese mundo nuevo, comprendió la creación.
Entra a una sala donde solo existe (la existencia hasta este punto tiene validez?) una mesa redonda y seis sillas ocupadas desordenadamante por seis hombres de igual aspecto, yo digo que de igual forma; y todos los seis extrañamente vestidos a la manera en que iba vestido. Los mira, requiere reconocerlos, ellos indudablemente le reconocen a él, entonces transpira. ¿Poque estás tan extraño, he, Al? pregunta un hombre de aspecto macilento e inquieto, le mira dubitativo. Al. Ahora tiene nombre, se le nombra. Ven a compartir una copa con nosotros eh, Al. Impaciencia. Toma un asiento vacio, se acerca a la mesa, se sienta asustado y entonces escucha su voz. Hola, dice, y entonces la tonalidad se le escurre por la garganta y le lleva a temblar. Ahora se construye, se és, se quiere vivr. Su nombre y su voz le crean. Levanta una copa y bebe algo, reconoce el ron ya cuando iba vajando por la garganta. ¿Te has perdido eh Al? y Al comienza a sudar, teme. ¿Que te pasa Al?, pero mirate, estas sudando? y Al siente una gota de sudor deslizarse, clara, por la cien.
Uno de los hombres deja su asiento y se ubica en su espalda, lo toma por los hombros, se acerca a sus oidos, el hombre macilento sonrie mientras espera. ¿que te has hecho Al?, ¿sabias que te hemos buscado todo este tiempo?. Las palabras rezumban en su oido, comienza a sudar a chorros, los ojos de los hombres le auscultan. Intenta ponerse de píe, el hombre que le habló al oido se lo impide asiendolo violentamnte contra la silla, el hombre macilento se le acerca de frente, saca un arma que brilla y le dice a cinco milimetros de su cara "no podemos confiarnos, lo ves, ¿no es cierto Al?".
Los ojos llamean, se escurre, siente como lo toman de las espaldas violentamente, entonces lo golpean, primero en el rostro, en el estómago, en el rostro de nuevo, después fué todo el cuerpo. Él cae, llora, es arrastrado por los hombres a un cuarto con sólo un espejo demencial, roto, quiere gritar pero se sabe ahora asfixiado. reconoce la voz del hombre macilento, "¿Que te ha pasado he Al?, sabes que no nos podemos confiar, dime algo, ¿eh?, porfavor no permitas que te hagamos esto, eh, Al". Pero él se descomprime, se desconoce a él mismo, y la muerte es tan latente que afloran ante él las nítidas extrañesas que nunca le han pertenecido, aquellos instantes mínimos en un auto, sentado en la mesa, su nombre, su voz y siente como le inundan los nudillos la cara, la sangre se le confunde con lágrimas, gime mientras desesperadamente un arma corta su vientre numerosas veces; el dolor se lo lleva la vida y sólo le reposa el sexo de esta mañana entre las piernas.
El golpe al caer al suelo sacude su cabeza, entonces se pone de pie, mira el único mueble habitante del cuarto, un espejo, reconoce que su aspecto es macilento, no sabe nada de sí mismo, solo tiene un arma en su mano derecha llena de sangre y la terrible impresión de haber acabado de asesinar a un hombre
|