Vista desde fuera impresionaba pero una vez dentro la sensación era sobrecogedora, era comprensible que cualquier cristiano del siglo XVI se estremeciera con aquellas bóvedas, la oscuridad y el aroma a incienso, cinco siglos después yo sentía lo mismo. Al pasar por delante de las diferentes capillas uno creía que aquellos santos escrutaban el alma con sus fríos ojos y de fondo se oía la retahíla de oraciones que las viejas silbaban en los bancos de la nave central. El retablo mayor, dorado e inmenso, parecía volcarse sobre los fieles, empezaba a agobiarme, así que tomé el camino de vuelta, quería salir cuanto antes pero él se cruzó en mi camino. Al principio pensé que era una alucinación, un tipo jorobado y cojo me hacía señas entre dos columnas, he de reconocer que me acojoné de miedo, comencé a acercarme lentamente y cuando estaba a dos metros pude ver perfectamente como el ojo derecho le brillaba profusamente, encima tenía un ojo de cristal, esto ya me dejó aterrorizado. Me dije a mi mismo que no pasaba nada, ni estaba en París ni era Notre-Dame, estaba en Sevilla, así que me planté delante del jorobado y le pregunté:
- ¿Qué desea? - creo que la voz me tartamudeó un poco-
El jorobado no me dijo nada, tan solo me hizo un gesto con la mano para que lo siguiera, y lo hice, no quería que pensara que su minusvalía me causaba temor. Anduve tras él hasta llegar a los confesionarios, me indicó que entrase en el habitáculo, me senté y observé tras la celosía de madera la cara del jorobado mirándome fijamente.
-¿ Ave María Purísima? - dije con voz nerviosa-
-¿Tengo cara de cura o qué? - me respondió el jorobado -
- No, disculpe, pero como me ha traído hasta aquí, yo pensaba...
- Pues se ha equivocado, no le voy a confesar, quiero hacerle una proposición...
- Verá es que yo estoy felizmente casado y hay cosas que no haría nunca.
- ¡Pero que insinúas, que además de jorobado soy maricón! necesito que usted me haga un favor, se lo pagaré muy bien.
- No se preocupe, no es cuestión de dinero, yo le hago el favor que sea.
- Muchas gracias, se lo agradezco de corazón, normalmente la gente me huye, le explico, como ve usted soy jorobado, no se puede ocultar, cojo y para rematar el cuadro tengo un ojo de cristal, el caso es que he quedado con una mujer que conocí por internet, dentro de cinco minutos estará aquí, le ruego que me sustituya, no puedo dejar que me vea, saldría corriendo y tampoco quiero darle plantón, necesito que le de una excusa y luego se marcha.
- Dígame como se llama.
- Noelia, llegará vestida de rojo y con una bufanda azul.
- ¿Y usted?( por favor que no me diga Cuasimodo porque me da algo aquí mismo).
- Yo me llamo Fernando, es la hora, le estaré esperando tras el retablo mayor.
Fue arrastrando la cojera hasta perderse tras el retablo, me quedé en el lugar acordado pensando en cómo diablos me había dejado liar por el jorobado, mientras estaba en estos pensamientos oí el paso de unos tacones a mi espalda, me giré y allí estaba la mujer, vestida de rojo y con la bufanda azul, tenía una joroba más grande que Fernando y no es que fuera fea, más bien difícil de mirar diría yo, no sabía si reír o llorar. Me acerqué, me incliné sobre su hombro y le susurré al oído:
- Dentro de dos minutos nos vemos detrás del retablo mayor.
Ella asintió con la cara llena de sorpresa, se dio la vuelta e inició el camino hasta el lugar acordado, cuando había avanzado unos metros corrí como si me persiguiera el diablo, diez minutos después y a dos kilómetros de la catedral juré no volver a pisar jamás una iglesia.
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