Se te gotean las palabras muchacho desteñido. Sobre las ideas que se escapan como agua entre los dedos (no me diga) (si le digo). Un leve sentimiento de fracaso inunda el pensamiento, demasiado escribir dentro de esta que parece página y estas que parecen palabras. Demasiado entender intentar (léase intentar entender) lo que pasa por lo invisible... aquellas cosas que parecieran solo se habitan dentro de uno y uno y dos.. tres, cuatro... pensar en alacalufes nuevamente, pensar en lo que no se debe pensar, en lo inútil, en lo perecedero, en lo que se esconde, en los estanques de agua transparente que te traen reminiscencias con los cuentos del enano de Edelwis o las remolachas.. demasiados cuentos y cosas por hacer, y tener que escribir dentro de lo que se escribe, a la velocidad de la luz, a la velocidad del inconsciente... y hasta... y hasta....
De todas formas no se espera nada -con todo esto de escribir-, se busca solamente una via más tranquila para poder expresar esas cosas que necesitan ser expresadas, porque de otro modo te ahogarian con su mano llena de preguntas imposibles de contestar y condenadas de por sí a la muerte dentro de sí, al eterno deambular dentro de los pensamientos que son ainoricos y no lo son y las rarezas y las músicas y los bailes de las músicas. Dejemos los malévolos puntos suspensivos.
Había una vez un bosque verde. Tenía árboles y ramas, tenía arbustos y manzanas tiradas en el suelo. Tenía sueños cantautores y hojas con voluntad propia que hacian danzas matutinas alrededor del pino gigante que en lo más hondo del frondoso bosque se encontraba. Habian también faunos y driades que conversaban sobre el viento y las cosas transparentes, se sentaban en los estanques y veian como sus ojos brillaban incoherentes por la noche y se desteñian durante el dia. Hablaban. Hacian rondas. Hacian palabras. Hacian historias de los mundos lejanos que nunca encontrarian, mundos que no existian más que en sus relatos fantasiosos de faunos y driades. Contaban cuentos de tierras en donde los faunos no tenian pezuñas ni piernas de cabra, sino que extrañas extremidades sin pelo y terminadas en patas de ganso, palmeadas (pero carnosas, como de monos). Aquellos faunos usaban telas sobre sus cuerpos, no tocaban flautas ni danzaban sobre los árboles imponentes. Aquellos faunos podian inclusive volar, por animales de metal que habian domesticado luego de declararle la guerra al cielo, y ganarle. Algunas driades diferian en estas historias, diciendo que el cielo tenia la victoria, pero los fauno-extraños en su arrogancia pensaban que no. Porque si.... los faunos sin pies de cabra se decia eran perversos. Se comian entre si, se descabellaban, se mutilaban, se sicopatizaban unos a otros en medio de rituales dirigidos por un jefe (al que todos seguian por ser su presidente y otros titulos por el estilo). Cometian tanto acto repudiable que habian ciertos seres invisibles que los atacaban por las noches, confundiendoles sus sueños y alterando su realidad. Es sabido que a los faunos no les gustaba contar en demasia esas historias, por lo que se dedicaban a lo bonito, a las épicas aventuras de luchas en contra de estrellas y espacios y conquistas lunares, que hacian de los cuentos un acto de la mas alta imagineria. Las driades siempre sonreian pensativas. |