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La Eternidad Deseada

Tercera vía para la demostración de la existencia de Dios

Hay en la realidad seres que pueden existir o no, que no existen necesariamente: basta observar la multiplicidad de cosas que comienzan a ser y las que se destruyen. Ahora bien, no es posible que todos los seres revistan esta condición, pues lo que no existe necesariamente, ha comenzado a existir y por ello hubo un tiempo en que no existió. Si todos los seres fuesen contingentes, nada existiría actualmente, ya que lo que lo que no existe no puede comenzar a existir sino por obra de un ser ya existente; luego hay un ser necesario. Este ser o bien posee el existir de por sí o bien lo ha recibido de otro que lo posea así, pero como es imposible prolongar indefinidamente la serie, es preciso que haya un ser que existe por sí mismo.
En conclusión, sin un ser necesario que existe de por sí, no existirían seres contingentes, pero como los hay, existe necesariamente un ser necesario, que participa a los demás el existir…

Santo Tomás de Aquino

El que fue, es y será eternamente, el que es motor inmóvil que genera todo movimiento, que es causa primera de toda causa y que no debe su existencia a otro, sino que existe por sí mismo, él le dio su existencia. En él no se produjo cambio alguno. No experimentó una corrupción para crearla. Simplemente la pensó y ella participó de su existencia, y fue… El la pensó bella y creó así el concepto de belleza, tal vez porque se pensó a sí mismo ¿Quién podría saberlo?


Ella es consciente del profundo impacto que es capaz de producir en ellos el incontrolable poder de su belleza. Sabe perfectamente que puede dominar a cualquiera que se le cruce en el camino, sólo con una mirada, pero también sabe que no le sirve de nada porque ellos son todos iguales, como millones de réplicas de un ser patético sueltas por el mundo.
La búsqueda ha sido ardua, y aunque muchas veces ha querido renunciar y considerarse acabada, siempre aquella vocecita interior le ha gritado , y esto ha sido suficiente para restaurar todas sus fuerzas. Ahora el tiempo pasa muy rápidamente ante sus ojos y le teme. Ya no recuerda cuándo fue la primera vez que dejó escapársele un pensamiento semejante, ni si lo creyó o no en ese momento, pero admite que apareció alguna vez y que está todavía latente, diciéndole siempre , aunque ahora está completamente segura de que no lo cree, o por lo menos de no quiere creerlo.
Decide de pronto que no va a seguir martirizándose toda la vida, sino que dejará que siga su curso libremente, y desde las primeras horas de la mañana siguiente, se atreverá a intentar disfrutar más de las pequeñas cosas buenas que ésta le interpone en su camino. Acomoda el libro que ha estado leyendo en el estante, devolviéndole el equilibrio al universo fantástico, del que se sirve para escapar apenas, y sólo en ocasiones contadas, de la realidad que la atormenta diariamente, y presiona el interruptor que deja la habitación a oscuras, iluminada tan sólo por el resplandor de la luna que se filtra por una pequeña ventana…


Por una pequeña ventana se filtra el resplandor de la luna en la habitación de él. El ser a quien ella creó, se desespera a estas horas, presa de una inmensidad de vacío, frío como el hielo, que amenaza con destruirlo aplastándolo, y todo por caer en la cuenta, después de tanto tiempo, de que no existe verdaderamente. Sabe sin embargo, que no por eso deja de “ser”, sino que “es” pero en la medida en que participa de la existencia de quien lo creó. Ha comprendido el porqué de la sensación de estar incompleto. El siente que es y esto lo asusta. El es esencia pura, y ahora que sabe de su actual condición, se desespera y se pregunta si podrá encontrar esa parte de su existencia, a la que debe él su existir, y dejar de ser sólo aparentemente, para ser en verdad. El silencio y la oscuridad parecen el eco de las palabras que reza antes de permitirle al sueño arrebatarle temporalmente la razón.


Tú me hiciste y aún no te conozco. En fin, he sido hecho para verte, y aquello para lo cual he sido hecho, nunca aún lo hice. ¡Oh miserable suerte la mía! ¿Qué perdí y qué encontré? ¿Qué cosa se alejó y cuál se quedó? Perdí la beatitud para la que he sido hecho y encontré la miseria para la que no he sido hecho. Quería que el regocijo de mi mente me hiciese reír, y el gemido de mi corazón me obliga a rugir. Esperaba alegría, y he aquí la fuente densa de mis suspiros, pues ahora sé bien que soy la esencia que pensaste, el ser que subsiste en tu entendimiento, y puesto que lo entendido no puede estar en el entendimiento sólo, sino que además existe en la realidad todo lo entendido, es necesario entonces que de alguna manera yo exista, pero para existir verdaderamente, es preciso que tu existencia, que es verdad, y mi esencia se unan. Sólo así habré de ser al fin yo mismo. ¿Hasta cuándo? No me dejes desesperar suspirando. Amargo es mi corazón por su desolación. Te suplico, si me ves que empecé a buscarte, no me dejes volver vacío y despreciado. Levántame, libérame. Permíteme mirar tu luz, aunque sea desde lejos o desde la profundidad. Muéstrate al que te busca. Que te busque deseándote, te desee buscándote, te encuentre amándote, te ame encontrándote. Confieso que creaste en mí, esa imagen tuya, para que recordándote, yo piense en ti y te ame, pero está borrada por los vicios, debes ayudarme. No intento penetrar tu altura, pero sí entender algo de tu verdad, en que cree mi corazón y que ama…


Caminaba apresurado hacia su destino mientras dejaba a su imaginación volar… y su entendimiento la pensó bella, y sin duda así tenía que ser, puesto que lo que existe en el entendimiento es necesario que exista y “debe” existir en la realidad… y así fue… Al doblar en una esquina la vio. Deslumbrado por aquel ser al que su propio entendimiento había creado, deseó poseerla, y recién cuando la tuvo en sus manos después de haber pagado debidamente por ella su justo precio, supo que no era perfecta y que estaba como él, todavía ligada al incesante devenir. Había comenzado a existir, era y ya dejaba de ser. De pronto se dio cuenta de lo que estaba mal en la flor. También ella estaba incompleta
Corrió calles arriba hasta dar con la casa que buscaba. El timbre parecía querer gritar en ese silencio, el nombre de quien llamaba.
Sólo cuando la vio de pie en el umbral de la puerta se quedó tranquilo, sabiendo que ahora la flor estaría a salvo. Ella tomó el clavel rojo entre sus manos suavemente, aspiró su perfume y le regaló después a su enamorado, una sonrisa que él nunca olvidaría… Y en las postreras tardes volvería a esa casa y se encontraría con el mágico clavel intacto, pues para éste el tiempo se detuvo, y comprendería mucho después, cómo había podido alcanzar la eternidad, puesto que era evidente que se había vuelto eterno y ya nunca volvería a sufrir el continuo devenir del tiempo.
Ahora bien, él fue quien creó la flor, quien la pensó, y por ello ésta existió verdaderamente, pero no fue suficiente para conferirle la eternidad que ahora posee, pues estaba incompleta, y es que por esencia era bella, pero lo era en apariencia, por participar de la belleza del ser a quien él tenía en mente cuando la creó. Cuando la flor estuvo entre las manos de quien no era sino la belleza en sí misma, entonces estuvo completa, pues su existencia verdadera se unió a su esencia verdadera. Luego, al identificarse esencia y existencia resulta la eternidad…
Le llevaría incluso mucho tiempo más, comprender que también su alma se había vuelto eterna, pues él, que era sólo esencia, una esencia que había sido soñada a cierta medida y , en algún tiempo que ya ha dejado de ser y que por tanto no existe, había por fin encontrado al ser al que debía su existencia aparente. Éste, al contemplarlo, había creído en él y había identificado de esta manera su esencia y su existencia, y le había conferido sin querer, una hermosa eternidad que él nunca despreciaría…

Texto agregado el 10-01-2005, y leído por 131 visitantes. (0 votos)


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