Hoy decidí, perdón, es un decir, no abrir más esa puerta...
¡Escupir! ¡Escupir!
Y empapelar con papel de alquitrán tu
Beso largo casto y cínico de escórpora
Porque, ¿a quién, a quién ahora el único diente de misterio de la luna?
Y enterrar con mi pie de cojo
La mirada loba de tu guarida
¿A quién, a quién un odio que no es odio sino opio de amapola?
Y fagocitar la cueva de larva de tu
Promesa de once patas de profeta
¿A quién, a quién el reloj de veinticinco horas?
Y sellar con la cal duradera del
Vino tinto tu boca de mentira
¿A quién, a quién el regalo envenenado de una saliva de rinoceronte de quinientos años de África?
Y cegar, ¡es por eso!, con ácido
El carmín en tu ojo de hiena
¿A quién, a quién la razón maoísta de la mejilla?
Y descifrar andando el jeroglífico egipcio
De tu carne de medusa, entonces, ¡qué!...
¿Qué, qué hay de lo mío?
Porque, ¿a quién, a quién el viaje en globo para enamorar el sexo de una estrella?
Y cancelar la hipoteca de tu roce
En mi piel fina de materia orgánica
¿A quién, a quién el pie candado a la cadena, el nervio gastado de la bacteria, a quién la colilla quemada en el ojo izquierdo de la luna, a quién, ¡es un decir, dicho de palabra!, la tristeza, de uno sólo, peruana?
Y condecorar a título póstumo mi fracaso de persona...¡Ladro! ¡Ladro! ¡Porque existo en el fracaso!
Y aniquilar agonía a agonía tu
Potencial mortífero de avispa
¿A quién, a quién la genealogía del primer khan de la Mongolia?
Y restaurar del ombligo
Mi costado más femenino
¿A quién, a quién tu sigilo de paso de culebra, tu voz de sifilítica de mujer educada en la letra a del verbo y del verso?
E imitar una especie de rápido gesto
De célula cancerosa de rabia
¿A quién, a quién mi pisada de pie de cojo, ¿acaso de Cristo?, anoréxico de camino?
Hoy decidí, perdón, es un decir...es porque el frío levanta la capa fría de la madrugada, y el afluente allá en la corte fluvial arrolla el curso de un río de agua, es porque filia es fobia en tierra extranjera
Y uno a uno recuperar el color
Azul de mi mar azul de pómulo
¿A quién, a quién sino un juego de uranio empobrecido entre tú y yo y a pesar de todos nosotros nosotros dos?
Y reconstruir a pedradas los pedazos
Rotos de mis brazos más sordos
¿A quién, mujer lejana, ¡ahí revientes! ¡ahí revientes!, a quién la servilleta que enciende un humo de neblina, el cuchillo de triple filo de la libélula, a quién la cuchara de un aluminio antiguo?
Y ahogar en charco el caudal de lágrimas de
Tu fecunda risa de cola roja de cocodrilo
¿A quién, a quién un amor de pierna y cara de o mueres tú o muero yo o muere la vida?
Y colgar en el cuello de la percha del olvido el tallo
Exacto y vestido de tus siete blusas de oro caído
Porque, ¿a quién, a quién tu epidemia craneal de cólera?
Y oscurecer el vidrio táctil de yo te doy
Un desnudo, tú me das una rosa marchita
¿A quién, a quién el verso final de “...arrástrame, o entiérrame, más bien”?
Y arrancar el pecado libidinoso de mi rodilla
¿A quién, a quién las sábanas de asfalto proteico, el sueño mal traducido de un príncipe poeta, a quién el pensamiento dinámico de tres días del último fin de semana?
Y beber la cicuta del perfume de tu osamenta
¿A quién, a quién reclamar la señal pornográfica de una noche, aquí apellido entera, encima de una silla?
Y desencadenar la cárcel de mi
Mano de tu pecho de clausura
¿A quién, a quién el café servido con el pene de mi mandíbula?
Y ralentizar a lo mínimo el latido
Cardíaco de tu corazón de tortuga
¿A quién, ¡díme, maga!, a quién el estanque dorado de oro en la altura única de la montaña?
Y wagnerizar la cultura de tu cadera de espina,
De montaña, de altura única adentro, entonces, ¡qué!...
¿Qué, qué hay de lo mío, de tu dulzura en un tiempo...?
Porque, ¿a quién, a quién en mi oído de cien orejas tu aliento de, ¡tú!, tigresa de sal alada?
Y vaciar en líquido sólido tu
Deseo espúreo de reina mercúrea
¡Muere, muere, muere mientras vivas!
¿A quién, a quién de jadeo, tu postura, extraña, de muda?
Y aplacar la ira de Dionisos de tu muslo
De perra de mucho mucho celo, entonces, ¡qué!...
¿Qué, qué hay de lo nuestro, muerta en vida?
¿A quién, a quién la hormona gramatical de la hormona? ¿A quién, perra, a quién mis dedos de hueso que han recorrido miles de kilómetros para encontrar los agujeros negros de tu baja columna?
Y retirar, lento y con paciencia, mi
Pene de Hércules de tu vista jónica
¿A quién, para quién el servil instrumento que gira el mundo pero que no sirve a la vida?
Y maquillar la Guerra de los Cien Años
En tu mar húmedo, centenario, de vagina
¿A quién, a quién la libertad total de yo, pido perdón por la osadía, catalán de Nicaragua?
Y anular, hasta el mismo olor, tu
oficio funcionarial de multiorgásmica
Porque, ¿a quién, a quién la ceniza de la cola roja del cocodrilo? Abdicar, es un decir, de mi condición absoluta de rey de la selva...
Y embargar el suicidio
De un proyecto de vida...
¿A quién, de quién el óbito futuro? ¿A quién un verbo que es de injusticia...?
Y vulnerar una a una la inevitabilidad
De una muerte a dúo conjunta
¿A quién, ¡hija de perra!, lo necesitaba, y lo digo, yo soy humano un poco demasiado, a quién no aprender más de mis errores?
Decidir que la ropa sucia se lava en casa...¡Grita, zorra, grita! ¡Calla, ahora, calla!
Hoy decidí, perdón, ¡es un decir, dicho de palabra!, ¡hija de perra!, lo necesitaba, y lo digo, soy humano sólo un poco demasiado, que no todos los caminos nos llevan a Roma
Pavel Robert de Comores, a 10/01/05
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