Catita abrió sus ojos muy lentamente y con cuidado; ella volvía de uno de esos sueños profundos que dejan aturdido a cualquiera, sin saber donde se está, o si es de día o es de noche. Le pareció extraño tanto silencio; nunca en su corta vida había visto la casa tan tranquila, le parecía sospechoso no sentir los gritos de sus dos hermanos ni dentro de la casa, ni afuera en el patio, ni jugando ni siquiera peleando, y eso sí que era raro. Ni siquiera el auto de papá entrando al ante jardín, ni el canto alegre de mamá mientras preparaba la leche.
A catita le pareció agradable ver su habitación tan iluminada por aquellas luces de todos colores como caleidoscopio que se asemejaban a las del arcoiris de Dora la Exploradora. Más contenta se puso cuando vio a ‘pequeño’, su oso de peluche compañero de toda la vida, saltando alegre de una almohada a otra almohada junto a ‘zorri’, el peluche favorito de Dante, su hermano mayor. En el otro extremo de la habitación Action Man hacía piruetas colgando de las cortinas.
Cuando Barbie Rapuncel tocó su espalda, la bella y dulce catita - que en aquel momento vestía su tutú rosado de bailarina - miró por sobre su hombro y notó que aquella muñeca algo quería decirle; de inmediato catita ordenó la mesa, puso las tacitas y sin más invitó cordialmente a su joven amiga a sentarse a su lado.
- Hola linda ¿cómo estás?, yo bien; un poco enojada con Kent porque ayer no me vino a buscar para ir de paseo como todos los días y se fue a jugar a la pelota junto calamardo, Patricio, y todos esos soldaditos que no hacen otra cosa que andar apatotados, ¡y para qué hablar de ese tal nenuco engreído, que se cree tan bonito!, yo por lo menos no lo pesco, mal que mal soy una Barbie, ¿no crees tú Catalina?.
Minutos más tarde catita vio salir del closet a todos los dinosaurios de Joaquín - su otro hermano - formados uno tras otro en fila india. A ella le asustaba el tiranosaurio rex por sus afilados dientes, de allí que no tardara en subir sus pies sobre la cama y en pedir desesperadamente ayuda a mami o a papi gritando sin cesar.
Sorprendida y feliz quedaría la niña más tarde cuando ldescubrió a hombre araña subiendo por el cobertor de su cama, con él y con brujita jugó hasta que se cansó.
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Cuando catita abrió nuevamente sus pequeños ojitos de aceitunas, vio que mamá algo conversaba con el doctor. En su frente colgaban secos los trozos de papa cruda, que según papá eran para bajar su fiebre. El velador ubicado a un costado de su cama se encontraba repleto de jarabes, arroz con leche y todas esas cosas que suelen aparecer cuando alguien se enferma. Del fondo del pasillo alcanzó a notar las curiosas cabezas de sus dos hermanos, ambos con cara de compasión. Fue entonces cuando catita oyó a su mamá hablar con el doctor acerca de esa enfermedad llamada varicela que la había tenido toda la noche con fiebre y escalofrios, una inesperada peste que dejaría para siempre esos coquetos hoyitos en su linda carita.
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