Ya no lloro, lo descubrí ayer, mientras masticaba cada pieza del puzzle del último final, no, ya no lo hago, ¿me sequé?.
¿Llorar?, no, ya no lloro, pero si me duelo, tanto que tal vez ese sea el motivo, tan grande es el hastío, que hasta sin darme apenas cuenta parezco querer compartirlo, regalarlo... lléveselo señora que se lo pongo a buen precio¡¡¡, cuatro al precio de uno¡¡¡, lléveselo ahora y le regalo una canción incompleta¡¡¡.
Mis lágrimas han debido convertirse en humo, ese sí, saliendo de cada cigarrillo que me consume, parece derramar cada frase, cada gesto que no olvido. ¿Será esta marca de tabaco en concreto?, ¿Cómo lo harán?, ¿Cómo conseguirán que se formen esas figuras con el humo?, ¿Si ellos no te han visto nunca, no?, les voy a escribir una carta, les pediré que mejoren el sabor de los besos, de los que me da tu figura, tu humo, el mío.
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