Hace muchos años atrás, en el 2010, cuando yo tenía apenas once años recién cumplidos, tuve una visita inesperada. En ese tiempo yo aún era una niña solitaria y silenciosa, solía espantar a aquellos que querían ser mis amigos y encontraba una extraña fascinación en encerrarme en mi soledad. Vivía sola con mi madre, fui hija única y vivíamos en un campamento de casas hechas de plástico y cartón. La pobreza fue uno de aquellos defectos de la sociedad que demoraron demasiados años en superarse, como la discriminación y las ansias de poder. Como en la realidad no tenía casi nada, me inventé mi propio mundo y me sumergí en él.
Aquella extraña visita llegó una noche de lluvia; el campamento estaba hecho un pantano y las endebles casas se derrumbaban en todas direcciones, mientras que los asustados moradores corrían intentando salvar sus escasas pertenencias. Yo había aprovechado la confusión para subirme a un árbol, mientras temblaba de miedo y frío y la lluvia caía incontenible. De un momento a otro una luz muy brillante cayó del cielo, no muy lejos del campamento, como una estrella fugaz. Algunas horas más tarde un muchacho muy alto con una manta larga me miró con sus ojos grises “Hola”, dijo, yo le correspondí el saludo. “¿Puedo subir?”- “Claro, me llamo Ada ¿y tú?”- “No me está permitido dar mi nombre”. - “No importa, yo te llamaré Ángel”. - “Es un nombre bonito” me respondió con una gran sonrisa. Me contó con su voz clara que venía de muy lejos y que tuvo un problema con su familia, por tal razón debió irse, para volver primero debía cumplir con una pequeña misión que se había propuesto. Pero... ¿Qué era lo que pensaba hacer?
Me dijo muchas cosas en aquella oscura noche lluviosa, me contó historias de cómo la paz vence la guerra, de cómo la luz vence la oscuridad, como la solidaridad vence la pobreza y como la fe vence cualquier obstáculo, pero, por sobre todo como los amigos y la familia pueden ayudar a creer en lo imposible.
Antes de irse, le pregunté “¿Qué debes hacer para volver a tu hogar?”- “Ya lo hice”. Respondió con sencillez. Quería saber si tenía que ver con la paz, la luz, la fe ¿La solidaridad? “La solidaridad es estar dispuesto a dar lo que otro necesita, lo que le hace falta. Esta noche desperté en ti la esperanza y mientras la tengas presente, nunca serás pobre, tendrás tu tesoro en tu interior y es lo más valioso que puedes llegar a poseer”.
Aún, cuando veo pasar una estrella fugaz, me pregunto si habrá vuelto a su hogar y si volverá algún día. |