La sociedad te exige continuamente que te definas, y yo me pregunto como he de hacerlo si siempre estoy en continua metamorfosis. Y trato de hacerlo pero realmente no lo logro, ¿Cómo he de encasillarme? ¿Cómo he de captar en unas cuantas líneas escuetas mi esencia? ¿Cómo he de capturar en una descripción lo que soy, si con cada parpadeo algo en mí ha cambiado?, y ¿Cómo he de definirme si tan siquiera me conozco a fondo?

Tal vez lo que digo no tenga sentido para nadie más que para mí, tal vez sí, no lo sé.

Hay gente que le teme al cambio, sin darse cuenta que por más que se resistan el cambio siempre llega, y los abarca incluso a ellos, ¿Cómo es posible que no lo vean? ¿Cómo es que no entienden que lo único que no cambia en esta vida es el cambio mismo?

Yo no creo ser mejor que nadie, es más podría decir que no creo en la comparación, ya que todas las situaciones y personas son totalmente distintas aunque al mismo tiempo similares. Yo solo sé lo que hay en mi mundo, un mundo que no siempre tiene un brillante sol que lo ilumine y que ha sufrido grandes huracanes y tormentas, pero al final, siempre sigue adelante, en medio de llantos, lágrimas, risas, susurros, angustias, miedos y alegrías, y que cada vez es más fuerte. Y en medio de mi silencio inexistente (recuerden que el silencio no existe realmente), continuo mi camino, con mi corazón en la mano, dispuesta a sufrir si es necesario para alcanzar mis sueños.

Hay personas que viven presas del miedo, y por ese miedo insulso se olvidan de vivir, temerosos de arriesgarse un poco por el terror a perder, cegándose a la posibilidad de ganar. Yo no niego que tengo miedos, porque los tengo y a montones. Pero la vida me ha enseñado que así como tengo la posibilidad de escoger entre el odio y el perdón, también tengo la posibilidad de escoger entre morir en vida o sentir y vivir al máximo, aunque eso implique salir lastimada algunas veces y derramar una que otra lagrima. Así que, ante esa disyuntiva, yo he decidido que los miedos y complejos que tengo no son la parte más importante de mi ser, y dado que el mundo parará ni un segundo a esperarme mientras acumulo el valor suficiente para seguir adelante, he tomado la decisión de arriesgarme, de escuchar a mi corazón, de luchar contra mis monstruos internos, y de vivir mi vida con la cabeza en alto, y aunque no niego que la lucha es ardua (porque no siempre es fácil hacer lo que uno se propone), creo que la recompensa de vivir y sentirse vivo justifica esa continua guerra interna y los esfuerzos hechos y por hacer.