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Ni siquiera sé por qué rayos llevo la guitarra, papá. Cuando estamos sentados en el jardín y por fin me dan ganas de ponerme a tocar estoy con tanta, tantísima cerveza encima y esa estupidez pseudo zombi que nos coge en invierno que ya de lo único que me acuerdo es de esas infames canciones que se aprenden en el colegio. Baladitas y demás pacharacadas de fogata. Prefiero no tocar nada. Francamente, no puedo salir por ahí cantando música de karaoke como si la vida se tratara de ir haciendo feliz a la gente. Todos me quedan mirando y me dicen, ya pues Pablo, toca algo y yo me quedo como en una nube, acordándome sólo de una canción que he tocado mil veces y que para colmo - ahora que lo medito - tiene una letra estupidísima. Y en ese momento, viejo, es como una revelación, una sensación de que todo está fuera de su lugar. Como en ese programa de la dimensión desconocida. Y ya a lo único que atino es a no moverme, no hablar, no tocar nada. Debe ser entonces que ya nadie comprende lo que hago. Y no es lo único. Ojalá lo de la guitarra fuera lo único. Toda la noche parece un chiste cruel, un laberinto, un boceto del infierno. Claro, luego es fácil mirarme como si fuera un subnormal, pero la verdad es que primero aparece Andrea y luego lo del pollo, las bandejas de sanguchitos, Iván tocando con mi guitarra una canción estúpida y la verdad es que no es tan simple papá. No creo que nadie entienda que al final una avalancha no es más que un copo de nieve llamando a sus amigos, ni siquiera tú viejo, son esas cosas que uno no puede explicar, pero ya que insistes, al final lo mismo da si te lo cuento o no, que noche de mierda, no sé si valdrá la pena, igual tenemos que esperar a que salgan los demás de emergencias. Vamos por el comienzo.

Andrea se baña. Andrea se pone su chompa celeste. Andrea entra y le da un beso a la mamá de Martín - Muack – Querido, esta niña está cada vez más bonita – por aquí muñeca, te acompaño hasta el jardín, ahí están los chicos. Andrea entra y “Chic - Muack – Munch”. Distribuye besos. A mí nunca me toca el munch, viejo. Es decir, ahora. Al principio me tocaba ¿sabes? Eso es lo terrible. Nos hicimos muy amigos y un día así sin previo aviso ya solo me tocó el chic. El chic está bien si eres un koala o un bebé rosado y pelón. Pero si andas de plena entrada en esto de tener veinte lo último que quieres es el chic. No te rías hombre. Es tan denigrante como esos besos de manual que pasan casi esquivándote el cachete. Super polite. Que no me vengan con vainas. Preferiría que me diera la mano. Sería mas sano. Algo pasó viejo. Algo debe haber pasado porque dejó de tocarme lo que me correspondía. Ni el munch ni nada. ¿Hay derecho? Por cierto que se robaron aquel cuadro de Munch. No sé si supiste. Del mismísimo museo viejo. Se robaron El grito. “Se robaron el grito”. Humm. Si pues, suena raro. Pero bueno, te sigo contando. Cuando llega esta mengana se me garabatea la pizarrita de planes y verás, más o menos por ahí es que comienzo a comportarme como un energúmeno. No te adelantes. Yo ahora tampoco comprendo bien que tiene ver con lo de la guitarra y estar en la salita de emergencias esperando a que el buen Iván se reponga del ataque de asma pero déjame que te cuente todo y ya luego entenderás un poco. Entenderemos digo. ¿En que iba? Ah si, eso. Llegó Andrea a la reunión y lo que sucede es que la veo entrar toda celeste como un helado gigante y a uno le da un escalofrío intenso. Como cuando miras las paredes color turquesa del hospital y preferirías estar en casa. ¿No te pasa? Todo el lugar se convierte en una jeringa gigante, olor a alcohol, a sábanas blancas, a pasillos. Y en cambio, papá, ella aparece y es como si no hubiese tenido ni siquiera que escoger entre la chompa celeste y la blanca. Todo tan simple, como mirar el reloj y decir - son las nueve - en vez de vivir desarmando los engranajes. Yo me complico viejo. Definitivamente uno puede continuar peinándose y comiendo naranjas sin que importen las canciones, las chompas celestes o el grito. A mi no sé que rayos me pasa ¿Entiendes algo? La verdad cuando trato de explicarlo coherentemente me parece que no estoy contándolo tal como es.

Andrea entra y tutti il mundi, tudo mundo, tout le monde jala una silla a su costado. Hay que verlo. Un despliegue logístico alucinante que no se ve ni en la Microsoft. Yo en cambio me baño y ahí están mis quinientos polos viejos mirándome desde el ropero. Hasta que ya, cualquiera, que rayos. Y después, media hora con el rin rin, rajándome de frío en la puerta de Martín. Rin rin. Nada. ¡Rin Rin Rin! Como una hora y el guachimán mirándome de reojo. - Hola Pablo – Hola señora - ¡Hijo pero que cabellos traes! – dijo la vieja. - ¡Pareces bandolero! “Bandolero”. ¡Ajá! Esta es nueva. Todas estas tías creen si llevas el pelo largo es porque estás sin trabajo o algo. Tienes melena y ya te tratan de indigente, te ofrecen marihuana por la calle, te hablan del Che Guevara. ¿Por qué me salen con esas cosas viejo? Francamente es para dejar el regalo en la puerta y regresarse a casa a ver el documental de los salmones en el national geographic. - Si no es por el pelo largo me daba hipotermia en su puerta – desgraciada. No, claro que no se lo dije. Me hubiera gustado, pero la tía está tan fea que hasta da pena no sonreírle con todas las muelas – Pasa están en el jardín – me dice. Y bueno, no sé si te acuerdas, tú ya has ido a la casa de Martín, hay que atravesar toda la sala que es enorme y llena de espejos hasta que cuando por fin uno sale al jardín de la piscina hay como un kilómetro para llegar a las mesas y todos te ven desde lejos y te van reconociendo, desnudando y preguntándose para que carajo habrás traído la guitarra. Todo eso se siente papá y la verdad me da un pánico escénico y de los nervios voy estrellándome contra todo lo que hay. De entrada nomás le doy a la mesa y una cerveza se cae. La recojo rapidísimo y le encorcho el dedo. Pero ya se agitó. Comienza a erupcionar y a salirse la espuma. Todo el mundo está mirándome el dedo tapando el volcán helado de cebada. ¿Ves a lo que me refiero? Lo saco. Poc. La cosa no para allí. Va goteándome el índice izquierdo. Croc, le chanco el pie a alguien. Una chica en sandalias. Ya me odia tanto. Todos ya me odian. Sigo saludando, rojísimo. Avanzando rápido, casi huyendo hacia una silla vacía. Cachete Mariana, abrazo Iván, cachete Paola. A Claudia no le atino bien. Me acerco y... – viejo escucha esto - es para jubilarse a los treinta. Nos equivocamos de lado. ¡Ches..! Derecha izquierda derecha izquierda. Tenías que verlo. Directo a la trompita. Su novio ya me quería arrojar al alambrado eléctrico. En ese instante estoy a punto de darme la vuelta y largarme. Todos se están partiendo en dos de la risa y es como estarme viendo de afuera apuntándome con el dedo y riéndome también. Paco me jala a una silla a su costado mientras se termina de despanzar y comienza a decirme que por qué no llegaba, que la fiesta estaba aburrida. ¿Por qué dicen esas cosas papá? En ese momento no es gracioso. En serio. Si me quedo es porque Andrea aún no ha llegado. Si, ya sé que lo conté antes pero en verdad ella llegó después que yo. No tiene importancia viejo. La verdad a cualquier hora de la noche es como si Andrea acabase de llegar o como si no estuviese porque todos la extrañan y le alcanzan ¿vino? ¿cerveza? ¿un sanguchito de pollo?. A mí también, pero es diferente papá. Apenas empieza la fiesta y ya quiero largarme. Estoy en mi rincón junto a la piscina, sentado con mi guitarra y con el frío colándoseme directo al cerebro. Un zombie. Paco que me sigue hablando mil y una de sus pendejadas y yo me quedo pensando en la hora en que llegue Andrea y que empiece con la repartición de besos. Talvez esta vez me toque el munch. Talvez esta noche sea una reivindicación. Quién sabe. Voy por un vasito de agua. ¿Te traigo uno? Bueno.

Luego de eso me quedé tirado en mi silla mirando al resto y escuchando a Paco. Paco no es mal chico, yo no he dicho eso viejo pero el muchacho carece de cualquier tipo de servicio aduanero entre el cerebro y la lengua. Lo suelta todo. Un chico inteligente, claro, pero con más problemas que un libro de álgebra. Me salió con una cosa que francamente, es para quedarse calvo de solo oírlo. Ya verás. Me dice: - Tengo algo que contarte - y yo ni le doy cuerda. Ya le conozco el tipo de historias raras con que siempre sale. Me quedo mirando la puerta a ver si llega Andrea. Me hago el desinteresado jalando las cuerdas a la guitarra. Le voy siguiendo el bajo a las canciones que van poniendo. Pank Pank. Él sigue igual, que el pollo, el pollo y además lo cuenta como un chiste y uno ya no sabe si reírse o ponerse a llorar. Total que Andrea no llega y Paco va hablando mientras yo sigo pank pank y así como quien no quiere me voy enterando que Lucas, su hermano pequeño, tiene un pollo. No de juguete viejo - un pollo de verdad de esos que se comen estofados. Ya sabes, el padre es criador de gallos de pelea y el pobre Lucas, cinco añitos, aún no se da cuenta de la bestia que tiene por ejemplo y le admira y copia todo. Obviamente no le dejan jugar con los gallos. Ya se sabe que esos bichos de pronto se ponen como locos y se arma el relajo. Lucas se ha pasado los cumpleaños pidiendo que le regalen un gallito. El viejo acabó por cansarse y lo engañó con un pollo. Y Lucas es un angelito que come arvejas si le dices que son caramelos. Había que verle lo feliz que andaba con su polli-gallo. Claro, te suena conocida la historia porque eso fue ya el mes pasado. Lo horrible es lo que le ha pasado al pollo hoy por la tarde, justo antes de la fiesta. Ay señor, pobre pollo. Y lo peor que Andrea que no llegaba y todos seguían hablando del trabajo y atorándose de sanguchitos. Oye viejo a ti no te pasa estar en un lugar y de pronto decirte en letras mayúsculas ¿Qué carajo hago con esta gente? Yo ya ni quería escuchar la historia porque cuando Paco se pone a reírse así como loco es que va a contar algo feo. Al comienzo tenía gracia la situación del pollito. Íbamos a casa de Paco y de pronto aparecía Lucas arrastrando una pita. Al final de la pita, el bicho atado por el cogote. Todos ya estábamos advertidos de no llamarle pollo sino gallo. Las chicas se morían de la ternura. Al mes el pollo ya le llegaba a la rodilla. Unos veinte centímetros y estaba más feo que nunca. Era como que andaba en la adolescencia avícola. Una pinta de estar extraviado y aterrado. Lucas no es ningún tonto papá, pero él realmente cree que tiene un gallo de pelea de campeonato. Cuando le vio de buen tamaño se puso a entrenarlo. No te rías viejo. Es una cosa muy horrible. El pollo andaba sin comprender nada. Lucas lo agarraba del pecho y lo balanceaba de atrás hacia delante acercándolo a otros pollos. Los animalitos se quedaban sin saber que diablos estaba sucediendo. Pero Lucas es constante papá y no se rinde. Sigue agita que agita su bicho y luego lo suelta y lo corretea por horas en los arenales. Él alucina que está entrenando al mismo Caballero Carmelo Debe haber visto a su padre. Realmente lamentable. Y se pone peor. No sé ni para qué lo cuento pero bueno, la verdad esto también tuvo que ver con esto. Hoy por la mañana sale andando Lucas con su pollo bajo el brazo. Orgullosísimo porque al bicho ya le salió cresta y un par de penachos rojizos. Fue a cruzarse por casa de los Saldarriaga. Los galleros. Ya te imaginarás lo que se viene. Francamente papá. No hay derecho. Mira que pudo haber ido a parar a otro lugar pero justo donde los salvajes esos. La familia entera una tribu de jíbaros. No hay justicia señor. En ese momento yo ya no quiero escuchar la historia viejo - Voy al baño – le digo a Paco, pero Paco me retiene del brazo y me obliga a escucharlo. Pank Pank. Lucas va pasando con su pollo y dos de de los Saldarriaga están afuera jugando a los penales – Qué traes ahí – le preguntan. - Mi gallo - dice Lucas mostrándoselos. – Eso no es gallo – le dice Pocho – ¡Eso es un pollo! y empiezan a reírse salvajemente. Lucas se pone rojísimo papá. Es un chico orgulloso y entonces todo se va al diablo porque no logra contenerse, siente que las lágrimas se le suben y en un último instante de rabia les grita - ¡Mi gallo descalabra a cualquiera de los tuyos! – y entonces los hermanos Saldarriaga dejan de reírse y ya todo se va al ultrainfierno papá. Paco muere de la risa contándomelo y yo siento clarito el pánico del pollo al percibir que los bracitos de Lucas tiemblan alrededor de su piel de gallina. Es casi como estar ahí mismo porque exactamente en ese momento veo que la puerta de la sala de Martín se abre y aparece Andrea celestísima, llegando, sonriendo, caminando hacia nosotros como los hermanos Saldarriaga hacia Lucas, y yo sé exactamente lo que pasa en ese momento por el corazón del pollo viejo porque en ese instante yo soy el pollo.

Andrea sonríe y nos saluda con la mano desde el umbral del jardín. Como si no fuese suficiente tormento la muy salvaje camina tan despacio que es como si viniera arriada por una pandilla de caracoles. Es imposible vivir así viejo. La misma sensación de cuando la enfermera te frota cariñosamente el culito con alcohol antes de la inyección – ¡Hola chicos! – dice y todos responden ¡Hola! tan sincronizaditos que ya parece que estuviésemos en un programa de tv. Una cosa muy horrible. Luego de eso va, le zampa un beso de felizcumpleaños a Martín y empieza con su pasarela del chic muack munch. En eso me acuerdo de esos concursos de perritos donde el juez va pasando sin detenerse y apuntando con el dedo a los escogidos. No debe ser bueno para la autoestima de los perros. De hecho se dan cuenta de lo que está pasando. ¿No crees? Y lo peor es que ni siquiera se puede estar tranquilo con Paco al lado. Jode y jode por seguir con la fabulosa historia del pollo que finalmente llegó Andrea me chantó el beso y ni me di cuenta si era el chic el muack o el munch. ¡Santa pollada viejo! Es para irse a internar allí mismito. Para completar la escena Andrea agarra y se sienta entre Paco y yo, nos palmetea las piernas y como quien pregunta la hora dice así mismito - ¿Qué tal chicos? - Juro que casi le salgo con todo el rollo de la chompa celeste y el polli-gallo. No se le puede preguntar cosas así a la gente si no quieren que uno comience a gritar como loco. Después coge mi guitarra y se pone a darle golpecitos a las cuerdas como si fuera un piano. Ni siquiera la coge como debería viejo. Se la pone sobre las piernas y le empieza a llover con la yema de los dedos. Nos quedamos mirándola. – Tengo una historia divertidísima – dice Paco.

Tuve que pararme en el acto y largarme a buscar un sanguchito. Si me quedaba escuchando la historia del pollo por segunda vez mientras Andrea tocaba el piano con mi guitarra iba a cometer una barbaridad. Pero oye esto viejo. Iba caminando tan tranquilo y al pasar junto a la chica que pisé casualmente al llegar a la fiesta la muy desgraciada escondió los pies bajo la silla y me miró con odio. ¡Ni siquiera estaba cruzando cerca de ella! Francamente no le perdonan nada a uno. Me dieron ganas de comerme mil sanguchitos. La mamá de Martín será una salvaje hablando pero hace los mejores sanguchitos del mundo. Por eso digo que a veces la gente te llama bandolero y uno le perdona nada más porque saben hacer sanguchitos. No hay porque guardar rencor a las personas por más salvajes que sean. Ni siquiera estaba cruzando cerca de ella viejo. Oye ¿será que ya podemos entrar a ver a Iván? Bueno, esperemos a que nos avisen. Sigo entonces.

Normalmente hay una bandeja con los sanguchitos de pollo con apio y otra con los de pollo con durazno. Déjame contarte todo papá. Esto también es importante. Mira, la de los que tienen durazno es amarilla y la de los del apio es color crema. Ha sido así desde siempre. Si un día faltan los dichosos sanguchitos el mundo se detiene viejo. Una bandeja amarilla para los de durazno y una color crema para los de apio. Así de simple. Pues a que no adivinas. Exacto señor. Al parecer a la familia le está yendo bien. Han de haber botado esas bandejas plásticas. Los sanguchitos estaban sobre una lujosa fuente de cristal en forma de hoja. Era algo terriblemente surrealista papá. Uno se acostumbra a ver las cosas de una forma y de pronto sácate. Me acerqué desesperado a examinar la situación. Ya sabes que yo odio el apio. Cuando decía que los sanguchitos eran fantásticos me refería obviamente a los de pollo con durazno. He escuchado a Paco decir que los de pollo con apio son igual de buenos pero la verdad no lo sé por experiencia propia. Ya sabes que odio el apio. ¿Cómo rayos se suponía que uno adivinara cuales eran los que tenían durazno? Me fui por un vaso bien lleno de cerveza. Luego volví y me quedé mirando la fuente de cristal con la montaña de sanguchitos. Era algo horrible. ¡Exactamente viejo! Como en el cuadro de Munch. Un grito. Le daba un sorbo a la cerveza y no lo podía comprender. Luego de meditarlo tomé uno al azar y lo abrí. En ese momento me pareció una idea razonable. Pollo con apio, viejo. Pollo con apio. Lo cerré y lo dejé a un costado de la fuente. Luego todo sucedió casi como una cadena. No podría explicarlo porque en ese momento ya no solo pensaba en el apio y el durazno sino también en el chic el muack y el munch todos confundidos en una sola bandeja cuando Paco estaba con lo del santo pollo y vino Andrea a darme un beso sin que yo pudiera decir a ciencia cierta si se trataba de uno de apio o de durazno. Bueno, tú entiendes.
Empecé a abrir un sanguche tras otro. En ese momento me pareció una buena idea papá. Los examinaba y luego los amontonaba a un lado de la fuente. Todos con apio ¡Ni uno solo con durazno! Es verdad, perdí el control. Dicen que seguí examinando sanguchitos hasta que la montaña que había hecho era ya casi tan grande como la de la fuente. La gente exagera papá. Debe haber sido apenas el sanguche número doce el que me tocó de durazno. Ni me daba cuenta lo que sucedía alrededor. La mamá de Martín me estaba observando con la boca bien abierta. Le pareció demasiado surrealista lo que vio. No pude explicarle lo de la fuente amarilla y la color crema y lo necesarias que eran. Ni siquiera me dejó comerme el sanguchito. Me lo quitó cuando ya iba camino a mi boca y se fue llevándose la fuente completa – No dijo nada. Tan sólo me miró como si acabara de incendiarle la casa o algo así. Lo peor es que justo antes de irse me echó el ojo inquisidor directamente a la melena. ¡No miento viejo! Estoy segurísimo. Dime ¿a qué rayos viene eso? Era casi como si le echara la culpa a mi pelo de lo que yo hiciera. Uno quiere perdonar a la gente pero a veces te miran la cabeza como si fuera un revólver y ya no es tan fácil. Mira papá, ahí salen de emergencias con Iván. Lo están llevando a una habitación. ¿Te parece que yo debería entrar? Esperemos que salga el resto. Igual ya estoy por terminar.

Ya después de la vergüenza de los sanguchitos comprenderás que quedé más desmoralizado que nunca. Me fui a sentar junto al barril de cerveza y estuve bebiendo como un bárbaro. Realmente parece que a la gente no le cuesta mucho trabajo pasársela bien y no acabo de entender porqué no me sucede igual. Los chicos se paran y cogen un sanguchito cualquiera. Ni siquiera se dan cuenta que la fuente ya no es la misma del año pasado. Es sorprendente. Yo hasta me quiero parar y felicitarlos. Están allí en sus sillas dándose de besos y no parecen estar preguntándose si chic muack munch o la rotundísima trinidad. Juro que lo intento pero es imposible no sentir los pedacitos de apio. No era así viejo. Antes yo comía lo que fuera y cantaba todas las canciones del mundo y todos me adoraban. Era la época en que Paco no era tan bestia contando historias y Andrea venía y me ponía un munch cada vez que yo andaba cerca; y entonces era todo tan diferente. Tan diferente porque el munch era algo que me aterrizaba sobre la cara como un cargamento de comida cayendo en medio del África y eso era suficiente para cantar la discografía entera de los Hombres G y no sentirme estúpido. Luego nos hicimos muy amigos y dejó de pasar todo eso. Bueno, eso de lo de muy amigos me lo dijo alguien. Yo no acabo de comprender que tiene que ver una cosa con la otra. Sólo sé que un día me empezaron a besar con besos que parecían letreros de prohibido y todo se puso complicado.
Al rato Paco se me unió al lado del barril de cerveza y rogó una y otra vez con que le dejase terminar su horrible historia a lo cual me negué rotundamente Seguimos tomando hasta que del barrilito no salió más que espuma. Debe haber sido ya bastante tarde porque todos estaban lo suficientemente borrachos como para correr a tirarse al lado de la piscina a conversar. Yo también fui y me eché al lado de Andrea. Me había guardado un lugar por eso de que somos muy amigos. Francamente no entiendo nada del asunto. Tirado en el pasto uno puede oír a todos los bichos haciendo sus tareas nocturnas. Paco vino y se nos estacionó al medio. – Mi gallo descalabra a cualquiera de los tuyos – dijo - ¿Allí me quedé verdad?- Yo estaba demasiado mal como para intentar callarlo y Andrea andaba distraída con un caracol que había encontrado así que Paco siguió contándomelo lo del pollo. Es verdaderamente horrible. Lucas entra a casa de los Saldarriaga y mientras lleva bien apretado su bicho ve decenas de pequeños calabozos con gallos de todos los colores y tamaños. El animalito está temblando y es como si Lucas estuviese descubriendo el porqué del miedo mientras mira todos esos pájaros enormes y ruidosos – Escoge uno – dice Pocho. Lucas ya está con los ojos empañados. ¡Tiene sólo cinco añitos papá! Oculta la mirada, señala a cualquier lugar y cuando quiere darse cuenta de a donde está apuntando con su dedo ve a Pocho sacando de su jaula un gallo absurdamente grande y rojizo. Entonces, entonces es como si por primera vez comprendiera que lo que tiene entre las manos es un pequeño pollito. Dime si no es una santa salvajada toda la situación. El gallo de los Saldarriaga ya está en el suelo cacareando y dando vueltas. Pocho lo agarra toscamente de las alas, del pecho, de donde sea y el gallo empieza a picar y a hacer ruidos terribles – ¡Ya pues! Suelta a tu gallito – gritan los Saldarriaga. Lucas se come las lágrimas y los mocos y comienza a bajar a su pollo lentamente sin saber ya porqué. Ni siquiera tiene tiempo de pensarlo una segunda vez. Pocho le da un empujón al pollo y este va a parar justo sobre el gallo que no tarda medio segundo en repartirle cientos de picotazos y patadas. - ¿cómo diablos sabes todo esto? – le pregunto a Paco. Porque francamente papá, lo cuentan tan barrocamente que ya parece que uno está sintiendo sobre el pellejo la masacre del pobre bicho. – Te lo estás inventando - le digo. - Mi viejo había salido a buscar a Lucas – dice – Él nos contó todo. Entró justo a tiempo para evitar que acabaran con la vida del pobre animal. A Lucas no le duró mucho el aguante y al segundo ya estaba gritando y llorando mientras su pollo corre, se cae, se levanta y vuelve a correr. Entonces fue que el viejo entró. Al parecer el pollo va a estar bien. Eso dijo el veterinario. Pero lo han vendado más que a la momia juanita. No se puede mover mucho. -

Es gracioso que justo en ese momento alguien levante mi guitarra y me diga – Ya pues Pablo, tócate algo - mientras todos se sientan y se que me quedan mirando sonrientes. Es gracioso papá, porque estoy pensando en el pollo vendado y resulta tan cómico escuchar a alguien pidiéndome una canción que he tocado mil veces antes y que ahora que lo pienso tiene una letra estupidísima, que ya es como si no quedara más que reírse. Pero eso es sólo al comienzo, porque sólo un instante después siento como si algo le pusiera freno de mano a la noche y todo se concentra en un segundo. Entonces la situación pierde la gracia. Se enredan las cosas en mi cabeza y es como estar en la dimensión desconocida viendo a Paco reírse del pollo, a Andrea jugar con un caracol dándole millones de besitos munch, a Lucas llorando, a la mamá de Martín observándome la melena y finalmente ver al buen Iván con su sonrisa de un millón de amigos, tan campechano como siempre, coger mi guitarra entre sus manos de levantador de dos mil kilos y ponerse a tocar una balada baratísima de esas que todo el mundo se sabe. Y talvez no es su culpa. ¡Qué va a ser su culpa! Iván sólo quiere cantar y pasársela bien. Sé que no es su culpa viejo, pero Paco se está riendo demasiado, todos están cantando la estúpida canción y Andrea está tan celeste que yo no puedo dejar de pensar en el pollo recibiendo picotazos y de pronto, no sé ni cómo, estoy mirando a Iván y sintiendo que no hay nada más horrible en el mundo que estar alli prescenciando como un fulano con una camiseta a punto de explotar coge mi guitarra y toca una canción tan infame como esa. No es su culpa viejo pero Iván está tocando la guitarra con tanta fuerza que es como si estuviese dándole de picotazos. Y viejo, ni siquiera es una canción rápida, pero él ya se siente Jimmy Page y entonces es inevitable que toda la noche aterrice en ese momento, todo viejo, desde mis polos desteñidos hasta los caracoles, todos los copos de nieve juntándose en una gran avalancha que soy yo, que le salto encima y lo empujo hacia la piscina ya sin pensar en nada, cayendo al agua helada, sin pensar en absolutamente nada.

Mira papá, no pongas esa cara. No te preocupes por estas cosas mías. De todas formas yo sabía que nadie iba a entender. Hey mira, ahí ya vienen saliendo. Parece que ya nos vamos. Sólo te quería decir que no es tan simple todo el asunto. Yo ni siquiera sabía que el pobre Iván era asmático y que cuando caímos a la piscina, bueno... Entiendo perfectamente que ahora los demás me vean como si fuera un subnormal. Cuando nos sacaron de la piscina empapadísimos Andrea estaba mirándome con unos ojos de pregunta que realmente me daba más frío. Quería poder explicarlo todo. Pero era difícil. Ahora están molestos conmigo y yo no puedo decir nada al respecto. Lo entiendo ¿sabes? Entiendo que piensen que estoy demente. Pero uno no lo hace de puro loco. No sé. Ya nada es simple, viejo. En algún momento dejó de serlo y ahora me veo haciendo barbaridades que luego no sé explicar. Antes yo comía apio y cantaba todas las canciones. Tú eres testigo. Pero eso era en la época en que Paco no era tan salvaje contando historias; y era esencialmente en la época en que Andrea venía corriendo y me posaba un munch cada vez que yo andaba cerca. Entonces era todo tan diferente. Tan explicable. Ahora en cambio abro el diario y de lo primero que me entero es de que se han robado una pintura, El grito, y la expresión de esa mujer tomándose la cara con una mueca de espanto terrible, esa expresión de horror, de incomprensión, de locura es como el resumen de todo el jodido universo. Allá viene Iván con los demás. Parece que ya está bien. ¿No te parece? Yo creo que mejor te espero en casa. Va a ser mejor así. No vernos por unos días. Diles que lo lamento mucho. Toma, dale su chompa a Andrea. Aún está un poco mojada. Te dejo las llaves junto a la ventana de mi cuarto. Claro, donde siempre. No te hagas tarde viejo. Hoy pasan el documental de los salmones nuevamente. Tienes que ver como nadan contra la corriente como si les hubiera dado algo. Es realmente surrealista. Oye viejo, en serio, diles que no fue mi intención joder la fiesta, es sólo que... bueno.... nada, mejor no les digas nada.


Texto agregado el 06-01-2005, y leído por 617 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
03-07-2005 Me lo lei de un tiro. Es largo pero no me aburrio nadita. No puedo creer q logres un texto como este de mas de 5000 palabras y conserves tan bien tu propio formato. Pucha Pierre, logras que uno se imagine todo lo q nos escribes, es igualito como si uno lo este viendo. Magnífico todo lo q dices, pucha me faltan palabras. 5* felipegaldoz
06-06-2005 Nada que hacer. Esta es una muestra de que tienes que sacar al universo tu literatura. Uniendo toda tu escritura lo tienes todo para deleitar a más gente con hojas que se pueden palpar, con portadas de cuero, y la exquisita experiencia de solicitar un volumen de Pierre Castro en alguna Biblioteca Pública. Se aprende de tus letras... venicio
05-05-2005 Me encantas Pierre. Y aunque hoy tengo la cabeza con puré de papas adentro, no quería dejar de decírtelo. Morana
09-01-2005 En realidad no se como se pueden comentar tus textos, ¿a mas longitud mas calidad? es tu cabecita pierre, la que crea y recrea, en este caso la locura colectiva que se conforma sin ver mas allá de sus narices y sin notar la importancia que puede tener un munch, alguna vez dijiste que cuando contases tu viaje nadie podría entender que no te hubieras divertido xq era fantástico, es por eso, xq dejaste de nadar en la superficie para poder disfrutar de los colores de Nemo y entonces dejaste de conformarte con el azul del mar. Así son tus cuentos, un viaje a las profundidades de unos personajes llenos de ti que dan ganas de comerselos a munch. Ya te imagino perfilándoles los personajes a los grandes guionistas para que empiecen, al menos, a parecer reales. Además, ya sabes, siempre veo un poquito de pierre en estos cuentos, y eso hace maravillosa y realmente divertida la imagen del garijo apilando los sandwichitos. Gracias es poco. Munchhhhhhhhhh burbuja
07-01-2005 ¡Qué lujo! Me alegro de no haber ido a esa fiesta, porque ¿sabes? prefiero leer lo que ocurrió, con tus palabras, con tus imágenes. Las letras fluyen, se deslizan de la primera a la última como uno de esos sanguchitos (de pollo con durazno, por supuesto) y te dejan con ganas de más y más... En serio, es-pec-ta-cu-lar. ¡Munchas felicidades! jau
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