Ayer en el centro comercial, pensando en que el momento de las fiestas navideñas que recuerdo con más ilusión es la noche de reyes, pasé junto al buzón destinado a las cartas a los Reyes Magos y encontré un sobre cerrado que se había caído bajo un macetero. No pude reprimir la curiosidad y lo abrí. La carta decía así:
Queridos Reyes Magos:
Quiero pediros tres deseos a los tres. Ya sé que de pequeño sólo os escribía a vos Baltasar, pero creo que esta vez hará falta la magia de todos.
El primero es recuperar el cable de conexión que nos unía con la naturaleza. Me explico. Como bien sabéis, un maremoto en el golfo de Bengala ha acabado con decenas de miles de vidas humanas. La costa sureste de Sri Lanka ha quedado devastada. Curiosamente en esa parte del país están las reservas de animales salvajes, pues bien, no ha muerto ni uno de ellos. Una voz misteriosa que nosotros, incapaces, no podemos oír, les avisó con el tiempo suficiente para que huyeran de la costa a lugares más elevados. De hecho, se han salvado también casi todos los animales de granja. Se ve que aún no hemos conseguido cortarles el cable. Así que ése es mi primer deseo, que podamos escuchar el susurro de la naturaleza. No sé cuándo lo perdimos, ni si fue el precio de la inteligencia o de la arrogancia. Ignoro los ruidos que hay que ensordecer para que su voz prevalezca. Tampoco tengo constancia de que se venda en parte alguna. Yo lo buscaré también.
El segundo es un frasquito con la esencia de una canción. Es raro pero puedo aclararlo. He leído que han estrenado un documental sobre una camella que lloraba. Me interesó mucho el asunto e indagando descubrí que se corresponde con una leyenda mogola sobre una camella que tuvo una cría albina a la que no aceptaba ni quería amamantar. Sus dueños de acuerdo con un antiguo ritual mandaron llamar a un músico de un pueblo remoto que acompañado de la voz de una mujer entonaron una melodía que hizo llorar a la camella, tras lo cual acogió a su vástago blanco. Esa música es la que quiero en un frasco de esencia, no me faltarán los sitios en los que destaparlo.
El tercero y último es una caja. No una caja cualquiera, una en la que pueda guardar instantes y revivirlos cuando desee. Una cajita que pueda llevar siempre conmigo y recoja un beso, una sonrisa, una charla, una mirada, unos primeros pasos, es decir, todo lo que pase de veinticinco en mi termómetro personal de emoción.
Si no lo encontráis este año esperaré al siguiente... o siempre.
Un fuerte abrazo.
Antes de meter la carta en el sobre añadí bajo la firma: "Olvidaos del ordenador portátil, de la gorra de cachemir y del reloj automático. Me apunto al cable, el frasco y la caja." Cerré el sobre y la eché al buzón.
Madrid, 6 de enero de 2005
Juan Rojo
Caminos
“Historia del camello que llora” (www.karmafilms.es)
Instantes de oro, columna de Caroel del lunes 3 de enero de 2005 (http://www.loscuentos.net/cuentos/local/LA_COLUMNA/77230/?nc=0928)
Página de la Cruz Roja (www.cruzroja.es) para ayudar a las víctimas del maremoto (teléfono desde España 902222202). Sé rey mago por un día.
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