CONTRA LOS IMPÍOS
“¡Perdóname, espíritu de mi Adamas, que te mezcle en mis pensamientos con esa gente! Pero esto es lo que ganamos con la experiencia, que no podemos imaginar algo excelente sin pensar al mismo tiempo en su contrario.”
“Hiperión” de Holderlin (1770-1828)
Con armadura reluciente emergeremos esplendorosos entre las ruinas de la humanidad, y nuestro vigoroso ejercito alzará sus espadas dichoso de ofrendar sus vidas a un eterno final. Las viejas creencias serán destruidas, implantaremos la dulce ideología de la verdad, lo haremos por gratitud, sin resentimiento ni indignación. Miraremos desde la montaña, con el frío que nos mece los cabellos, la tierra que espera ser hollada por nuestras botas hechas a mano de pura razón. El canto de una bendita ave nos indicará el sendero a seguir y avanzaremos silenciosos, pero el brillo de nuestras estructuras, que se verá desde los campos, señalará como destino una dura batalla.
Cruzaremos el bosque en busca de una falaz civilización, olvidaremos a nuestros amigos e insultaremos su sometimiento a una causa servil, escapando al letargo que aminora el coraje de los hombres e induce a que envainen sus espadas e inclinen sus frentes. En seres dichosos nos convertiremos mirando la imagen de nuestros pensamientos, mientras al pie del camino los espíritus de los grandes hombres caídos nos alentarán arengando sus enseñanzas.
Ahora que hemos dejado de dormir y hemos sucumbido ante nuestros sueños, nos dirigimos a la tierra que será nuestra patria. Sí, nosotros, hijos de un mundo desaparecido, al unísono repetiremos las doctrinas de los sabios maestros, siguiendo sus huellas que coinciden con el canto de las golondrinas. Así sea sinuoso el camino lo traspasaremos pernoctando en la penumbra de la ignorancia, pero sabiendo que el amanecer será más brillante aún, bajo el brillo del sol purificador. Esa juventud que persigue nuestros corazones hará compañeros de juego al miedo y al temor, sin desesperanzarnos al saber que nobles espíritus están despedazados a ambos lados del sendero.
¡Ahí vamos infieles, les espera la más sangrienta muerte! Los mensajeros de la razón nos dicen que tienen armaduras de cartón y espadas de papel, nos triplicarán en número, pero el coraje espartano está en la embriaguez del alma. Avanzaremos, ese será siempre nuestro destino. Sé que nos esperan con temor y con sudor en sus frentes, mirando entre sus murallas esperando ver el destello de nuestras espadas. Sepan que devastaremos todo lo construido y, con nuestros pacientes brazos, crearemos un mejor porvenir. Ese será el momento de la reivindicación humana. Sin padres ni madres seremos los adanes de nuestro tiempo.
¡Porque llegaremos, sí, lo juramos ante Dios y ante la razón! No dejaremos que nos tiente el ocio aunque se resientan nuestros cuerpos, porque nuestras almas estarán tan elevadas que permanecerán fieles a las santas leyes del amor. Resplandeceremos con cada paso dado, las miradas serán cada vez más fieras y, con los acordes del laúd, empezará el concierto de la libertad.
¡Y es que nos acercamos! Las trompetas sonarán, alzaremos la bandera y los corceles arremeterán con fiereza las puertas de vuestra Sodoma. El fulgor de la juventud se eternizará con nuestro coraje, al hundir en sus corazones el sable que empuña en las manos un noble soldado. Sin lágrimas, desaparecerán la cuna y la tierra que nos vio crecer, así como crecieron a la vez nuestras heridas, que degollaron almas tiernas que los hombres jamás lloraron. Seremos la historia, poetas sin laurel que propagan un candor que nunca fue suyo. ¡Ahora, serán desangrados canallas, para que nuestros sueños fluyan en sus venas!
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