Alicia lo pasaba por sus labios, humedeciéndolos, endulzándolos de un roce y dejándo que el zumo se secara en las comisuras. Abrió la boca y cuando quiso morder... despertó. Frente a ella estaba Armando, con uno en las manos. Antes de que reaccionara, él le cerró los ojos, echó las sabanas al piso y le quitó la ropa. Con el sueño bloqueándole los párpados, permaneció boca abajo, con la cara entre dos almohadas, sin poder ver nada.
Mientras adivinaba el próximo movimiento, un elemento de piel suave, babosa y tibia empezó a caer libre por su espalda desde su cuello. Rodaba por la línea de su columna, haciendo siluetas indescifrables de néctar brillante, que se secaba rápidamente con el aliento y las altas temperaturas.
La espalda de Alicia se había convertido en un lienzo de azúcar, jugos y fluídos. Ella ya reconocía que una semilla era el pincel, y ahora estaba en la base de su espalda. Armando la empujó un poco y la semilla rodó nalgas abajo.
Alicia se volteó. Encontró a Armando tratando de recuperar su fruta favorita, registrando entre las piernas de su amada, y con dos dedos la pescó. Era igual a la del sueño, pero ahora gastada, sin comida, sin sabor y sin otro olor que el de la saliva y el sudor. Pero los ánimos no cayeron. Entre un pensamiento y un beso, una fruta nueva había aparecido.
Cerrada al vacío, seca, áspera y de aspecto impenetrable, prometía una profunda segunda vuelta. Alicia la mordió, se escuchó la cáscara romper y un poco de pulpa se desbordó. Después de saborear la punta unos segundos, Armando tomó la frota y la colocó sobre los pezones de Alicia. Los besó con hambre y repitió la operación varias veces.
Frutas, besos y caricias venían de los dos lados. Con la última que quedaba, la compartieron boca a boca. Luego, él se la robó de sus labios con un suspiro y la llevó hasta donde termina la cadera. Clavándose en las pupilas de Alicia, Armando se dedicó de lleno a que la semilla rodara contra el clítoris.
Alicia, tratando de no perder el conocimiento, se dejó morir un poco, viendo como Armando disfrutaba de un buen mamón. |