El mundo necesita más gente estúpida; los inteligentes ya me tienen aburrido. Aburrido porque no hacen nada, sólo pensar. Y después que piensan mucho los llaman especialistas. Cuando son especialistas les da por escribir. Entonces ya no son especialistas, sino ‘intelectuales” ¿Y qué hacen los intelectuales? Pensar.

Los estúpidos, en cambio, son los que llevan el mundo; a patadas, pero lo llevan. Están llamados a ser los que solucionen esos problemas que los inteligentes no han podido resolver, con todo y sus libros y su pensadora. El exceso de tiempo libre le permite a los estúpidos experimentar con su ambiente a ver qué pasa. En realidad, no tienen un objetivo fijo en mente, sólo están a la expectativa de los resultados a ver a qué se lo aplican.

Thomas Alva Edisson llegó al bombillo por estupidez. Le tenía miedo a las cucarachas, y no soportaba la idea de no poder matarlas de noche porque no podía ver. Beethoven componía sus sinfonías en el grado más alto de la estupidez: enamorado, y las otras las componía cuando estaba despechado, que es un grado apenas superior. Los laboratorios Pfizer no querían inventar el Viagra, sólo buscaban la manera de mejorar la circulación de la sangre; y terminaron reconciliando matrimonios que estaban en la indigencia.

Para eso está la gente estúpida: para cambiar el mundo sin querer y vivir más felices sin saber.