Por la muerte de mi tío.
Oi día me avisaron que murió mi tío. El tío de la carne a la cacerola, el de los taxis, el negro. La verdad no lo conocí mucho. “Oiga mijo”, era como normalmente se refería hacia sus sobrinos, le gustaba el fútbol i la cerveza, de eso me acuerdo bien. I de su olor a tabaco. Debe haber sido tanto humo que le ahogó los alvéolos, o no se que cosa, porque no lo veía desde hace harto tiempo, i no lo voi a ver más, al menos en este estado de conciencia ordinaria i común a todos nosotros los mortales.
Todos dicen que lo mató el habito de fumar i fumar sin parar, i creo que tienen razón, aunque, ahora, después de muerto no importa mucho. Lamento su muerte principalmente por no haberlo conocido más, por no haber sabido más de sus sueños i su infancia, del primer cigarro que se fumó i de cuantas veces se sintió feliz i satisfecho por la tarde al reposar sus pulmones, porque ahora es todo pulmón, sobre las hojas más puras de las plantas de tabaco.
Le deseo una buena post vida i ojalá en ese extraño lugar donde se pasea ahora, exista algún tipo de hábito al que agarrarse que no te envenene, o bien que los niveles de alquitrán o nicotina en la sangre no tengan ningún efecto nocivo sobre la salud.
¿Importará la salud de uno después de muerto?, ¿Quién puede decir que si o que no o que quizás?
Me inquieta pensar en sus últimos pensamientos. ¿Se habrá arrepentido de no haber dejado el pucho a tiempo?, me gustaría saber eso.
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