Nunca he besado tus labios, ni tu los míos
Pero muchas veces me rebalso de tu alma. Se me hace un fuego creciente el refugio triste que escondes en mí.
Cada caída o resbalón de una letra delgada se me vuelve al suelo para ser planta.
No pienso que haya sido en vano golpearnos y ayudarnos a sanar esas mismas heridas frescas, a ocultar esos mismos racimos de uvas moradas roseadas en nuestros rostros.
Tus ojos en los míos no me ven ni me tocan, miran desde la distancia, un sitio que está entre cristales, mi sitio está contigo, mi sitio permanece en su sitio.
Tu y mis problemas, yo y tus miedos...
Háblame y cuéntame, si un día, del otro lado de las sombras, hay más luz entre tus dedos.
Vive y cuéntame si tras las espinas, también huele a rosas, o si con tus tristezas tocas mi nombre...
Nunca he besado tus labios, ni tú los míos.. pero muchas veces te llenas la boca hablando de mí y cuánto me conoces, hablando de los azares de la vida y de los escalofríos de la piel sin abrazos.
No me convence la furia de tus ganas, ni las vendas que pusiste como mapa de sangre que no debe seguir su curso, un rastro culpable de tanto dolor a escondida, de tu boca una herida silenciosa emerge sin que nadie más la vea...
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