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Una extraña navidad, recuerdos de la infancia...

Esa navidad la recuerdo como una de esa brumas que te impiden ver con claridad, claro que no deja de ser un recuerdo de mi más tierna infancia y ya sabemos que esas imágenes que vienen a nosotros desde tiempos tan remotos no suelen ser nítidas. El caso es que esa noche de navidad en la que yo contaba con siete años fue especialmente extraña, con los nervios de los regalos no podía dormir, así que sigilosamente fui gateando hasta el salón principal, esperando encontrar debajo del árbol mis ansiadas peticiones a Santa Claus. Ingrata sorpresa la mía, no había nada pues aún no había llegado, pero justo me iba a retirar a la cama un ruido me puso en alerta, de modo que me escondí bajo la mesa y apareció él, enormemente alto, con su barba blanca y su vistoso traje rojo, he de reconocer que tuve miedo a ser descubierto y perder todos mis regalos pero supe mantener la compostura. Santa abrió su saco y comenzó a colocar las cajas debajo del árbol, en ese momento sabía que no había niño en el mundo más feliz que yo. Entonces fue cuando ocurrió la cosa más sorprendente, mi madre se presentó allí, cogió de la mano a Santa y lo sentó en el sofá, luego se subió encima de él y empezó a jugar a los caballitos, cabalgaba y cabalgaba mientras Santa relinchaba en su papel de caballo, se lo pasaron tan bien que al poco rato volvieron a jugar a lo mismo, así que aproveché para irme a mi cama y al pasar por el dormitorio de mi madre vi que mi padre no estaba, seguramente había bajado a la calle para dar un paseo...

azulada


Desarrollo sostenido (Extraña Navidad)

Ese día nada más amanecer toda la población se dio cuenta de que la Navidad no estaba en el calendario. Los relojes, las agendas, los artilugios de medir el tiempo, el almanaque zaragozano, el republicano, el gregoriano, todos habían puenteado la Navidad.

Las oficinas de atención al consumidor quedaron totalmente colapsadas. Las denuncias estrangularían el funcionamiento de la ciudad. La vida de todos los ciudadanos quedó noqueada. Los más perjudicados fueron los reposteros de polvorones. La mayoría interpondría recurso administrativo al verse privados de la retrasmisión en directo del mensaje de su alteza real. Los vendedores de la flor de pascua, los fabricantes de papel regalo, los cuadrilleros del aguinaldo, los artesanos de la zambomba, los viciosos del buñuelos con chocolate, los trabajadores de la central bombillera, todos se arruinarían para siempre.

Los manifestantes se abalanzaban contra la sede del Gobierno al grito de “herejes, fascistas, la navidad, invicta”. Exigían del ejecutivo responsabilidades por haberles escamoteado el 25 de diciembre. Nadie creyó en las palabras del Presidente de que todo se debía a un error informático. Naranjas de la China. Error informático, las votaciones que tumbaron el 0,7. Error informático, el aplazamiento de la deuda externa. Excusa tan manoseada ya no colaba.

Por fin ciudadanos y mandamases llegaron a un acuerdo. El nombramiento de un Alto Comisionado esclarecería las verdaderas causas del requisamiento de la Navidad.

Al cabo de tres meses esta fue la resolución del Alto Comisionado:

“Nuestro planeta ha llegado al punto omega de su desarrollo sostenible, padece colapso cósmico. Para asegurar su supervivencia la Tierra dispone de lo que los científicos llaman “agujero negro”, una especie de esponja reductora del tiempo que le permite seguir coleando alrededor del sol. Este mecanismo de absorción ha sido el responsable de engullirse a la navidad.