LA FLOR DE LA LOCURA
Creo siento que me estoy volviendo cuerda. Veo una mujer como una flor desnuda y limpia envuelta en un tul dulce y etéreo a la luz dulce de la tarde que cae. Sé que la paciencia no es (no fue) algo trabajado en mi. Y ahora hoy tu cuerpo, la necesidad terrible de él forja ese caparazón, ese tul etéreo de paciencia que debe cubrirme del frío de tu voz lejana. No te tengo, pero podría tenerte. El verbo potencial se vuelve presente y cae una lluvia de palabras para definir porque vos y todo el universo que en tu cuerpo habita.
De antemano elijo un recorrido sobre tu cuerpo. Tu cuello primero (tus orejas justas) tu pecho infinito y acotado, tus brazos... se nubla mi mente y un deseo feroz surge y debo recordar que ahora soy paciente y puedo esperar sin enfermarme. Los días no pasan y esto parece un infierno. Un infierno inmaterial plagado de holas y adioses.
La mujer envuelta en tules se despereza para surgir fénix de entre las llamas perpetuas del tedio y el abandono. Surjo yo y florezco renovada. Flor nueva siempre distinta pero siempre flor entre tus brazos. Flor rosa libre de fuegos fatuos. Flor tatuada en tu cerebro, en tu corazón. Tu cuerpo y sexo, tatuados en mi alma. Flor de unas horas (me abro por momentos, me dejo fecundar, me dejo adorar y sin que te des cuenta penetro en ti más profundamente de lo que tú lo haces en mi) conozco el recorrido de tus abejas manos sobre mí.
Sales de mí para recorrer otros rumbos, más lejanos. Sales al encuentro de otras flores que no son yo. Que no te abarcan, ni te conmueven. Pero no lo sabes aún y temes intentar saberlo.
Como flor descanso cada noche en tus latidos sombríos, como flor me elevo sobre ti y te admiro. Admiro tu fuerza y tu sentir.
Mi cuerpo limpio recorrido por tus manos, jamás teme. Hoy es hoy. Y permanece. Hoy es hoy. Cada día. Todos los días es hoy. Hoy vivo. Hoy probablemente muera. Tengo un solo día y si quisiera profundizar, tengo sólo este minuto. Este minuto en que soy dueña de mis manos y este amor casi infantil que me recorre y me da vida. Amor al que no puedo aferrarme. Amor que no me da fuerzas ni calma. Amor que simplemente pasa y acompaña mi vida como quien toma un café con un amigo.
Eres mi maestro en esto de la vida. Para tener hay que darse. Darse sin dobleces ni mentiras, ni falsos sentimientos desdoblados.
Mi flor se cierra sobre mí. Y me cubre. Tus manos abeja me dejaron. Pero no estoy vacía. Estoy llena de tu polen, traído de otros lugares, con olor a hierbas del campo, a orégano, estragón, nardo y girasoles. Nunca más estaré vacía. Cada mañana, tus manos abejas me enseñaran el camino para volver a mí. Cada día tu boca abeja me besará con ternura de abismos y de escasez.
Tú que eres solo un hombre (nada mas, y que universo contienen tus latidos), te unes a mí por momentos y recuerdo algo...
Estás y permaneces. Estás y perduras. Perduras por todo este minuto en que mis manos y mi voz todavía te recuerdan.
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