- ¿Mamá para donde vamos?
- Vamos para donde Don Alonso, el señor de la zapatería.
- ¿La que tiene la dulcería?
- La misma.
- Por favor me compras dulces ¿si?
- Ya veremos...
- Buenos dias Don Alonso.
- ¿Como esta mi señora?
- Muy bien señor, es que vengo a traerle por aquí estos zapaticos para que me los arregle.
- Bien pueda mi señora, ya mismitico me pongo arreglárselos, ¿pero mi doña, este angelito
que viene con usted es la niña suya?
- Si señor... ésta es mi muacha.
- Pero vea como pasa el tiempo, ya es toda una mujercita tan hermosa como la mamá
- (risita) jijiji...
- Hola nena ¿como es que te llamas?
- (silencio)
- ¿Que te pasa? no tengas miedo, mira, te regalo esta chocolata si me dices tu nombre.
La niña, temerosa y dubitativa, lentamente acerca su pulcra manito a la mano tosca y forjada del viejo zapatero. De pronto este la toma de la mano y ella grita, dejando caer la chocolata al suelo. Su madre que observaba el noble gesto de aquel hombre, se retuerce de furia al ver la falta de modales de su hija y la reprende fuertemente diciendo: ¡Ve esta!, ¡Culicada tan cismática!. El viejo zapatero recoge la chocolata y tomando nuevamente la mano de la niña la deposita lentamente en esta, mirándola a los ojos, le dice: las niñas tan hermosas como tú se merecen todas las chocolatas de este mundo. La niña paralizada y estupefacta, se despierta de su letargo al sentir el fuerte cimbronazo de su madre, que increpándola le dice: ¡Pero da las gracias culicagada!, pero la niña no responde, así que su madre enfurecida abandona la zapatería llevándola a empujones hasta su casa. En esta, la conduce bruscamente hasta el patio, y tomando una rama de pino que se encontraba allí, le dio, una por una, las lecciones de buenos modales que debe tener una niña.
Esa noche en su cama, la niña recordó claramente cada una de las indicaciones de su madre. Al otro día, adolorida por su falta de cortesía, se levanto cabis baja, pero el baño le refresco un tanto su dolor, así que se puso su vestido mas largo, de un blanco como de nubes, cuando de pronto oyó las palabras que nunca más podría olvidar en su vida.
-Ya mismo va y recoge mis zapatos, y se disculpa con Don Alonso por haber sido tan descortés.
Ella sintió como si algo se le desgarrara por dentro, pero sabia que no tenia escapatoria, así que resignadamente tomo el dinero que le entrego su mamá, junto con una bolsita negra para traer los zapatos, se dirigió como una condenada hacia su destino.
Mentor Mákina
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