Los pasos del cazador recorrían la vegetación inexplorada por el hombre. Bajo la jungla, sus botas ramificaban ese deseo sanguinario del encuentro con su presa, husmeando los senderos tras el rastro. Hasta que el cielo se detuvo como único testigo de los Dioses, dando libertad a los espíritus malignos en lo que restaba de su alma.
Ana Cecilia.
Texto agregado el 08-07-2003, y leído por 438
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