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Cuando el Jorge Segovia llegó a mi casa quebrándose y alardeando con la diminuta grabadora que su padre le trajo de la ZOFRI, de inmediato supe que nos esperaba una tarde de aventuras. Seríamos periodistas con la misión de entrevistar a un maricón que era peluquero en la calle Vicuña Mackenna. Yo para no ser menos me zampé la NIKON de mi viejo. La tarea era para la clase de educación cívica y pa' más remate era con nota coeficiente dos. Un verdadero salvavidas para los jiles que en la última prueba nos habíamos sacado puros rojos. Nadie nunca entendió qué mierda quizo decir el infeliz marginal ese, que al Aristóteles se le ocurrió meter en una caverna, ¿o fue a Platón?. Daba lo mismo, nadie o casi nadie entendió el libro, asi que la profesora podía meterse el mito aquel en su propia caverna hedionda. Por lo tanto, no nos quedaba otra que entrevistar a un representante de alguna minoría, al menos así decía el cuaderno de cívica del Jorge. Cuando el churejón llegó a buscarme para ir, mi mamá no estaba, andaba en el centro jugando una 'Polla Gol', así que el patúo no tardó en ir a su velador para 'chorearle' un cigarro, un RECORD que parecía vela por lo grande y flaco. Y por si eso fuera poco, el tímido se demoró menos que un pedo en el agua en prender la tv de la pieza de mis viejos y meter una película porno en el vhs, la primera que encontró. Poco me demoré en apagársela, más aun considerando que la pieza estaba pasandose al olor del humo, y si mi mami me pillaba otra vez en la misma, me quemaría el hocico, tal cual, esas fueron sus propias palabras cuando me pilló fumando una vez en el patio.

- '¡Déjala ahí desgraciao, no seai maricón!'- me gritó el chureja con cara de cordero degollao cuando apreté el stop.

- ¡¿Y cómo te ponís confianzúo reculiao?! - le grité pa' que la cortara, no sin antes alcanzar a ver en la pantalla el mete y saca de dos minas con un negro poseedor de una penca monumental, que les hacía ver burros verdes a las pobres cristianas.

Luego el cienpiés que era mi amigo, se vació el jarro de jugo de piña que mi mami había dejado enfriando en el refrigerador. No se porqué nunca le metí una patada en el cráneo, aunque parte de mí se moría por hacerlo; quizás porque el loco era fiel conmigo, quizás porque siempre estuvo en lo dulce y lo amargo a mi lado, en las duras y en las maduras, como quien dice. Además me gustaban sus lentes rayban, siempre los encontré totales.

Más tarde pescamos las mochilas y salimos de la casa. Cada uno se chantó su personal stereo antes de enfilar por la calle en dirección al centro de la ciudad. Hicimos cachipún para sortear el cassette de los soda stereo. Él ganó y yo tuve que conformarme con escuchar el cassette mamón de la Cindy Lauper que le alcancé a sacar a mi hermana.

Cuando la caminata se desató, ambos guardamos silencio y dimos paso a la competencia. Quién daba el paso más largo, quién le achuntaba con una piedra al foco del alumbrado, quien de los dos era el primero en localizar más autos de color azul, o rojo, dependiendo del tramo y de la intensidad del tráfico. El ganador tenía el derecho de pegarle un chirlito al perdedor. Así anduvimos hasta entrar al centro. En la esquina de las calles abaroa con sotomayor, nos esperaba el negro Víctor, el otro compañero que se había inscrito en nuestro grupo para hacer la tarea. Él era quien había concertado la entrevista con la 'Vicky', el maricón protagonista de nuestro reportaje. Él era peluquero (a) desde hacía miles de años. Incluso mi mami más de alguna vez se había hecho los vizos con él.

Al entrar todos al salón de belleza, los espejos multiplicaron la tarde. A esa hora no había nadie cortándose el pelo y las moscas volaban foribundas esquivando las bolsas con agua que colgaban de las ampolletas de la luz. El olor a tierra de color que salía de los adoquines del piso, más el aroma de los inciensos encendidos, me sacudieron la nariz y algo más. Como pendejos entrando al palacio del terror, avanzamos atemorizados y sigilosos hacia el interior de la peluquería.

- ¡¡Alóoooooooooo, buuuscan!! - gritó el Víctor en dirección al fondo de la pieza colindante. De inmediato un 'uuuuuuuuuuuh' en coro, se nos escapó al chureja y a mí, por lo amariconado que le salió el grito.


Del fondo de la habitación contigua, la voz severa de la Rocío Durcal, se sintió fuerte en la radio. Con la música me acordé de mi madre cuando era más cabra. Las fotos de ella cuando era lolita -que mi abuela conservaba enmarcadas en la mesita de centro de su living-, se me sucedieron en la sesera como en un disco de view master. Inexplicablemente de mi mente se escapó su imagen mucho más joven, mientras yo convertido en un pelele, apenas me afirmaba del borde del catre. Creo que apenas podía caminar de lo nobel que estaba. Fue extraña la sensación. De aquello no le comenté a nadie.

De pronto, mientras hacíamos un sondeo a cada rincón del espacio que teníamos al frente, de lo más oscuro del umbral, vi salir la silueta contorneada a punta de corsé de la señora Vicky. La cortina de conchas marinas colgada de la puerta que separaba ambas habitaciones, se desparramó con escándalo ante la mirada atónita y nerviosa de mis compañeros.

Me llamó la atención lo maquillada y bien vestida que andaba. Llevaba consigo todos los arminículos necesarios como para cruzar la alfombra roja del mismísimo festival de Cannes. Se le notaba que no tenía cejas y en cambio se había dibujado dos gaviotas sobre sus ojos de un negro impresionante.

A todos nos invitó a pasar a la habitación del fondo. A todos no quedó viendo con cara de buena gente. Nos convidó coca cola para la sed y por si fuera poco, vació en un plato un paquete completo de galletas tritón. Yo miraba al churejón que estaba más tiritón que una canasta de guatitas. Al Victor lo vi más relajado, como que le daba lo mismo tener a un hombre vestido de mujer al frente suyo. El Victor siempre fue un weón medio extraño, hablaba poco, pero cuando hablaba era como escuchar a mi papá o mi abuelo.

Cuando el Jorge Segovia le hizo la primera pregunta, ya todos estábamos aclimatados, más relajados, por llamarlo de algún modo. Luego se siguieron las típicas preguntas: ¿cómo te llamas?, ¿cual fue la reacción de tus padres cuando supieron que eras mariquita?, ¿que opinas del sida?, ¿si tuvieras al papa en frente tuyo, qué mensaje le darías?. Tambien no faltaron las preguntas weonas del churejón: ¿cual es tu color favorito?, ¿que signo eres?, ¿cuando es tu cumpleaños, cantante favorito, música preferida?. Yo al otro extremo del felpudo sillón escuchaba atento mientras fotografiaba a nuestra entrevistada. Con la otra mano acalambrada sujetaba la pequeña grabadora que no era mía. La ví llorar, reir, apasionarse en algunas respuestas, hundirse en otras, siempre digna ella. Allí nos enteramos que el alcalde era maricón, que la esposa del director del liceo era maricona y se gastaba parejo. Supimos del movimiento gay en Chile, de todas las pateaduras que la Vicky se tuvo que comer cuando se acostó con weones prepotentes. La verdad es qie mientras más hablaba, más compasión sentía por su condición.

- ¡huuuuy, que piernas más peluditas tiene mijito por dios! - alaraqueaba la Vicky cada vez que le agarraba las peluconas al Churejón.

Ya más en confianza la Vicky nos regaló cigarrillos mentolados y puso en la radio unos Queen a todo chancho. La peluquería ya estaba cerrada. Luego sería aun más gentil cuando destapó unas cervecitas bien heladas y a todos nos llenó los vasos. Yo no tenía permiso para beber, pero igual bebí. Conversamos caleta, me acuerdo que también jugamos a la lota, vimos sus fotos vestida de candidata a reina gay, nos mostró a su padre y a sus hermanas en daguerrotipos. Luego se puso a cortarle el pelo al churejón que ya hablaba como con una piedra en la boca. Después de como el quinto vaso de cerveza que me tomé, todo me empezó a dar vueltas. Medio borracho comencé a darme cabezasos en el living. De vez en cuando me pegaba mis pestañazos y cada vez que volvía a despertar, me encontraba con cada pastelito que se mandaban mis compañeros. Primero fue el churejón que después de cortarse el pelo a lo Charlie Alberti, se me apareció todo maquillado, con rimel en sus ojos, lápiz labial, y hablando como travesti ebrio. Luego sería el negro Victor. Sin embargo en su caso la cosa se puso aún más patética porque en uno de mis tantos intervalos lúcidos, el negro maricón se me apareció desnudo agarrándose las tetillas mientras imitaba, según él, a la Paloma San Basilio parado sobre una mesa de centro. De puro maldadoso al par de weones les saqué unas fotos. Luego esas fotos me servirían para tener colación gratis en cada recreo que en adelante se sucedió en la historia de la humanidad.

Nunca en mi vida había visto cocaína; por supuesto que oí hablar siempre de ella. Por eso cuando vi el montoncito de polvo sobre la mesa, algo en mí me pidió a gritos que saliera corriendo del lugar, porque era evidente que a esas alturas la cosa se había puesto peluda. Sin embargo, como siempre me ocurrió hasta ahora, me quedé. Tengo esa maldita costumbre de quedarme a ver siempre mi muerte. No se si el maricón me cagó o no, tampoco se si me hice el lindo con alguno de los maricones de mis compañeros. Lo que sí recuerdo es aquella primera vez que ví al churejón Segovia vestido de mina, con aros en las orejas, caminando como pata con el culito parao y la ñata espolvoreada con la maldad.

Entrada la noche la cosa se puso peor. Recuerdo haber visto a la Vicky en el sillón más grande con el Victor adelante y el Jorge Segovia atrás. No se si el haberme quedado allí me transforma en maricón a mí también. Lo único que se es que al otro día los lentes Rayban del Churejón pasaron a ser de dominio de este pechito, lo mismo que el reloj Cassio F-16 del negro Victor, sin contar sus almas, claro.

Al volver a casa en la madrugada, mi mami me sacó la cresta a puros correazos y para calmar a mi hermana chica atacada por la sustracción del cassette de la Cindy Lauper, tuve que regalarle la pequeña grabadora del Segovia, que por supuesto ahora también era mía.

Nunca olvidaré la mirada triste de la Vicky. Pese a armarnos una fiesta a todo cachete, sus ojos nunca dejaron de verse opacos, como manchados. Se esmeró en tratarnos bien, tanto así que al parcito de mis compañeros se les soltaron las trenzas con escándalo. Nos dió a probar marihuana y vimos junto a ella, las pornos más bestiales que jamás ví.

Recuerdo que después la ví llorando al son de la voz de la Luz Cassal.

De la entrevista sólo quedó el fromato tipo diario de vida, que porsupuesto nos significó apenas un cinco de promedio, el resto del material siempre corrió hasta hoy como un río subterráneo entre nosotros.

Una sóla vez tuve que recurrir al chantaje y fue para quedarme con la Alicia a quién todos deseaban como su novia, entre ellos estaba el par de maricones que eran mis compañeros. Al menos yo era el único que no aperecía en las fotos, y nunca me tragué ninguna de sus infamias. El otro día el Jorge Segovia nos confesó en la shopería que adoraba que su mina le metiera el dedito en el culito cuando hacían el amor. Toda una revelación.

Texto agregado el 30-12-2004, y leído por 649 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
04-02-2005 joder, ¿cómo se me había pasado esto? es de lo mejor que te he leido en prosa, no se pueden quitar los ojos de la pantalla, rápido y vaya vaya, toda una historia burbuja
06-01-2005 estaba super interesante hasta que el protagonista quedó como mirón y despúes como acusete jajajaja. Ta weno, medio "bambi" pero entretenido, asi como apto pa menores de 13 con supervisión de los padres. Starsssss!!! anemona
05-01-2005 excelente.. me reí bastante, ahora, lo que me preocupa... no hablamos de niños verdad? negrafotocromatica
04-01-2005 Lo leí de un tirón, significa un logro importantísimo, teniendo en cuenta que lo hice frente a una pantalla. Muy bien contado y cada uno de los personajes aparece protagonizando el momento exacto. Un cuento naturalmente fuerte, sin medias tintas. Mantener la atención del lector es imprescindible y sobre todo para introducirlo cognosciblemente a la historia que le estamos describiendo, vos lo conseguís con creces. Tu prosa es una vertiente de sentimientos que lograría penetrar hasta la insensibilidad de los necios. Me siento bien de saber que coincido con vos en muchos aspectos del devenir literario. Los poetas cuando escriben un cuento o una novela o una poesía, lo hacen con cada gota de sangre de su cuerpo. Brindo por tu extraordinario talento. juanromero
02-01-2005 jajajaja... niñit@ cao, tú y tus historias... será cierto eso de que los hombres cuando se les pasa la mano, se van pal otro lado? Me gusta tu estilo libre, tu mano que escribe con chilenismos y recuerdos de infancia. Interesante este descubrimiento. Estrellas y saludos perni. CaroStar
 
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