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Las noches ya no eran como antes, de placido y reconfortante sueño, las ultimas 30 noches se habían convertido en una constante lucha por lograr dormir un poco, horas de contemplación en la obscuridad, y el sueño que no viene a rescatarlo de esta batalla, horas de recuerdos y contemplaciones a las fotos de su memoria, verse sorprendido por la leve luz que le dice que nuevamente se ha ido la noche, y otra batalla más esta por comenzar, el mantenerse atento y no sentirse vencido por el cansancio de una noche más sin dormir, y esa fila interminable de recuerdos, recuerdos que se amontonan y se te atraganta la garganta.

- Tardaste en llegar, pero llegaste, nunca perdí la ilusión de encontrarte, aunque sabía que te irías, haberte encontrado me dice que valió la pena esperar, que valió la pena soñar.

Nadie muere ya de amor, esta en desuso morir así penso al mirarse en sus ojos, cuando el amor se va, cuando tienes que dejarlo ir, pueden morir los sueños, la calma se puede marchar, la locura roba nuestra razón, las lagrimas provocan nudos en la garganta y las goteras del corazón no hay como taparlas, pero nadie muere ya de amor.

- Te veo como en una cortina de humo, dijo ella.
- El tratando de buscar una respuesta ingeniosa y tranquilizadora para su ya rebasada intranquilidad e incomodidad de aquel momento, busco acompañar su respuesta de una sonrisa, solo pudo llevar el cigarro a su boca dando una fuerte aspiración y dejando escapar lentamente el humo, solo para decir, es que estoy fumando, una sonrisa desdibujada, desangelada, una mueca que estaba muy lejana de parecer una sonrisa es lo que había acompañado a su respuesta, el lo sabía, una respuesta muy mala, busco su taza de the tratando de mojar un poco sus labios que temblaban, moría por abrazarla y darle un beso, pero eso solo hubiera sido apuñalar nuevamente a su corazón.


La noche ha llegado nuevamente y comienza a devorar lo que queda de este día, la batalla ha comenzado, las horas que están por venir ya las sabe, pero esta noche es en extremo extraña, el calor que inunda su cuarto, se va metiendo en su cuerpo, llevándole a la desesperación, se ha desnudado buscando refrescar un poco su cuerpo, finas perlas de sudor comienzan a resbalar por todo su cuerpo haciendo brillar su desnudez en medio de la obscuridad, se acerca a la ventana para abrirla buscando robarle un poco de frescura a la noche, un poco de aire que lo refresque, sin embargo lo que lo que encuentra es el golpe del aire caliente que quema los ojos, quema al respirar hay más calor afuera que dentro de su cuarto, y ese infierno termina por instalarse en su cuarto, permanecer de pie frente al infierno o pelear en su cama?, No hay diferencia así que permanece de pie frente a la ventana.








Ella nota tu impaciencia oyes sin escuchar, tu atención no esta sus palabras, esta en sus ojos, en su boca, y lejos están ya esas interminables charlas, esa platica ingeniosa con el único fin de robarle un sonrisa y eternizarla en tu pensamiento, hoy las palabras han huido, solo la miras tratando de que esto termine pronto, ella acaricia tu rostro, tu cabello, esa mirada en la que quisieras quedarte grabado para siempre, perderte en sus ojos y en la caricia de sus manos.

- Te amo, y no me gusta verte así.
- No es nada, es solo que me estoy atragantando con un poco de tristeza.


Las horas pasan y el calor no se va, parece que alguien olvido cerrar las puertas del infierno, y su calor y demonios se pasean libremente por la calle robándole su paz a la noche, su frescura y el sueño que no viene a rescatarlo, este calor hace más difícil la batalla por descansar.

Ella comienza a impacientarse, sabe que las cosas no podrán cambiar y tu actitud no ayuda en mucho para hacer mas relajada la situación.

- Dímelo ya, no te lo guardes
- Realmente quieres que te lo diga
- Sí
- Hoy es la última vez que nos veremos, la próxima será decisión del destino, sé muy bien que algún día nos volveremos a encontrar, todo lo bueno y lo malo de nuestras vidas regresa para que no olvidemos, y desde hoy solo quiero que tu silencio me traiga paz.

Es imposible encontrar frescura en esta noche el tiempo sigue su marcha y del sueño ni siquiera su amenaza, un poco de sueño engañador no estaría mal, lleva mucho tiempo de pie frente a su ventana escuchando los sonidos de la noche y la luna su única compañía, algo ha oscurecido la luna y voltea su mirada, esta noche no tenia nubes así que busca lo que le oculta la luna, no lo puede creer debe ser el cansancio acumulado, pero hay un ave volando haya arriba, una gran ave, su vuelo va describiendo un descenso vertiginoso y esa ave cada vez se parece mas a ..., una mujer? Una mujer con alas, una mujer alada que viene bajando desde la luna su asombro e incredulidad solo desaparece en el momento de que casi es derribado por esa mujer alada entrando a su cuarto.

- Tienes razón las cosas no las podemos cambiar, desde que esto empezó sabíamos que terminaría, me fuiste prestado y hoy debo dejarte ir.

Pidieron la cuenta y salieron en silencio, el frío comenzaba a calar, el moría por un trago, moría por bajarse de ese coche y echar a correr, la vida le estaba doliendo demasiado, la vida duele más que la misma muerte pensaba, el silencio era sepulcral dentro del coche, su mirada perdida por la ventana, recorriendo la calle por la que avanzaban lentamente, la suave llovizna que caía desde hace algunas horas hacía mas intenso el frío dentro del coche, y su corazón también comenzaba a llorar suavemente, finamente como la lluvia que los acompañaba, el recorrido de diez minutos fue una eternidad en medio de ese silencio, y no recordaba un solo momento así con ella, en silencio en completo silencio, bajo sin despedirse para caminar sin volver la vista, solo escucho como partía, como se le iba para siempre, siguió caminando sabía a donde quería ir, tomar hasta olvidar, tomar hasta que no doliera, tomar para olvidarla aunque fuera solo por esa noche, porque sabia que nunca la olvidaría.

- Adiós.



La mujer alada volaba ahora por su habitación, la falta de luz no importaba no hacía falta, su desnudez parecía iluminada por la luna, era maravillosa, perfecta, y el solo podía mirarla, ella ceso su vuelo y bajando suavemente se paro frente a el tomo su rostro en sus manos y el sin poder negarse se dejo acariciar suavemente, se dejo llevar por esa mujer alada que sin palabras se estaba robando en ese momento su razón, ella acerco su boca para besarlo, fue un beso venido del cielo, mordía su lengua, mordió sus labios hasta que el se retiro bruscamente, le había dolido ese beso, llevo su mano a la boca y vio una fina gota de sangre en sus dedos, ella sonrío y acariciando sus rostro salió volando nuevamente por donde había entrado.

El aun observaba esa sangre en su mano, estaba volando también en una inexplicable nube de asombro, y de sorpresa, salió de su trance y corrió a la ventana buscando a la mujer alada, solo pudo ver como se perdía detrás de la luna, como regresaba a la luna, siguió de pie durante el resto de la noche esperando volver a verla, de cualquier forma llevaba 30 noches sin dormir y una más en vela y a la espera no cambiaría las cosas.

Paso la madrugada en silencio y sin volver a verla el amanecer lo sorprendió aun de pie frente a la ventana con la vista perdida hacía la luna que ahora era tragada por la luz incipiente del amanecer, el amanecer de la noche treinta y uno sin dormir, desde ese momento no hubo más calma en el, desde ese momento todo fue pensar en alcanzar a la mujer alada, volar a la luna y buscarla, el había visto donde se escondía y quería estar con ella, ese día fue de planes de ideas de dibujos, de pensar en unas alas para el.

El día se marcho comenzaba la noche treinta y uno sin poder dormir, regados por el piso dibujos, planos, inundado su cuarto de esa charla enfebrecidá de todo el día donde se regañaba por no encontrar un proyecto ideal, quería unas alas tan perfectas como las de ella, unas alas tan fuertes como su deseo de alcanzarla, paso la noche pegado a la ventana a la espera de su mujer alada, y la noche se fue sin que ella regresara, al amanecer llevo su mano a la boca ya no sangraba pero todavía le dolía el beso.

Para la noche treinta y dos el proyecto había quedado listo, en el papel el diseño final trazos fuertes y perfectos, lo miraba como si mirara a su mujer alada estampada en esa hoja y llevo su mano a la boca rozo sus labios y el beso pasado le volvió a doler, sobre la mesa un gran pliego blanco donde se podían observar algunas manchas que delataban algún trazo equivocado y torpemente borrado, el dibujo mostraba unas hermosas alas, blancas como la nieve, grandes y fuertes serian le envidia de cualquier ángel, no podía dejar de observarlas, una pequeña lagrima comenzó a resbalar por su mejilla hasta la comisura de su boca donde se perdió, quería comenzar en el acto su fabricación pero la noche había llegado y tenia que vigilar la luna, ella podría regresar en cualquier momento o salir de su escondite y volar a otro cielo, dejandolo solo para siempre, o tal vez ella vendría a traerle sus alas para marcharse los dos, tomo su posición junto a la ventana para contemplar la luna, hablaba en voz baja susurrando, rezando, su desnudez no se intimidaba con el frío que esta noche entraba por la ventana, lloro un poco y los recuerdos comenzaron a llegar poco a poco, las lagrimas se fueron haciendo un llanto mudo pero nunca quito la vista de la luna.



Una suave llovizna comienza a caer, mojando su rostro y confundiendose las finas gotas con su llanto, había hecho todo lo posible por no pensar en ella, no es que haya comenzado a olvidarla eso le ha quedado claro que no podrá hacerlo pero pensar en ella es como apuñalar su corazón una y otra vez, sabe que fue lo mejor que ha llegado a su vida, y siempre se ha repetido mil veces que prefiere este dolor de haberla perdido al dolor de no haberle dicho que la amaba, su nombre lo comienza a repetir suavemente como cantándolo, rezándolo, su nombre es como una oración que lleva paz a su corazón maltrecho.

Las fotos de su memoria las recorre una y otra vez, eternizada su sonrisa en el pensamiento, logra robarle una sonrisa olvidada hace mucho tiempo treinta y dos noches para ser exacto que no sonreía, en silencio le da las gracias por haber llegado a su vida y por haberse marchado a tiempo, la noche se ha vuelto a retirar dando paso al día, el frío del amanecer cala mas fuerte que el frío de la madrugada, ella no vino.

Toma algo de ropa pues el frío lo hace temblar, es hora de comenzar la construcción de sus alas, toma el plano y comienza a escribir en un hoja suelta los materiales que necesitara, el día completo lo dedica sin descanso a sus alas, para la tarde esas maravillosas alas dibujadas parecen haber saltado del papel para convertirse en realidad, son grandes y fuertes el las prueba y parece que hubiera nacido con ellas de tan perfecto que le ajustan, se desnuda y vuelve a poner las alas en sus brazos, se mira en el espejo y sonríe, han quedado perfectas y esta listo para ir en busca de su mujer alada, solo es cuestión de esperar un par de horas para que la luna se presente y el sepa adonde volar.

Pacientemente espera, desnudo, sus alas bien colocadas, ha subido a la azotea de su casa para poder alzar el vuelo más fácilmente, ahí esta coronando el cielo, esa luna blanca como sus alas, una noche limpia sin nubes sin viento sin frío, se pone en pie y se acerca al filo de la cornisa, su vista fija en la luna, se despide de sus recuerdos en voz baja, sabe que llegando a la luna con su mujer alada no volverá, se agacha para tomar impulso, su vista sigue en la luna, espera ver a su mujer alada esperándolo, brinca, su vista colgada de la luna, comienza a batir sus alas pero solo consigue ver como se aleja la luna, es una caída lenta y la luna cada vez más lejos.

Un golpe seco rompe la noche, un golpe de naturaleza mortal, y su cuerpo tendido a media calle, sus alas rotas comienzan a teñirse de rojo, sus ojos fijos en la luna, la gente comienza a rodearlo, no entienden lo que ven, un ángel que no aprendió a volar, o un loco más que deja este mundo.

En el techo dos ángeles desnudos observan esa figura rota en el pavimento.

Mira fijamente y voltea a ver sus alas son tan hermosas como las que ahora yacen rotas ahí abajo, toma la mano de su mujer alada, se mira en sus ojos y acaricia su rostro.

- Eres hermosa, la más bella que ha tocado mi vida.

Da un ultimo vistazo a su cuerpo que aun yace tendido sobre la calle, esos ojos que vuelan ahora por otro cielo por otra luna aun permanecen abiertos, sujeta fuertemente la mano de su mujer alada y los dos se van volando a otro cielo.

Texto agregado el 30-12-2004, y leído por 190 visitantes. (0 votos)


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