En la playa.
Botellas rotas, latas vacías, varillas, lazos de papel retorcido, almejas y caracoles muertos, soga de marinero.
En el agua.
Los peces se equivocan y cada tanto vuelven por apuro o falta de visión a atragantarse con los viejos trucos olvidados ya de la carnada o el anzuelo.
O será que tal vez están cansados de nadar todo el tiempo.
Cada uno con su todo el tiempo.
Los pájaros volando pero todos respirando, nadie puede decir descanso de respirar, pido gancho y después sigo; si dejás, dejás.
A menos que se acuda a meterse entre las olas y dejarse llevar por las ondas suaves.
Entonces sí descubriremos que la beatitud, solo la tienen las estatuas.
Prefiero la arena, el agua y yo acostada.
Prefiero seguir lavándome las cavidades, las orejas, el cabello largo, las fosas nasales, las caries arregladas, el ombligo, los lagrimales.
Prefiero tostarme tumbada junto a vos, con el viento del mar y subir a una barca.
Prefiero acariciar tu mano, besar los labios, el nacimiento de la caricia, el brote de la emoción y el hueco de tu hombro para acostarme a dormir.
Prefiero amarte a mi lado y dejar que la beatitud, solo la tengan las estatuas.
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