Sin falta reclamaré tu justicia. Sin ser alguien implacable, lameré las botas de la calamidad. Pero sigo aquí, amándote.
Suave oscuridad. Fría noche de invierno. Lejanías profundas densas y tenebrosas. Montañas incomprensibles de tu ceño. Tétricos bríos y vertientes de sangre acumulada, pertenecientes a guerreros infames que daban su vida por algo desconocido. ¿Por qué estás ahí? Trataré de llegar.
Largos senderos de desesperación, incrustados en enormes palomas deprimidas. Camino por aquel lugar, que me llevará a tu lado. Sigo aquel camino, que me dará una esperanza. Continúo sin parar, hasta que la locura sea natural, y me converse sin remordimientos sus más ocultos planes.
Haciendo amigos extraños, busco una pista que me alumbre los zapatos. Sigo una pista dura e inicua. Miro y no me asombro, pues se que tu estás allí, esperando levemente tomando un café con la soledad.
Canciones entonadas por una voz lejana, me indica el trozo de tierra que debo pisar y andar, saborear y luchar, hasta que ya no sea más la quietud que me prometes. Se definen horizontes planos, llenos de las fiestas de las caras tristes. Lágrimas en depósitos de ilusiones. Formas extrañas haciendo el amor con mis imaginaciones que no quiero ya más pensar. Terror se apodera de mi mente, cuando pienso en que tal vez, el café ya se enfrió, y que no hay más intención de sofocar una nueva espera prolongada ante la paciencia bondadosa. ¡No te marches! ¡Ya llegaré!
Siempre deseando estar en simplezas del alma, para ser comprendido y detenerme en la línea del tiempo rauda y fugaz, que forma sutílmente notas y pentagramas dibujados sobre una cálida melodía, aun para ti.
Sin falta me cansaré, pero una tonalidad de palabras cargadas con enorme poder y esperanza dan fuerza a mi aliento. El horizonte negro espeso es, oscuro como fantasías de asesino de sueños y maltratador de inocencias. Pero con calma me desplazo sobre pistas de hielo que me ofrecen un pasaje sin retorno, en dónde con gusto deseo estar y pagar el precio elevado de tu sonrisa cálida y amable. Sin duda me das fuerzas y el vigor que mi temple necesita, a pesar de que afuera de esta cristalina bahía, nada tengo y nada contengo; mis manos son aguas nítidas y resbaladizas.
Con cuidado pretendo llegar, pretendo llegar al lugar que me señalas, o que sólo yo, aun yo, logro percibir desde extremas distancias, que tu me impones ante jueces de nubes decaídas y humeantes, "porque tu no me miras", ¿recuerdas?
Quiero llegar... sí, quiero llegar a donde tu precencia emana jugos del más dulce y generoso néctar de caricias y tiernas compasiones. Aunque no lo creas, te doy las gracias. Es un sentir ajeno a mi propia clase de ser animado, que pisa y se mueve con osadía. Calma... tranquilízate. Pero... ¿eres tu quien me dice eso? Escucho tu voz por ambos lados del tiempo, a través de toda la magnánima circunferencia que tu aura expira y respira ante mis propias manos.
Dulce cantar... suave placer de estar contigo, pese a todas las cosas, y por sobre todas las cosas, deseo estar contigo, rodeándome de tu libre libertad, que yo solo la admiro plantado desde la quietud que el suelo me ofrece... Susúrrame al oído cosas que solo tu puedes saber y decir en lenguajes desconocidos por todo lo demás. No me dejes vagar por este desierto que seca mi interior, y que me desplaza como si no te perteneciera. Canta y vuela sin parar, mira que ya llegaré, a tomar nuevamente contigo, un café.
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La esperanza es lo que nos motiva cuando de verdad amamos, pese a todos los impedimentos que puedan existir. |