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Indignación de los billetes


Nunca nadie se ha referido a la indignación de los billetes. Es muy probable que esta omisión universal, se deba al hecho de que la mayoría se incline a pensar que los billetes son seres felices, por ser portadores de un valor intrínseco en si mismos. Pero estas artificiales criaturas viven en realidad angustiadas, en un limbo de manoseos colectivos. Cuando empiezan a encariñarse con sus dueños, son entregados a otros, desconocidos y misteriosos, vaya a saber uno a cambio de que cosa. Los pobres billetes conocen el amor, pero llevan la cruz del desengaño permanente, de la deslealtad sin límites. Deben someterse sumisamente a los designios de sus inescrupulosos dueños, que no hacen más que usarlos, aprovechándose de ellos sin pensar en sus inciertos porvenires. Así es que los tristes billetes deambulan en una vida errante, sin un destino fijo, cambiando de hogar a cada rato. Por esta razón, es que tampoco pueden tener verdaderos amigos, de esos que duran para toda la vida, porque son todos temporales, de paso. Entonces, tomando experiencias pasadas y siendo conscientes del obvio trajín monetario, los billetes muchas veces no se entregan al máximo a sus pares, no porque no puedan o sean seres fríos, todo lo contrario; no lo hacen por el temor a encariñarse.
No sólo se sienten frustrados en el ámbito afectivo, sino también en el profesional. Uno sabe que estudiando puede llegar a ser un arquitecto, un ingeniero o un historiador. Los simples billetes han aprendido a resignarse a tener una existencia chata, sin ningún tipo de progreso, ya que un billete de dos pesos sabe que nunca llegará a ser uno de cien. Tampoco debe verse como un ascenso social, el cambio de un portador humilde hacia uno más acaudalado, por la sencilla razón de que un billete puede ser despojado de sus aparentes privilegios tan rápido como los consiguió. Todo esto da como resultado que los billetes sean seres mediocres, pues jamás tuvieron ni tendrán ambiciones.
Los saca de quicio tener que prestarse para fines oscuros, negros y prohibidos; o sea, convertirse en “dinero sucio”. Lo peor es que no pueden hacer nada para evitar que esto pase, agachan la cabeza e intentan hacer la vista gorda frente a la contaminación involuntaria.
Pero de todas las cosas, lo que más les indigna es el fin para el cual han sido concebidos, que no es otro que el de adquirir servicios o mercancías, siempre para los demás y nunca para ellos; y el consiguiente hecho de aceptar, para el resto de su vida, su nefasta condición de serviles esclavos de la humanidad maliciosa.

28/12/04

Texto agregado el 29-12-2004, y leído por 120 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
06-02-2006 creativo al %200, súper genail y muy bien escrito. wonderguri
30-12-2004 Excelente reflexión. Sabes, aquí en Chile están saliendo unos billetes lavables, dicen que duran 10 veces mas que los normales, creo que los hacen en Australia. Saludos. jorval
 
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