Una mesa llena de envases de vidrio con formas curiosas, rodean un cubo plateado de 30 centìmetros de arista. Es el lugar de trabajo del sabio y su ayudante.
_¿Trajiste el mercurio Tomás?
_Si, pero me preocuca que se arriesgue usted tanto después de la advertencia del Obispo Prosatius. Dijo que si lo pescaba haciendo invenciones extrañas, sería juzgado por prácticas heréticas. ¿No cree usted que en estas condiciones, la búsqueda de conocimiento es muy peligrosa? ¿A qué precio conseguiremos la sabiduría?
_Comprendo tus temores Tomás_Asevera Neuslen_Pero ¿Has pensado alguna vez, cuánto nos cuesta la ignorancia?. Este cubo que ves sobre la mesa es casi macizo. En su centro hay una esfera de cristal de cuarzo. Dicha esfera estará en contacto con el azufre, la sal y el mercurio que trajiste hoy. Aquí estan los tres elementos: fuego, tierra y agua, el aire lo obtendremos del ambiente. Faltaría un quinto elemento: el eter, ese lo agrego yo y así estará todo listo.
Este es un proyecto mejorado de Rogerio Bacon. Según sus cálculos este cubo que hice de un metal muy liviano que pocos conocen, parecido a la plata, pero no lo es, tiene la propiedad, con ayuda de una energía calórica suficiente, de generar su propia energía y hacer que el operador pueda teleportarse al sitio que desee.
El único problema es cómo generar esa energía calórica, se necesita una cantidad elevada.
_Espero que puedas hallarla maestro, llevas muchos años trabajando en esto.
_Estoy cerca Tomás. A propósito, ¿Ya son las séis de la tarde?
_Si maestro, se oyen las campanas de la catedral, allá en la ciudad.
_¡Oh si! Ya las oigo, pero se oye tambien otra cosa, parece que una multitud viene hacia acá.
Rápidamente Tomás mira por la ventana del laboratorio. _¡No puede ser! Viene el Obispo Prosatius, creo que saben que estamos aquí maestro.
_Pronto Tomás, escapa por la puerta de atras llévate el libro de Bacon.
_Pero maestro ¿No vienes conmigo?
_No te preocupes Tomás, huiré despues de tí, sólo me falta hacer algo más. Huye antes de que te consigan aquí.
Tomás escapa corriendo por la puerta de atrás: Neuslen la cierra y se queda observando el cubo.
Minutos después comienzan a golpear la puerta con hachas, los seguidores de Prosatius, tratando de derribarla. Después de media hora lo logran pero cuando ya iban a entrar retroceden atemorizados por el gran incendio que devora el pequeño taller de Neuslen.
En los ojos de Prosatius y sus verdugos se veían las llamas consumiendo el laboratorio.
Finalmente, cuando las llamas se extinguieron por sí solas, revisaron los escombros carbonizados, pero no encontraron nada. Sólo la mesa hecha carbón y lo que antes eran los envases de vidrio. El cubo plateado ya no estaba. Neuslen tampoco.
©Elfo_D
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