Desde muy joven Jorge tuvo marcado interés por todo lo relacionado con mitos, credos y religiones; últimamente había leído varios libros sobre espiritismo. María, su polola, también se sentía atraída por los temas esotéricos. Se habían puesto de acuerdo para realizar una sesión con Laura, amiga de ambos, a quien conocían desde hacía años, pero que recién les había contado que tenía cualidades de médium.
Jorge aún se encontraba en casa preparándose para dirigirse a la Universidad cuando recibió el llamado de María.
—Nos juntaremos con Laura hoy al mediodía en mi oficina, no vayas a llegar atrasado.
—No te preocupes, mi amor, sólo tengo dos horas de cálculo integral; estaré a tiempo.
Jorge había planificado que en esta primera reunión se cercioraría si en realidad estas sesiones no eran un engaño. Recordaba que en las reuniones familiares, siempre hablaban que los hermanos de su mamá habían sido once, pero una de ellas, había muerto antes de cumplir el año. No recordaba el nombre de esta tía, por lo que pensaba llamarla en la sesión y preguntarle el nombre y después verificarlo con su mamá.
Ese mediodía, los tres en la oficina de María recortaron papeles rectangulares, a cada uno le colocaron las letras del abecedario y los distribuyeron alrededor de la mesa, luego dieron vuelta un vaso y siguiendo las instrucciones de Laura cada uno colocó un dedo sobre este.
Laura, mientras preparaban el abecedario decía en voz alta: “los espíritus son seres sensibles y en función del trato que tengamos con ellos, lograremos uno u otro resultado. La burla y la incredulidad nos conducirán, no solamente al fracaso, sino que puede tener consecuencias graves. Un espíritu burlado puede convertirse en un enemigo terrible, aunque no lo manifieste de una manera directa. Tampoco debemos olvidar que la misma dificultad que tenemos nosotros para comunicarnos con ellos, la tienen también los espíritus, pero una vez que logramos el contacto, los resultados siempre son interesantes, salvo que nuestra actitud haya sido negligente o burlona”.
Jorge, luego de la explicación de Laura, le dijo que quería estar seguro de la veracidad de lo que allí sucediera , por lo que deseaba, con todo respeto, que invocaran al espíritu de una hermana de su mamá, muerta cuando aún no cumplía un año y que si se presentaba, le preguntara el nombre.
A los pocos instantes de estar concentrados, el vaso comenzó a moverse en distintas direcciones. Jorge notó que ninguno de los tres ejercía presión sobre este. Laura preguntó si el que estaba presente era el espíritu que ellos estaban invocando. El vaso ahora se movió decididamente hacia la letra S y a continuación a la I, volviendo luego al centro de la mesa. Al preguntarle por el nombre escribió: OLGA. De improviso, la habitación quedó en penumbra, como si la luz del sol hubiese sido eclipsada por densos nubarrones y el cuerpo de Laura comenzó a balancearse en la silla. Retiraron los dedos del vaso y volvió la normalidad. Decidieron que la práctica había sido un éxito y que Jorge verificaría el nombre de la tía.
—Oye, mamá, ¿cómo se llamaba esa hermana de Uds. que murió recién nacida?
—Olga, ¿por qué lo preguntas?
—Es que hoy día participé en una sesión de espiritismo y llamamos al espíritu de tú hermana. No vas a creer, pero dijo que se llamaba Olga.
—Dos de mis hermanos tenían condiciones de médiums y hacíamos sesiones de espiritismo en la casa; movíamos mesas y nos comunicábamos con varios espíritus —dijo el padre de Jorge que estaba escuchando.
—No hagan esas cosas, mijito, dicen que es el diablo el que se presenta en esas sesiones y que son muy peligrosas; no les vaya a suceder una desgracia —contestó la madre de Jorge.
Ese día siguieron conversando sobre espiritismo, pero Jorge ya había tomado una decisión. Sí, en las sesiones era verdad que se presentaban espíritus; eran muy entretenidas e interesantes; continuaría participando en ellas.
Con el tiempo, incorporaron al grupo a otra pareja amiga y Jorge compró un tablero ouija, para no tener que estar trabajando con papelitos y vasos; el problema era donde reunirse para las sesiones, pues en ninguna casa les aceptaban realizarlas, por lo que la oficina de María pasó a ser el lugar de reuniones oficial del grupo.
Una tarde se reunieron como de costumbre. Estaban los cinco y decidieron llamar esta vez al espíritu de Atila, el rey de los hunos. A los pocos minutos, se presentó y por las respuestas que dio a las preguntas previamente preparadas por el grupo, se dieron cuenta que esta vez el espíritu que había llegado no era el invocado, sino que seguramente era uno burlón o bien podía ser uno malicioso.
Se miraban con cara de duda, cuando escucharon una risa, que partió siendo un susurro, pero que fue aumentando de volumen hasta llegar a ser un verdadero grito. Cuando esta cesó, un destello de luz muy potente los cegó por un instante. Al recuperar la visión, notaron inmediatamente que el lugar de María ahora estaba vacío y que la ventana estaba abierta.
La buscaron por todas partes, en la calle, preguntaron en el edificio, llamaron a su casa, pero nadie la había visto. Por supuesto, esto les afectó terriblemente y para qué decir a los padres de María y a los de Jorge.
Continuaron reuniéndose en la casa de Jorge y siempre invocaban a María, con la esperanza de recuperarla o saber algo de ella, pero lamentablemente nadie les contestaba.
La última vez, después de invocar a María, se les ocurrió llamar nuevamente a Atila; a lo mejor algo podría sucederles. Estaban concentrados en Atila cuando escucharon una risa, que partió siendo un susurro, pero que fue aumentando de volumen hasta llegar a ser un verdadero grito…
JORVAL (16)
301204
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