Él me ha regalado una acuarela. Una acuarela de colores pastel que apetece comérsela. Una acuarela llena de planetas y asteroides y con una carpa de circo. Lo que hay dentro de la carpa no se ve, por eso me lo imagino. Me imagino una percha muy alta. Tan alta que cuando llegas arriba sientes algo parecido a la emoción de un niño que ha aprendido a abrocharse los zapatos. Es peligroso estarse ahí arriba pero también lo es mirar al sol y no puedes evitar hacerlo. Desde allí arriba lo ves todo pequeño y borroso y deseas tener un catalejo. Un catalejo para verlo bien a él al otro lado de la percha. Está tan guapo allí quieto con su aspecto de muñeco roto. Le grito pero no me oye es como si mis palabras se hubiesen transformado en haches mudas. Siento que tengo que llegar hacia él aún sabiendo que no soy un funambulista. Es como tener una herida en el labio y morderla sin parar. Eres consciente de que puedes hacerte daño pero nada te impide que lo sigas haciendo.
Texto agregado el 29-12-2004, y leído por 115
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Lectores Opinan
29-12-2004
Inmenso mundo el tuyo por lo que veo. Siento que me parezco a tí, un beso nieve... vladeemer
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