Querida Alicia (maravillas)
En estos días de fiesta, de fiesta que une a la familia y con ella a los amigos, mucho he meditado en torno a tu más reciente carta. En ella hablas del valor de la amistad, del decir y el saber decir, palabras que han calado profundo. Pero también dejas ver la aparición de críticas; sugieres que no ha faltado quien trata de lesionar esta amistad que hemos ido fincando al través del intercambio epistolar, intercambio en el que no nos hemos encerrado, a propósito hemos dejado la puerta abierta para que se integre quien así lo desee. Por mi parte, y creo que pensarás igual, será bienvenido aquel que quiera participar de esta maravillosa amistad, de este tesoro que está a disposición de todo el que lo quiera, sólo hay que alargar la mano para alcanzarlo y poseerlo.
Alicia, hoy día todo el mundo habla de amistad, mas son pocos los que saben ser amigos. Muchos comienzan a construir un "imponente edificio", pero olvidan cimentarlo, su base es de arena y con la primera lluvia cae estrepitosamente.
Una amistad, para que perdure, debe construirse poco a poco, desde abajo, y en eso ayuda el diálogo. Dialogar es construir puentes hacia el amigo. No puede haber amistad si no hay diálogo. El saber dialogar supone también saber escuchar, tener siempre presentes las necesidades del amigo, y desde lejos cuidarlo y respetarlo.
Los amigos, Alicia, son esa ayuda que Dios pone en el camino de cada ser para arrancarnos la soledad que llevamos dentro. Son esos faros que iluminan nuestra noche y que nos impulsan a esperar pacientemente la luz del día.
Alicia, la novelista inglesa Marian Evans, cuyo seudónimo es George Eliot, refleja en sus libros profunda sensibilidad y retrata de manera certera las vidas sencillas. Ella decía: "Los animales son buenos amigos, no hacen preguntas y tampoco critican." ¡Cuánto tenemos que aprender de los animales!
Quiero recordar también las palabras de Oscar Wilde: "Cualquiera puede simpatizar con las penas de un amigo; simpatizar con sus éxitos requiere una naturaleza delicadísima."
Plutarco decía: "No necesito amigos que cambian cuando yo cambio, y asienten cuando yo asiento. Mi sombra lo hace mucho mejor."
Y termino, Alicia, con palabras de Abraham Lincoln: ¿Acaso no destruimos a nuestros enemigos cuando los hacemos amigos nuestros?
Los amigos verdaderos no surgen todos los días, no están en todas partes, si se tiene uno, hay que trabajar para conservarlo y saber valorarlo. Para entender la amistad no sirven los libros, no bastan las experiencias ajenas, sólo aquel que ha tenido un encuentro personal con la amistad es capaz de entenderla y de valorarla, sólo así se distingue su belleza y se conoce su inestimable valor. Alicia, al encontrarte he conocido esa amistad. Te mando un beso, y hago votos porque llegue a ti todo lo mejor en el año que se avecina.
Tu amigo: Julio Enrique (Borarje)
|