Al final enciendo las luces,
porque el final es el principio
de algún otro final iluminado.
Como la gota que el vaso colma
para nacer en el fondo de otro vaso.
Como el cigarro que se termina
y siembra una repetida sensación
que se cobra en vicio o adicción.
Como cualquier estación interior,
como la íntima luna que se disfraza
de viejo y destelleante sol,
siempre más joven que yo.
Como las olas que siempre llegan,
que nunca se van para no volver.
Como la calma o bestia incendiaria,
como el valor más cercano al miedo.
O como tú, o como yo,
que siempre estoy donde tú no estás,
que siempre pienso cuando tú no,
que nunca floto en la oscuridad.